La cuaresma es momento ideal para confesarse

Autor: Padre Alfredo I Hernández  

 

 

Me enteré hace poco de un programa de las parroquias de la Arquidiócesis de Washington: "¡La Luz Está Encendida para Ti!"

Por medio de este programa, el Arzobispo de Washington, Monseñor Donald Wuerl, les pidió a todas las parroquias que tuvieran confesiones una noche entre semana todas las semanas durante la Cuaresma, para promover que los feligreses celebren el Sacramento de la Reconciliación en este tiempo de conversión.

Aunque en nuestra diócesis no tenemos este programa organizado, durante la Cuaresma siempre se ofrecen muchas oportunidades para la confesión.

Les invito a que se comuniquen con la iglesia católica a la que asisten, o si no han estado asistiendo mucho, la que les queda más conveniente, a ver cuál es su horario para este sacramento. Si necesitan un sacerdote fuera de estos horarios programados, cualquier sacerdote hará todo lo posible para ayudarlos lo antes posible.

En el Evangelio del domingo (Juan 4, 5-42), la mujer samaritana encuentra en Jesús aquel que sabe todo lo que ella ha hecho, y por eso le dice, "Señor, ya veo que eres profeta". Un encuentro con alguien que sabe todo de nuestras vidas podría generar miedo, pero en este caso, se convirtió en un momento de salvación para la mujer samaritana y sus amigos. Así debe ser para cada uno de nosotros la experiencia del Sacramento de la Reconciliación.

En su carta pastoral presentando esta iniciativa pastoral, Monseñor Wuerl escribe lo siguiente: Existe una simplicidad reconfortante en la confesión.

Con una sincera contrición sólo necesitamos abrir nuestros corazones al sacerdote, enumerar nuestras fallas y pedir perdón.

Lo que sigue es uno de esos momentos en la vida de la Iglesia donde el gran poder de Jesucristo se siente más claro y directamente. En el nombre de la Iglesia y de Jesucristo, el sacerdote absuelve al penitente de su pecado.

El corazón de la confesión es el momento de la absolución, que sólo un sacerdote puede garantizar invocando la autoridad de la Iglesia y actuando en persona de Jesucristo".

Muchas veces la gente no quiere confesarse porque le parece como una imposición de la Iglesia. En épocas anteriores se temía que fuera el sacramento una manera de controlar a la gente, de robarle su libertad. La realidad es todo lo contrario.

En la confesión, se nos invita a abrirnos completamente a Cristo, por el ministerio del sacerdote. La misma experiencia de reconocer nuestra culpa y admitirla es de gran beneficio. Pero no estamos hablando aquí de efectos primariamente psicológicos, aun si el sacramento tiene beneficios psicológicos muy importantes.

Lo primordial del sacramento es que es en la Penitencia que encontramos la verdadera libertad, ya que es ahí cuando realmente nos encontramos con Jesús, que rompe las cadenas de nuestros pecados.

En uno de los pasajes bíblicos que más citamos para explicar la práctica de la confesión, vemos precisamente esta imagen: "todo lo que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en los cielos" (Mateo 18, 18).

El regalo maravilloso que nos da Dios en la confesión es la libertad, la libertad de nuestros pecados, y la libertad para vivir la vida de gracia que es nuestra propia por el bautismo.

Invito a todos los católicos que leen esta columna a que se acerquen al confesionario en estos bellos días de Cuaresma. Recuerden que el que nos espera ahí es el mismo Jesús que le concedió a la mujer samaritana el agua de vida.

Pueda nuestro encuentro con Jesús en el Sacramento de la Reconciliación ser para cada uno de nosotros, esta Cuaresma, un tiempo de gracia, un momento de salvación.

Recuerden, "¡La Luz Está Encendida para Ti!"

Febrero 22, 2008