Memoria San José. Obrero

Mateo 13, 54-58: 1º de mayo, Día del Trabajo. 

Autor: Padre Alfredo I Hernández   

 

 

            Mañana, 1º de mayo, es alrededor del mundo el Día del Trabajo.  En muchos de nuestros países es un día feriado, con marchas y celebraciones.  En los Estados Unidos, por temor al uso que los socialistas desde muy pronto hacían de este día, cuando se llegó a establecer un Día del Trabajo, se fijo para el primer lunes de septiembre.  La Iglesia Católica siguió otro rumbo.  Como hizo en otros tiempos con celebraciones paganas que ella encontró al encarnarse en distintas culturas, la Iglesia pudiéramos decir que “bautizó” esta fiesta, dándole un sentido plenamente cristiano, estableciendo para este día la fiesta de San José Obrero.

            Al recordar el hecho que aquél que hizo de padre de Jesús en su vida terrenal trabajó en una profesión con la cual se puede identificar todo obrero, el trabajo de carpintero, y con ese trabajo gano el sustento para el y su familia, la Iglesia hace hincapié en la dignidad del trabajo humano.  Si uno revisa todos los documentos de la Iglesia que tienen que ver con el trabajo y la justicia social de los últimos 113 años, comenzando con la encíclica del Papa León XIII en 1891, Rerum Novarum, encuentra que la Iglesia insiste que el trabajo humano debe siempre verse como una participación en la obra de la creación – la obra divina de la creación.  Precisamente como obreros, los seres humanos se asemejan a Dios Creador.

            Al tratar el tema del trabajo la Iglesia siempre ha estado contraria a dos polos opuestos en las discusiones sobre él.  Los capitalistas han visto el trabajo como un medio para lograr sus metas – es un elemento más en la producción.  Igual que hacen falta hierro, aluminio, plástico, y otras cosas para fabricar un carro, hace falta mano de obra, y por lo tanto, hacen falta obreros..  La labor representa un costo más.  Desde el punto de vista marxista, se pretende defender los derechos de “los trabajadores,” pero se acaba perdiendo en la masa la identidad y la dignidad del individuo, del “trabajador.”

            En su encíclica sobre este tema, Laborens Exercens, publicada en 1981, el 90 aniversario de ese primer documento de la doctrina social de la Iglesia ya mencionado, el Papa Juan Pablo II escribe:

No corresponde a la Iglesia analizar científicamente las posibles consecuencias de tales cambios en la convivencia humana. Pero la Iglesia considera deber suyo recordar siempre la dignidad y los derechos de los hombres del trabajo, denunciar las situaciones en las que se violan dichos derechos, y contribuir a orientar estos cambios para que se realice un auténtico progreso del hombre y de la sociedad” (#1).

La Iglesia insiste en valorar el trabajo en su relación a la dignidad del ser humano.  Puede ser muy difícil para la persona cuyo trabajo o las condiciones de trabajo son por su naturaleza deshumanizantes poder ver el trabajo como algo que los asemeja a Dios.  Aun aquí esa semejanza a Dios se puede ver si la persona se une a Cristo en la cruz – la suprema “obra” de toda la historia humana.  Sin embargo, la perspectiva de la Iglesia es que hace falta poner todos los esfuerzos para que el trabajo nunca sea deshumanizante, sino que siempre promueva la realización de la persona humana.  El Papa subraya este punto al insistir:

El hombre que trabaja desea no sólo la debida remuneración por su trabajo, sino también que sea tomada en consideración, en el proceso mismo de producción, la posibilidad de que él, a la vez que trabaja incluso en una propiedad común, sea consciente de que está trabajando “en algo propio. Esta conciencia se extingue en él dentro del sistema de una excesiva centralización burocrática, donde el trabajador se siente engranaje de un mecanismo movido desde arriba; se siente por una u otra razón un simple instrumento de producción, más que un verdadero sujeto de trabajo dotado de iniciativa propia. Las enseñanzas de la Iglesia han expresado siempre la convicción firme y profunda de que el trabajo humano no mira únicamente a la economía, sino que implica además y sobre todo, los valores personales. (#15)

            Ya que en este país no se celebrará el Día del Trabajo  hasta dentro de unos meses, sea esta fiesta de San José Obrero una oportunidad para valorar el verdadero significado del trabajo.  Si tenemos la dicha de poder trabajar en una forma en la cual sentimos su dignidad y nos hace a nosotros más dignos, sepamos darle gloria a Dios en ese trabajo.  Si el trabajo es para nosotros solamente una carga pesada, podamos unirnos a la cruz del Señor en esa experiencia y buscar la manera de proveer por nuestra familia de una manera que mejor respete nuestra dignidad como hijos de Dios.  Si la falta de trabajo nos causa gran preocupación, pongamos esa petición delante del Señor en este día.  Si nos damos cuenta que como patrones o jefes hemos de alguna forma violado los derechos o la dignidad de nuestros empleados, podamos usar esta ocasión para experimentar una verdadera conversión..  Celebremos todos este 1º de mayo la dignidad no primero del trabajo sino de cada trabajador.

Abril 30, 2004