El Beato Miguel Agustín Pro es ejemplo de dignidad

Autor: Padre Alfredo I Hernández

 

 

Este viernes, la Iglesia celebra la memoria litúrgica del Beato Miguel Agustín Pro, un jesuita fusilado en esta fecha en 1927 en México. Hemos tratado en los últimos dos artículos de los casos de algunos de los mártires recién beatificados, víctimas de los grandes sistemas ateos del siglo XX, el comunismo y el Nazismo. Como hicieron muchos de sus compatriotas que sufrieron durante la persecución anticatólica en México, y como harían muchos otros mártires durante todo el siglo, el sacerdote clandestino Miguel Agustín Pro murió gritando, "¡Viva Cristo Rey!"

Es bueno considerar el significado de estas palabras, al celebrar este domingo la Fiesta de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. Cuando proclamaron los mártires, "¡Viva Cristo Rey!", ellos decían que el sacrificio de su vida al ser asesinados estaba unido al reino de Cristo. Nosotros decimos todos los días, en el Padre Nuestro, "Venga tu reino". Los mártires del último siglo han expresado esta petición de la Oración Dominical de la manera más perfecta, haciendo presente el reino de Cristo, el reino de Dios, en su auto-entrega por amor a él y a su Iglesia. Esa misma exclamación en el último momento de la vida fue imitada por muchos de los mártires españoles en los 1930. Entre estos se encuentra uno de los 498 que fueron beatificados, como José López Piteira en la celebración masiva en Plaza San Pedro en Roma, el 28 de octubre de este año, Bartolomé Blanco Márquez, joven laico de 22 años. El escribió unas cartas poco antes de morir, a su familia y a su novia. La carta a su novia Maruja es impresionante por el amor humano que él expresa por ella y que reconoce que será perfeccionado en el cielo, y por la confianza que él expresa en la victoria de Cristo, con cuyo nombre en sus labios él moriría a 24 horas de escribir esa carta. La impresión que me ha causado leer esta carta, escrita el 1 de octubre de 1936, me hace pensar que vale la pena compartirla con ustedes en su totalidad:

"Maruja del alma: Tu recuerdo me acompañará a la tumba y mientras haya un latido en mi corazón, éste palpitará en cariño hacia ti. Dios ha querido sublimar estos afectos terrenales, ennobleciéndolos cuando los amamos en él. Por eso, aunque en mis últimos días Dios es mi lumbrera y mi anhelo, no impide que el recuerdo de la persona más querida me acompañe hasta la hora de la muerte. Estoy asistido por muchos sacerdotes que, cual bálsamo benéfico, van derramando los tesoros de la Gracia dentro de mi alma, fortificándola; miro la muerte de cara y en verdad te digo que ni me asusta ni la temo.

Mi sentencia en el tribunal de los hombres será mi mayor defensa ante el tribunal de Dios; ellos, al querer denigrarme, me han ennoblecido; al querer sentenciarme, me han absuelto, y al intentar perderme, me han salvado. ¿Me entiendes? ¡Claro está! Puesto que al matarme me dan la verdadera vida y al condenarme por defender siempre los altos ideales de Religión, Patria y Familia, me abren de par en par las puertas de los cielos.

Mis restos serán inhumados en un nicho de este cementerio de Jaén; cuando me quedan pocas horas para el definitivo reposo, sólo quiero pedirte una cosa: que en recuerdo del amor que nos tuvimos, y que en este instante se acrecienta, atiendas como objetivo principal a la salvación de tu alma, porque de esa manera conseguiremos reunirnos en el cielo para toda la eternidad, donde nada nos separará. ¡Hasta entonces, pues, Maruja de mi alma! No olvides que desde el cielo te miro, y procura ser modelo de mujeres cristianas, pues al final de la partida, de nada sirven los bienes y goces terrenales, si no acertamos a salvar el alma. Un pensamiento de reconocimiento para toda tu familia, y para ti todo mi amor sublimado en las horas de la muerte. No me olvides, Maruja mía, y que mi recuerdo te sirva siempre para tener presente que existe otra vida mejor, y que el conseguirla debe ser la máxima aspiración. Sé fuerte y rehace tu vida, eres joven y buena, y tendrás la ayuda de Dios que yo imploraré desde su Reino. Hasta la eternidad, pues, donde continuaremos amándonos por los siglos de los siglos". (Fuente: moralyluces.wordpress.com). Podamos nosotros, con nuestras vidas y con nuestro amor, dar gloria a Cristo Rey, para poder compartir con los santos y los beatos que hemos conocido en estos días, la gloria de su reino eterno, habiéndola ya probado, como ellos, en el amor que hemos vivido aquí en la tierra.

 

Noviembre 23, 2007