Actitudes dignas de imitar

Autor: Alicia Beatriz Angélica Araujo

 

 

María y José  nos muestran dos actitudes humanas que fueron del agrado y complacencia de Dios y sumamente importantes en el plan del  Altísimo.

María, sumisa, y en humilde silencio entregada, guarda el gran secreto el designio que recae sobre ella frente a la encarnación del Hijo de Dios.

Siendo una de nosotros pero llena de gracia por elección de Dios se constituye sierva, y se despoja de todo querer y pretender, llevando toda su satisfacción al cumplimiento de la voluntad del Padre. María aún sin comprender totalmente, perpleja ante el Ángel del Señor,  se lanza con decisión confiada a caminar  y acompañar a su Hijo, en el sendero del sufrimiento que nos traerá la redención.

En cuanto a José pocos datos tenemos que nos relaten los Evangelios, pero si encontramos exaltada  su condición  de hombre justo, como un distintivo que hace  la elección de Dios del hombre que camina en santidad.

Un justo, que enfrentando la maternidad de su prometida pone a prueba su hombría de bien, y toma la decisión  de no repudiarla públicamente, y guardando este secreto en su corazón resuelve abandonarla, Un justo varón, que teniendo razones  no obra en conformidad con la justicia humana y la fría ley, sino que se complace  en la justicia del mismo Dios. Hombre honesto consigo mismo y demás misericordioso con su prójimo más próximo María; es introducido en la historia de la salvación con su virtud probada, en su capacidad de amor que supera prejuicios y perjuicios.

Así encontró el proyecto de Dios su cumplimiento con la cooperación de estas dos criaturas (María y José), así mismo quiere y espera nuestro Señor hoy redimensionar su plan maestro,  y necesita  también de nuestra cooperación, al igual que los padres terrenos  de Jesús, tiene que ser: libre, voluntaria, amorosa, confiada, justa, humilde, silenciosa, prudente, paciente, generosa, servicial, entregada, y noble.

Este llamado es también para nosotros, esta invitación se renueva en cada Adviento, y se concreta en cada Navidad, si nos disponemos a recibir al Mesías con el corazón abierto, y decididos a formar  parte del  plan de salvación de la humanidad toda. Sabiendo  que no nos salvamos solos, sino que lo lograremos en común unión con Cristo y con los hermanos.

Dispongamos entonces nuestro corazón en esta Navidad, de tal forma que pueda el Seño del Amor hacer su morada y así transformar el mundo, dejémoslo renacer para que el mundo crea y se convierta.

Por la sencilla razón de que: “ Si Dios es Amor,  debemos ser Amor sus hijos”