Dar limosna sin pensarlo es meta de la cuaresma 

Autor: Padre Alfredo I Hernández  

 

 

En su mensaje para la cuaresma, el Santo Padre Benedicto XVI se enfoca en la práctica de la limosna, que "representa una manera concreta de ayudar a los necesitados y, al mismo tiempo, un ejercicio ascético para liberarse del apego a los bienes terrenales".

Con la oración y el ayuno, dar limosna es una de las prácticas típicas de la cuaresma, y el Papa nos ofrece una bella explicación de su significado.

Vivimos en una sociedad en la cual los bienes materiales se ven como el centro de la vida. Consideren bien en qué ustedes y sus amigos gastan el tiempo. ¿Dirían que el tiempo lo pasan más tratando de adquirir más, o viendo cómo pueden dar más? A veces podemos achacarle esta actitud al hecho de que vivimos en el país del materialismo. Sin embargo, todo país puede ser así, en toda época. Si así no fuera, Jesús no hubiera tenido que decir: "No pueden servir a Dios y al dinero" (Lucas 16,13).

El Papa presenta brevemente, pero con claridad la perspectiva de la Iglesia en cuanto a la propiedad privada y la obligación de compartir con los más pobres: "Según las enseñanzas evangélicas, no somos propietarios de los bienes que poseemos, sino administradores: por tanto, no debemos considerarlos una propiedad exclusiva, sino medios a través de los cuales el Señor nos llama, a cada uno de nosotros, a ser un instrumento de su providencia hacia el prójimo. Como recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica, los bienes materiales tienen un valor social, según el principio de su destino universal".

Aunque es importante diagnosticar cómo la sociedad promueve la visión materialista, es aun más importante diagnosticar y curarla en nuestro corazón. Ahí está el propósito de dar limosna. Es amando que aprendemos a amar. Es dando que aprendemos a dar. Aunque en todo momento hace falta practicar la caridad, la cuaresma ofrece un momento privilegiado para enfocarnos en ella.

Un punto esencial en cualquier práctica cuaresmal es no dar para impresionar a nadie, sino porque queremos así servir a Dios y al prójimo con amor. El Papa cita la expresión tan conocida de Jesús, con respecto a la limosna: "Que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, así tu limosna quedará en secreto" (Mateo 6,3-4). Con tanta frecuencia hace falta, al buscar apoyo para las obras de caridad, gastar más esfuerzo en cómo conmemorar las donaciones que en el mismo proyecto. ¡Qué bueno sería si no nos interesara ese tipo de reconocimiento! Sería así de verdad la caridad que busca Cristo de nosotros, que es capaz de imitar su donación de sí mismo en la cruz.

Hay algunos puntos más. "La limosna, acercándonos a los demás, nos acerca a Dios y puede convertirse en un instrumento de auténtica conversión y reconciliación con él y con los hermanos". Si damos limosna, con motivos verdaderamente generosos, nos acerca no sólo al hermano con quien somos generosos, sino con Dios mismo. Si amamos a Dios, tenemos que amar a nuestros hermanos. Si amamos a nuestros hermanos y hermanas, no por interés propio sino de verdad con el corazón generoso, es imposible no amar a Dios. Por lo tanto, dar limosna es un paso importantísimo en el camino de conversión.

Luego, el hecho de no ser generosos para que la gente nos vea puede llevarse aún más lejos. Cuenta el Santo Padre que San José Benito Cottolengo, un sacerdote que promovió obras de caridad en el siglo XIX, "solía recomendar: 'Nunca contéis las monedas que dais, porque yo digo siempre: si cuando damos limosna la mano izquierda no tiene que saber lo que hace la derecha, tampoco la derecha tiene que saberlo' ". Hace falta no sólo no tratar de lucirnos con la generosidad, sino tampoco experimentar una soberbia interior.

Lo fundamental es ejercernos en la práctica de la generosidad genuina. Al lograrla, encontraremos la verdadera alegría, encontraremos a Dios, cuyo Hijo, Aquél que describe el título de este bello mensaje: "Nuestro Señor Jesucristo, siendo rico, por vosotros se hizo pobre" (2Cor 8,9). Es dando con un corazón generoso, no sólo de lo material, sino de nuestras propias vidas, que imitamos mejor a Jesús, y por lo tanto, nos unimos más a Él y a su Padre celestial.

Febrero 15, 2008