II Domingo de Pascua, Ciclo A.

Juan 20, 19-31: Vivir en la paz de Dios

Autor: Padre Alfredo I Hernández  

 

 

               ¡El Señor resucitó!  ¡Aleluya!  ¡Feliz Pascua de Resurrección!  Quizás les parezca raro que esté hablando de la Pascua Florida.  ¿No pasó ya?  Ya terminamos de comernos todos los conejitos de chocolate (casi todos huecos) y todos los caramelos que estaban en los huevitos plásticos – nos hemos adaptado a esas costumbres norteamericanas – y ya pasó la Pascua.

            Sin embargo, para la Iglesia apenas ha comenzado.  Todos los día en la Octava de Pascua (la semana después de Domingo de Resurrección) se tratan en la Iglesia como si fueran el mismo Día de Pascua.  Luego, el Tiempo Pascual se prolonga un total de 50 días después de la celebración de la Resurrección de Jesús, hasta las celebraciones de la Ascensión y finalmente de la venida del Espíritu Santo en Pentecostés.  Por lo tanto, podemos seguir diciendo por muchos días más: ¡Feliz Pascua!

            Al celebrar el Tiempo Pascual, las ideas claves en la liturgia católica son la vida de la misma Iglesia y la esperanza.  Leemos mucho en este tiempo de los Hechos de los Apóstoles, permitiéndonos considerar cómo es que ella continúa la labor del Señor Jesús.  Nos es muy importante, en medio de tanta confusión que existe sobre el papel de la Iglesia Católica, recordarnos que solamente hace sentido nuestra misión cuando es la misión de Cristo.

            El otro tema central en todo el Tiempo Pascual es la esperanza.  Jesús resucitó y ya no hay razón para temer.  Hay tantas situaciones que nos dan miedo en nuestra situación actual.  En muchas partes del mundo el odio y la guerra están destruyendo muchas vidas.  Muchos de nosotros tenemos familiares en la guerra en Irak o en Afganistán, y nos preocupa su situación.  La mayoría de nuestros países de origen sufren de crisis políticas o económicas más o menos graves.  Nos preocupan nuestros familiares allá a la vez que nos preocupamos por nuestro bienestar acá.  Como sirvió de evidencia tristísima el terrible accidente automovilístico en el cual murieron ocho obreros en Fort Pierce hace pocos días, hay condiciones legales y sociales aquí en los Estados Unidos que hacen de la vida diaria muy peligrosa para muchos de nosotros hispanos.  Nos preocupan nuestros familiares que van a trabajar al campo o la posible visita de la Migra o cómo nuestros hijo van a poder progresar si no tienen la posibilidad de ir a la universidad sin papeles.

            Existe mucha oscuridad en el mundo y en la comunidad que nos rodea.  Sin embargo, la luz de Cristo que irrumpió en la oscuridad de la noche entre Sábado Santo y Domingo de Resurrección alumbra toda oscuridad.  En este tiempo celebramos nuestra confianza que la victoria es de Cristo, y si nosotros pertenecemos a Él, su victoria la compartiremos nosotros.  Esto no es, como decía Carlos Marx, la religión como un “opio para el pueblo,” pretendiendo que nos debemos sentir bien en el medio de la injusticia, la violencia y las tristezas, porque Dios hará que todo salga a nuestro favor en el cielo.  La esperanza basada en la resurrección nos permite ver el destino del mundo y nuestro destino en el plan de Dios y nos da el valor para convertirnos en constructores de ese destino.

            En este gran Tiempo Pascual, vivamos como Iglesia de Cristo la misión de Nuestro Señor.  Vivamos llenos de esperanza.  En toda situación donde encontremos oscuridad, ya sea en nuestros corazones o en la comunidad o en el mundo que nos rodea, llevemos la luz de Cristo.

Abril 16, 2004