Una esperanza que merece ser compartida

Autor: Padre Alfredo I Hernández

 

 

CComo les avisé en mi último artículo, el 30 de noviembre el Papa Benedicto XVI firmó y publicó su segunda Carta Encíclica, Spe Salvi.

Una encíclica es una carta que el Papa le envía a toda la Iglesia, expresándose en materias importantes. En este caso, esta bella carta trata el tema de la esperanza. De hecho, el título viene tomado de Romanos 8, 24: Spe Salvi Facti sunt (En la Esperanza Fuimos Salvados).

Ya que el tiempo de Adviento que apenas ha comenzado es por excelencia el tiempo de la esperanza, me parece oportuno usar este tiempo de preparación paciente para nuestro encuentro con el Señor, para meditar sobre la virtud que hace posible toda paciencia, la esperanza.

En mis próximas columnas, pienso considerar detenidamente algunas de las porciones de la encíclica que me parecen más relevantes.

Ya en el primer párrafo, el Santo Padre afirma algo muy importante: "Se nos ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino".

Consideren cualquier proyecto que se nos pudiera ocurrir emprender. ¿Valdría la pena comenzar el proyecto si no pensáramos que podíamos completarlo? Sin embargo, si el proyecto es algo sumamente valioso, vale mucho el esfuerzo de completarlo, aun si es muy difícil, mientras que sepamos que vamos a lograrlo.

Ya aquí el Papa ha puesto clara la situación. La esperanza es esencial, no sólo para poder vivir la vida cristiana, sino para poder vivir.

Haciendo un repaso sobre la comprensión bíblica de "esperanza", el Papa expresa la actitud de los primeros cristianos con respecto al futuro: "En este caso aparece también como elemento distintivo de los cristianos el hecho de que ellos tienen un futuro: no es que conozcan los pormenores de lo que les espera, pero saben que su vida, en conjunto, no acaba en el vacío".

En el mundo pagano en el cual creció el cristianismo, y también en el mundo de hoy, muchos temen que la vida es un sinsentido. La esperanza que se basa en algo firme, de hecho en lo único perfectamente firme que existe, el amor de Dios revelado en Jesucristo, nos permite ver que la vida sí tiene sentido, un sentido que se puede vislumbrar al considerar lo que nos enseña Jesús sobre la vida eterna en El.

El Papa también nos aclara que la esperanza cristiana no sólo nos cuenta cómo será esa vida eterna, cuál será ese futuro que Dios nos tiene preparado, sino que hace que ya las puertas hacia ese futuro se abran para nosotros: "El Evangelio no es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida. La puerta oscura del tiempo, del futuro, ha sido abierta de par en par. Quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva".

Benedicto XVI termina la primera sección de la encíclica mostrando un ejemplo concreto de cómo la esperanza cristiana transforma a la persona que encuentra a Cristo (o es encontrada por Cristo).

Narra la historia de santa Josefina Bakhita, una esclava de Darfur que, tras sufrir muchos abusos por diversos dueños en su niñez, fue comprada en 1882, con cerca de 13 años, por el cónsul italiano en Sudán. El la llevó a Italia, donde llegó a conocer a un nuevo dueño, a un Patrón que la amaría siempre, al Dios de Jesús. Al conocer a un Dueño que había sufrido como ella, encontró la verdadera esperanza: "no sólo la pequeña esperanza de encontrar dueños menos crueles, sino la gran esperanza: yo soy definitivamente amada, suceda lo que suceda; este gran Amor me espera. Por eso mi vida es hermosa". Bakhita fue bautizada y confirmada e hizo la Primera Comunión, y después ingresó en una comunidad religiosa. Luego, pudo compartir esa esperanza que había transformado su vida con los demás.

Lean esta gran encíclica para que podamos reflexionar juntos sobre ella. Para leerla se puede encontrar en la página web del Vaticano, vatican.va. Abrámonos en este tiempo de Adviento al gran regalo de la esperanza. Comencemos desde ahora a permitir que el conocimiento de Jesús nos dé la certeza de que sus promesas se cumplirán, y que vale la pena entregar nuestras vidas por él. Aquí está una esperanza que hace nuestras vidas dignas de vivir, y una esperanza que merece ser compartida con los demás.

 

Diciembre 7, 2007