Limpiar la maleza

Autor: Alicia Beatriz Angélica Araujo

 

 

Gran estorbo es para el hombre  la dureza de su corazón. ¿Cuántos errores cometemos a diario cayendo víctimas de nuestras  propias pasiones desordenadas? Nuestro corazón es como una caja de Pandora, que al abrirlo salen los secretos más ocultos: celos, odios, rencores,  desconfianzas, miedos, envidias, vanidades, prejuicios, susceptibilidades, etc., perdones pendientes, y tantas otras cosas que tenemos que erradicar. ¿ Cuánto acumula este baúl del alma?  El Sacramento de la Reconciliación, fuente de misericordia va despejando de todas estas malezas nuestro terreno del corazón, para hacerlo receptáculo propicio para la semilla de la Palabra. Este mea culpa, este escrutamiento  profundo y particular de cada ser, enfrentado al Padre, no hace mas que poner en evidencia nuestras faltas de amor, faltas estas que son una muralla frente a la misericordia que Dios mismo nos ofrece.  Perdonar o perdonarse es fácil cuando se tiene real conciencia de la propia bajeza y miseria, cuando se ha experimentado  lo inmenso del amor de Dios y de lo pequeño que es el hombre para comprenderlo y contenerlo. Este delicado tema de la conciencia que debe ser pura para alcanzar santidad necesita de una voluntad, de un deseo profundo de una sincera conversión, y de una firme propuesta de enmienda.  Que la gracia de Dios nos  alcance la luz para responder a este llamado, porque  hacia el fuego o el agua dirigimos nuestras manos,  porque condenarnos o salvarnos es nuestra  libre elección.

Señor, ten piedad de mí, y dame las gracias necesarias para obrar en conformidad a tú Sagrada voluntad. No permitas mi Dios que jamás me aparte de Tí.  No dejes de socorrerme en las horas de debilidad y flaqueza. Fortaléceme Señor en la fe y enraíza mi corazón a la única Ley que rescata y salva de todo pecado: EL AMOR.