Domingo de Ramos, Ciclo A

Lc 19,28-40: Bendito el que viene en nombre del Señor 

Autor: Padre Alfredo I Hernández  

 

 

Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavado Cristo, el Salvador del mundo.  Con estas palabras la liturgia del Viernes Santo anuncia la veneración de la Cruz.  El pueblo responde, Venid y adoremos.  Al entrar este domingo en la Semana Santa, la semana más grande en el año litúrgico, la Iglesia nos invita a venir y adorar al Señor. 

El Domingo de Ramos, adoramos a Jesús en su entrada triunfante en Jerusalén: Hosanna al Hijo de David.  Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel (Mateo 21,9).  Alzamos los ramos y alabamos a Cristo, nuestro Rey.  Es bueno siempre recordar al comenzar la Semana Santa que el mismo gentío que pocos días después gritará ¡Crucifícalo! es el que primero grita ¡Hosanna!  Es bueno preguntarnos si somos completamente sinceros al darle culto al Señor.  Cuando le cantamos alabanzas todos los  días, ¿seremos coherentes siempre con esas alabanzas?

Ya el mismo día, al que le decimos más formalmente Domingo de Ramos de la Pasión del Señor, participamos en la lectura de la Pasión, este año según san Lucas.  Este recuento de las últimas horas de Cristo, al igual que los otros tres Evangelios, nos presenta todo lo que sufrió el Hijo encarnado de Dios por amor a nosotros.  Podemos experimentar hasta qué punto llegan nuestros pecados y hasta qué punto llega el perdón de Dios.  De hecho, san Lucas pone de relieve la misericordia de Jesús, con algunas frases sorprendentes: Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen (Lucas 23,34), y hoy estarás conmigo en el Paraíso (Lucas 23,43).

Al comenzar la Semana Santa, adoramos a Jesús que se prepara para la traición y los ultrajes que le esperan.  Es algo muy especial participar en las Misas diarias de lunes a miércoles, ya que nos ayudan a prepararnos para los grandes días que les siguen.  También en estos días muchas parroquias ofrecen confesiones adicionales, para ayudarnos a estar bien dispuestos para recibir la abundancia de la gracia de Dios.  Un evento muy especial es la Misa del Santo Crisma.  Esta Misa normalmente se celebra la mañana del Jueves Santo, pero por razones prácticas se puede adelantar.  Se celebra en nuestra Diócesis de Palm Beach el Martes Santo, a las 11 a.m., en la Catedral de San Ignacio de Loyola en Palm Beach Gardens.  Esta bella Misa nos permite a todos a ser testigos cuando todos los sacerdotes de la Diócesis, unidos a su Obispo, Monseñor Gerald Barbarito, renuevan su compromiso sacerdotal.  A la vez, en esta celebración el Obispo bendice los óleos que se usarán en el año entrante para los sacramentos, como el Bautismo, la Confirmación, la Unción de los Enfermos y la Ordenación.

La noche del Jueves Santo, adoramos a Jesús sobre todo en la Eucaristía.  Comienza el gran Triduo Pascual, los “tres días” en los cuales se nos renueva la gran Pascua judía.  Pasamos del pecado a la gracia, de la esclavitud a la libertad, de la muerte a la vida.  El mismo Jueves Santo celebramos la Misa Vespertina de la Cena del Señor.  Un elemento especial de esta Misa es el lavatorio de los pies, cuando el sacerdote pone en práctica el mandamiento de Jesús en la última cena (cf. Juan 13,15), lavándole los pies a 12 feligreses.  Es un poderoso recuerdo de que el ministerio en la Iglesia siempre debe comenzar y terminar en el humilde servicio.  Esta noche recordamos no solamente el compromiso del sacerdote, sino primero que nada el significado de la Eucaristía.  Jesús está realmente presente en su Cuerpo y su Sangre, los cuales nos entregó sacramentalmente en la última cena, como los iba a ofrecer al Padre el Viernes Santo.  La Misa del Jueves Santo termina normalmente con una procesión con el Santísimo Sacramento (las hostias consagradas que han sobrado y se usarán al día siguiente para la Comunión) hasta una capilla o altar donde se custodiará al Señor Eucarístico.  Una tradición en muchos de nuestros países es de visitar a 7 iglesias esta noche, acompañando a Jesús en Getsemaní, como sus apóstoles Pedro, Santiago y Juan dejaron de hacer.  En todo caso, aunque las distancias hagan difícil aquí esa tradición de visitar a varias iglesias, lo esencial es estar Jesús esta solemne noche, uniéndonos ya a la agonía que Él sufrió por nosotros.

El Viernes Santo adoramos a Jesús en la cruz.  Es el único día en todo el año en que por más de 24 horas no se celebra la Eucaristía.  Este día es día de ayuno y abstinencia, y debe estar reservado a actividades piadosas y sobrias.  Algunas costumbres que muchas iglesias preservan es el Sermón de las Siete Palabras, normalmente entre las 12 del mediodía y las 3 de la tarde, las horas que Jesús pasó en la cruz.  También es muy típico tener una procesión con el Vía Crucis actuado.  Lo importante es compartir plenamente lo que Jesús hizo por amor a nosotros.  El ápice de este día es la Liturgia de la Pasión del Señor, con la lectura de la Pasión según san Juan, las oraciones por todos los creyentes y no creyentes, la Veneración de la Cruz, y la Comunión (con las hostias de la noche anterior).  Es una cosa asombrosa considerar el gran amor con que Jesús murió por nosotros, y esto lo hacemos en cada momento de esta gran celebración.

El viernes que viene (Viernes Santo) continuaré esta reflexión, meditando sobre el significado del Sábado Santo y el Domingo de Resurrección.  La Pasión según san Juan enfatiza que la cruz no es la derrota de Jesús, sino la victoria de su amor.  Sin embargo, la cruz no es el final de la historia, sino aquel acto de amor que abre el camino para la Resurrección.  Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavado Cristo, el Salvador del mundo.  Venid y adoremos.

Abril 2, 2004