La fe y la ciencia son expresiones de única verdad

Autor: Padre Alfredo I Hernández  

 

 

Se publica este periódico en una fecha que parece extraña, el 29 de febrero. Sólo una vez cada cuatro años se le añade un día al mes de febrero. Ya el calendario juliano, establecido por Julio César en 46 a.C., estableció la norma del año bisiesto, para tratar de asegurar que siempre las estaciones coincidieran con las mismas fechas.

Con el pasar de los siglos los astrónomos se dieron cuenta que había un error en la manera en la cual el calendario juliano calculaba los años bisiestos. El Papa Gregorio XIII decretó en 1582 la adaptación del calendario, eliminando 10 días del calendario ese año, e imponiendo un cambio en las normas para los años bisiestos. Con las nuevas reglas, sigue siendo cada cuatro años un año bisiesto, a no ser que sea el año del siglo (1700, 1800, 1900). Sin embargo, cuando el año del siglo se puede dividir por 400 (como fue el 2000), ese año sí es año bisiesto.

Con estas normas, el calendario, que ahora llamamos gregoriano, se ha mantenido estable en su relación con las temporadas. Lo que más le importaba a la Iglesia Católica, la Pascua se puede celebrar siempre en el momento propicio, en el domingo después de la primera Luna llena de la primavera.

¿Por qué les cuento estos datos históricos y técnicos? Una acusación que se le hace con frecuencia al cristianismo en general, y a la Iglesia Católica en particular, es que está opuesta a la ciencia. Es importante tener en cuenta que la fe católica nunca se puede oponer a la razón. Nosotros tomamos muy en serio el hecho que Dios creó al mundo, y creó al ser humano con el uso de la razón. La razón no puede ir en contra de Dios, si es precisamente regalo de Dios.

La historia del calendario, que es bueno recordar este 29 de febrero, ayuda a apreciar mejor la relación entre la Iglesia y el mundo de la ciencia. Sin duda, ha habido momentos en los que la sospecha con respecto a ciertas teorías ha afectado negativamente el juicio de la Iglesia, como por ejemplo en el famoso caso de Galileo. Pero la Iglesia siempre ha auspiciado a la ciencia. Sería, para citar sólo un caso, imposible imaginarse las grandes universidades del mundo de hoy, centros del conocimiento humano, si no hubiera la Iglesia Católica la fundadora de todas las universidades medievales de Europa.

El Catecismo de la Iglesia Católica cita al Concilio Vaticano I, que en 1870 declaró lo siguiente: "A pesar de que la fe esté por encima de la razón, jamás puede haber desacuerdo entre ellas. Puesto que el mismo Dios que revela los misterios y comunica la fe ha hecho descender en el espíritu humano la luz de la razón, Dios no podría negarse a sí mismo ni lo verdadero contradecir jamás a lo verdadero".

Esta expresión pone de relieve el hecho que es imposible una guerra permanente entre la fe cristiana y la razón, ya que ambas son expresiones de una única verdad.

Un dato interesante es que los Papas han establecido la Pontificia Academia de la Ciencia, precisamente para promover una discusión libre de los temas científicos, y promover un diálogo abierto entre la fe y la razón. No hay calificaciones religiosas para ser miembro de la Pontificia Academia. De hecho, vale la pena notar que a fines de los años 30, en sus documentos se publicaban los escritos de científicos judíos, cuando ya las leyes antijudías de los fascistas no les permitían trabajar públicamente en Italia.

Quizás parezca este tema de la relación entre fe y razón algo raro para este tiempo de cuaresma. Pero Jesús sufre precisamente para reconciliarnos con Dios y con nuestros hermanos. El camino de la reconciliación es el camino de la verdad. Le pedimos hoy al Señor que nos ayude a buscar la verdad sobre Dios, sobre el ser humano y sobre la creación. La verdad nunca se puede oponer a la verdad.

Recuerden, "¡La Luz Está Encendida para Ti!"

Febrero 29, 2008