Adopci�n de embriones congelados

Autor: Padre Fernando Pascual, L.C.

Fuente: catholic.net (con permiso del autor)

 

La discusi�n sobre esta posibilidad ha dividido enormemente a los expertos en bio�tica. No queremos detenernos en los motivos de cada posici�n, que pueden encontrarse en diversos estudios y publicaciones. Nos limitamos a ofrecer algunas pistas para enjuiciar esta alternativa.

Como dijimos, un embri�n congelado se encuentra en un estado violento, innatural: el laboratorio lo ha “producido” fuera del �tero materno y ha suspendido su desarrollo vital. Adem�s, los procesos de congelaci�n y de descongelaci�n implican graves riesgos para la salud y la misma vida del embri�n, pues un n�mero no peque�o de embriones muere al ser descongelados.

En el caso de total abandono del embri�n (debido al rechazo de sus padres naturales o legales, o por otros motivos), �cu�l es el comportamiento correcto frente al embri�n congelado? Lo m�nimo que podemos hacer por �l es ofrecerle un lugar en el que, tras su descongelaci�n, pueda continuar el desarrollo de su existencia. Tal lugar, hoy por hoy, s�lo puede ser el �tero de una mujer. Puesto que la madre natural o legal ha rechazado o abandonado a su hijo congelado, el que una mujer, preferentemente casada (el mejor bien del embri�n exige nacer dentro de un matrimonio, como se suele actuar a la hora de escoger los padres que adoptar�n ni�os abandonados), se ofrezca para que en su �tero el embri�n reciba la oportunidad de continuar su camino vital es un gesto de generosidad que muestra hasta qu� punto cada embri�n merece nuestro respeto, amor, e, incluso, alg�n sacrificio.

Las analog�as para comprender el gesto de adopci�n son muchas. Un bombero que entra en una escuela en llamas para salvar a un ni�o desmayado por el humo; un se�or que se arroja al mar, entre olas peligrosas, para rescatar a otra persona que se est� ahogando; un adulto que da uno de sus ri�ones a otra persona para que pueda sobrevivir unos a�os m�s. Ciertamente, no existe obligaci�n de arriesgar la propia vida cuando no est� suficientemente claro que se pueda alcanzar un beneficio importante a trav�s del propio sacrificio, sacrificio que puede incluir el riesgo de perder la propia vida. Pero no por ello dejamos de admirar el hero�smo del bombero que muere, aunque ni siquiera haya conseguido salvar al ni�o necesitado y deje viuda a su esposa y hu�rfanos a sus hijos.

En el caso de la adopci�n de embriones congelados, la mujer adoptante hace un acto que conlleva no pocos riesgos: algunos debidos a la misma t�cnica, otros ocasionados por el hecho de llevar en su seno a un hijo que no es suyo. Pero con la suficientemente atenci�n m�dica y con los estudios b�sicos sobre compatibilidad sangu�nea e inmunol�gica, la medicina permite el que mujeres puedan llevar a cabo embarazos con hijos que no son suyos. �Por qu� no aprovechar estos conocimientos t�cnicos para ofrecer una oportunidad y una se�al de respeto a algunos embriones que esperan salir de la “nevera” en la que viven aprisionados?

Si se promueve la adopci�n de embriones, surge el problema de la selecci�n: �cu�les ser�n rescatados? Como normalmente ser�n pocas las mujeres que se ofrezcan para adoptar embriones congelados, algunos dicen que es indigno el establecer par�metros seg�n los cuales a algunos se les ofrecer� una oportunidad de vivir mientras que otros seguir�n congelados. Esta objeci�n tiene un peso peque�o. Basta con considerar un ejemplo parecido. Si tenemos s�lo un ri��n compatible con tres posibles receptores, es obvio que s�lo podemos darlo a uno de ellos, y que esto implica hacer una selecci�n en vistas del mayor bien alcanzable seg�n criterios lo m�s justos posibles. Pero esto no significa que, para evitar cualquier “discriminaci�n”, no demos el ri��n a ninguno de los tres: si podemos salvar la vida de uno, vale la pena ver c�mo hacer una elecci�n lo m�s justa posible, aunque luego tengamos que llorar la muerte de las otras dos personas que no han podido recibir el deseado transplante.

Otros autores creen que el iniciar un embarazo a trav�s de la transferencia de embriones que no son hijos de la pareja va contra la unidad del matrimonio, o contra la dignidad de la mujer (que ser�a “usada” como si fuese una incubadora). La objeci�n es seria, pero con un discernimiento correcto puede ser superada. Se trata de salvar la vida de los embriones congelados. �C�mo? Mediante el inicio de un embarazo con un hijo adoptado. Se da�a la unidad del matrimonio con la infidelidad o el divorcio, y se da�a la dignidad de una persona cuando se atenta, de alguna manera, contra ella. Pero en la adopci�n de embriones no ocurre ninguna de estas dos cosas. �Se puede decir que comete un error la mujer que, por amor a un embri�n desconocido, ofrece una parte tan �ntima de s� misma para dar al embri�n una oportunidad para continuar su vida? �No ser�a su gesto, m�s bien, una se�al del respeto que merece cada embri�n humano, un grito al mundo moderno que tantas veces guarda silencio ante la destrucci�n de embriones, el recurso al aborto e, incluso, el tolerar con bastante indulgencia algunos infanticidios de ni�os minusv�lidos?

Es cierto que normalmente un hombre o una mujer llegan a ser padre y madre a trav�s de sus relaciones sexuales. Pero ante un ni�o ya nacido y abandonado, la adopci�n implica un nuevo modo de vivir la paternidad, ciertamente no como resultado de la dimensi�n f�sica del mutuo amor de los esposos, sino como se�al del respeto y cari�o que merece un ni�o abandonado. �No se puede aplicar este mismo criterio a la situaci�n de los embriones congelados, aunque su salvaci�n implique un gesto, quiz� heroico, de donaci�n de la mujer que ofrece su �tero para acogerlos?


Para consultar el art�culo completo:

Embriones congelados: una reflexi�n �tica 

Dejar morir a los embriones congelados