V Domingo de Cuaresma, Ciclo A

Juan 11, 1-45: Cristo saca al hombre de la muerte a la vida

Autor: Padre Alfredo I Hernández  

 

Muchas veces en funerales he leído alguna porción del Evangelio del V Domingo de Cuaresma, la historia de la resurrección de Lázaro (Juan 11, 1-45).

Este pasaje bíblico expresa con claridad la fe de los cristianos: que Cristo es el vencedor sobre la muerte, como dice El mismo, "Yo soy la resurrección y la vida". Sin embargo, cuando lo leo en las exequias, me quedo a veces pensando si los familiares del difunto no se quedan decepcionados de que Jesús no le diga lo mismo a su ser querido que le dice al hermano de Marta y María: "¡Lázaro, sal de ahí!"

Sin duda, la resurrección de Lázaro afirma el poder de Jesús sobre la muerte, pero la Iglesia nunca quiso entender que fuera la intención de Jesús que nadie más nunca muriera en la carne. De hecho, según la tradición, Lázaro llegó a ser el primer Obispo de Marsella en Francia, donde murió mártir. Aunque Jesús mostró en la resurrección de Lázaro su identidad como Hijo de Dios, Lázaro tendría que compartir la cruz de Cristo, para llegar a participar plenamente en la resurrección definitiva de Jesús.

Escuché hace muchos años acerca de un sacerdote que hizo algo dramático. Le pidió prestado a una funeraria un ataúd para las Misas del domingo en las que se leía este pasaje del Evangelio. Al comienzo de la homilía, gritó, "¡Lázaro, sal de ahí!" La gente, sorprendida, miró hacia la caja de muerto. El sacerdote les dijo, "¡Fíjense! ¡Los hice mirar!"

Se pudiera tomar esto como una broma, y no es un método que yo me atrevería a usar. Pero, lo que quería recalcar este sacerdote era que necesitamos estar abiertos a las sorpresas que Jesús quiere lograr para nosotros.

Jesús muestra que él comparte el dolor de las hermanas de Lázaro, aún llorando por él. Jesús comparte también toda tristeza nuestra. Debemos estar abiertos a que él esté presente con nosotros en nuestros momentos de dolor, como acompañó a Marta y a María.

Es creyendo con Marta que Jesús es "la resurrección y la vida", que él es "el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo", que nos podemos abrir al poder maravilloso de su presencia con nosotros.

Vale la pena notar que, aunque se supone que en la Cuaresma nos esforcemos en acompañar a Jesús en el camino hacia el Calvario, como por ejemplo en el Vía Crucis, en realidad lo que hacemos a través de estas devociones es invitar a Jesús, que sufrió por nosotros, a compartir nuestros dolores, y cargar nuestra cruz. Podemos confiar que, si fue a acompañar a Marta y a María en su dolor y si le dio la vida a Lázaro, Jesús no nos abandonará.

También son estos últimos días de la Cuaresma y la Pascua que anhelamos un tiempo bello para recordar y pedir por nuestros familiares y amigos difuntos. Tanto quisiéramos que Jesús nos los devolviera aquí y ahora. Sin embargo, uniéndonos de verdad a Jesús, nos podemos dar cuenta que el regalo que él ganará por nosotros a través de su propio sufrimiento y muerte es aun más grande que el regalo que le dio a Lázaro, de vivir en la tierra un poco más. El regalo que Jesús le da a todo el que cree en el Mesías e hijo de Dios, es el regalo de hacernos definitivamente libres de toda atadura de pecado y muerte.

Abrámonos a este regalo, a través de nuestra participación en estos días tan especiales del año litúrgico. Pueda ser este el regalo de Jesús para nosotros y para todos aquellos por quienes rezamos. Sabemos que es el regalo que nos da desde la cruz.

Al final de nuestras vidas, pueda escuchar cada uno de nosotros, y escuche ahora cada uno de nuestros fieles difuntos, esas palabras tan bellas de Jesús: "Amigo mío, ¡sal de ahí!"

Recuerden, "¡La Luz Está Encendida para Ti!"

Marzo 7, 2008