Viernes Santo

Juan 18, 1-19, 42: Misericordia de Jesús conduce a la esperanza

Autor: Padre Alfredo I Hernández  

 

Una vez más hemos llegado al Viernes Santo. Sabiendo que vivimos hoy el día de nuestra salvación, nos unimos a Jesús en su Pasión y muerte, para poder gozar con El de la vida del Cielo.

Como es costumbre este año, en mi parroquia de Santa Juliana, como en muchas otras iglesias católicas alrededor del mundo, tendremos la prédica del Sermón de las Siete Palabras, comenzando al mediodía, hasta las 2:30 de la tarde.

Quisiera compartir con ustedes sólo un par de las reflexiones que haré esta tarde, sobre dos de las últimas oraciones de Jesús desde la Cruz.

Al meditar sobre las últimas palabras de Jesús quisiera hacerlo desde el punto de vista de la esperanza, una perspectiva sugerida por la segunda encíclica del Santo Padre Benedicto XVI, Spe Salvi, la cual hemos tratado ampliamente en este espacio.

Ya la primera palabra (Lucas 23:33-34) nos debe llenar de esperanza. ¿Cómo es posible que Jesús, que tanto ha sufrido y a quien le queda tanto por sufrir, sea capaz de ofrecer de la Cruz no maldiciones, sino bendiciones? Es algo maravilloso oír estas palabras de misericordia. Es bueno oírlas este Viernes Santo, ya que sirven de invitación a recibir ese don de la misericordia en el Sacramento de la Reconciliación, el cual nos ofrece la certeza de que Dios perdona nuestros pecados, como Jesús perdonó a sus verdugos.

Es cuando experimentamos la misericordia de Jesús que podemos estar llenos de aquella esperanza que es necesaria, para no temer, cuando llegue el momento de perdonar a los que nos han hecho daño.

El miedo nos hace difícil perdonar, el temor de que nos lastimarán de nuevo. La esperanza y el temor no pueden coexistir, así que es la esperanza que nos permite perdonar de verdad. Les invito a reflexionar hoy sobre alguna herida o rencor que guardan con mucho cuidado en su corazón.

Pídanle al Señor que les perdone todos los pecados y que les ayude a perdonar de corazón.

Pasamos ahora a la otra oración de Jesús que quisiera tratar con ustedes, tomada de Mateo 27:46: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"

Parece contradecir la esperanza esta cuarta palabra del Señor crucificado. De hecho, el Salmo 22 es una profecía de los sufrimientos de Jesús, del Justo que se siente abandonado por Dios. Sin embargo, cuando el judío rezaba las primeras palabras de un salmo, se sobreentendía que tenía en mente el salmo completo.

En este caso, es importante recordar que el Salmo 22 termina con una aclamación de gloria y alabanza a Dios. Por lo tanto, lejos de negar la esperanza, Jesús, en medio de su sufrimiento y sentimientos de abandono, expresa su confianza en Dios.

En su encíclica, el Papa sugiere que el sufrimiento nos presenta la oportunidad de crecer en la esperanza. Cita el ejemplo de un mártir vietnamita del siglo XIX, Pablo Le-Bao-Thin.

Después de ofrecer una larga cita de una carta en la cual él describe los horrores del campo de concentración, junto con la esperanza que le llena el corazón, reflexiona el Santo Padre: "El sufrimiento y los tormentos son terribles y casi insoportables. Sin embargo, ha surgido la estrella de la esperanza, el ancla del corazón llega hasta el trono de Dios. No se desata el mal en el hombre, sino que vence la luz: el sufrimiento —sin dejar de ser sufrimiento— se convierte a pesar de todo en canto de alabanza".

Podamos este Viernes Santo unir nuestros dolores a los de Cristo, como fue capaz de hacer este mártir vietnamita.

Podamos compartir plenamente su Cruz, para poder celebrar con alegría la Pascua, este domingo, obviamente, pero también eternamente en el cielo.

Será el Banquete Pascual en el cielo el verdadero cumplimiento de todas nuestras esperanzas.

Que durante este Triduo Pascual el Señor los colme de bendiciones a ustedes y a sus familias.

Marzo 21, 2008