Liderazgo

La sociedad necesita lideres auténticos (3)

Autor: Padre Alfonso Lopéz Quintás

 

II
Necesidad de líderes espirituales
(Segunda Parte)

Actitudes contrarias al desarrollo de nuestra personalidad y el modo de superarlas


1. El reduccionismo. Si nos movemos en el nivel 1, tendemos a reducir los "ámbitos" a condición de "objetos", con el fin soterrado de dominarlos, poseerlos y manejarlos. Se trata del movimiento contrario al de la transformación de los objetos en ámbitos que tiene lugar cuando nuestra meta primaria en la vida -es decir, nuestro ideal- es crear modos elevados de unidad con las realidades circundantes. Esa transformación se da, por ejemplo, cuando se convierte una tabla en un tablero de juego, un piso en un hogar, una sala en un templo...


2. La manipulación. Manipular significa, básicamente, manejar los ámbitos -sobre todo los superiores, los personales- como si fueran meros objetos. Este tipo de manejo prepotente parece incrementar nuestra dignidad personal, pero la disminuye, porque amengua o anula del todo nuestra capacidad de crear los modos más elevados de unidad -es decir, de encuentro- y desarrollar normalmente nuestra personalidad .


3. El intrusismo La capacidad fisiológica y psicológica de expresarse (capacidad propia del nivel 1) es semejante en todos los seres humanos. No se debe negar a nadie la posibilidad de hacerlo, incluso cuando padece alguna minusvalía. Pero no todos cumplimos las condiciones que se requieren para hablar en público de forma adecuada al bien del pueblo. Si me invitan a expresar en un medio de comunicación social mi opinión sobre un tema que no conozco bien, tengo capacidad en dos aspectos para hacerlo: 1) mis facultades de expresión se hallan en estado normal, 2) dispongo de libertad para expresarme en esta determinada circunstancia. Este tipo de libertad de actuación concreta podemos denominarlo "libertad de maniobra", libertad de movimientos. Pero puedo carecer de dicha capacidad en un tercer aspecto: el de la preparación necesaria para hablar con el debido rigor. En este caso, aunque la libertad que recibo de fuera sea ab-soluta -desvinculada de toda condición-, no debo concederme la libertad de hablar, pues corro peligro de desorientar a la opinión pública y causar males nada leves.

Suele decirse que toda opinión es digna de respeto. Esto es cierto en el nivel 1. Nadie debe ser abochornado porque su timbre de voz sea poco agradable o porque se exprese lentamente. Las condiciones físicas o psíquicas de una persona han de ser respetadas, pues pertenecen a su acervo de cualidades naturales. Pero todo es distinto en el nivel 2, pues aquí estamos ante cualidades adquiridas, fruto de un esfuerzo creativo. Para manifestarme en un foro prestigioso -cátedra, medio de comunicación, parlamento...- debo contar con una preparación adecuada. La diligencia en adquirirla es la que me otorga la libertad interior de expresarme. Se trata de una libertad creativa, porque he puesto las condiciones necesarias para que su ejercicio contribuya a conseguir los fines que persigue el foro en cuestión. Como ser finito, puedo equivocarme, aun poseyendo la formación debida. Pero mi actividad no deja por ello de ser noble, justificada, llena de sentido.

Debemos exigir que se nos conceda desde fuera una libertad de expresión sin restricciones -en los centros académicos, en los medios de comunicación, en el parlamento...-. Pero tal libertad no la podemos ejercitar de modo ab-soluto, desligado de toda condición. La condición es que sea una libertad creativa, fecunda para la sociedad. Las personas responsables de cada foro suelen conceder libertad de expresión a quienes presentan títulos que garanticen un nivel de preparación suficiente. Para ser catedrático de universidad tuve que presentar un título de doctor y realizar diversas pruebas ante un tribunal cualificado. Ahora tengo libertad de cátedra. Pero no debo hacer uso de tal libertad para hablar de temas que no conozco debidamente. Mi opinión particular sobre una cuestión puedo expresarla privadamente a quien me la pida. No debo hacerlo en público si no estoy seguro de poder contribuir a clarificar el asunto tratado. Valerme de que estoy en condiciones de dirigirme a un gran público porque me hallo en buena forma y tengo licencia para ello, no es una actitud responsable y, por tanto, respetable si carezco de los conocimientos necesarios.

Parece una decisión muy "democrática", "liberal" y "abierta" permitir a todas las personas expresarse en público acerca de cualquier tema, por delicado que sea, con el pretexto de que "toda opinión es digna de respeto" y cualquier idea puede defenderse si se hace civilizadamente. En el nivel 1 esto es incuestionable, pues todos los seres humanos tenemos la misma naturaleza y somos, en principio, sujetos de los mismos derechos. Pero en el nivel 2 no están en juego los derechos básicos sino los que adquirimos a lo largo de la vida merced a las capacidades que nos procuramos con esfuerzo.


4. La superficialidad.
Saber unir unas letras con otras y percibir lo que expresan nos da capacidad de movimiento, nos otorga cierto dominio sobre el entorno, nos permite recibir información, orientarnos en la vida diaria, comunicarnos, manejar objetos... Todo ello pertenece al nivel 1 cuando realizamos tales actividades sólo “para arreglárnoslas” -como suele decirse-, sin afán creador propiamente dicho. Tener una idea -al menos somera- de lo que es el egoísmo y la tristeza es necesario para entender el lenguaje cotidiano y poder comunicarnos en alguna medida. Descubrir la relación que media entre actuar de forma egoísta y vernos invadidos por un sentimiento de tristeza es un acontecimiento que pertenece al nivel 2, en el que tiene lugar nuestro desarrollo como personas, con cuanto implica de capacidad creadora de toda suerte de relaciones.

En el nivel 1 se da el analfabetismo de primer grado, que nos impide captar los mensajes escritos y nos sume en un estado de desvalimiento espiritual. En el nivel 2 podemos padecer el analfabetismo de segundo grado, es decir, la incapacidad de descubrir el sentido profundo de lo leído. Este tipo de analfabetismo lo padecemos todos en alguna medida, y debe ser propósito diario amenguarlo cuanto podamos.

En momentos cruciales, cuando las crisis culturales ponen a los pueblos en riesgo de perder la auténtica vía de desarrollo espiritual, es ineludible disponer de personas que pongan la vida a la carta de superar todo lo posible este tipo de analfabetismo y ayudar a los demás a clarificar debidamente las bases de la existencia. El analfabeto de segundo grado no dispone de claves de orientación certeras: es incapaz de prever lo que sucede cuando uno inicia ciertos procesos, y, en consecuencia, no puede orientar debidamente su vida y guiar a otros. No está preparado para ser un auténtico "líder".

La superficialidad en el tratamiento de los problemas básicos de la vida causa estragos en la vida personal y social cuando supera ciertos límites. Pondérese el desconcierto que se produce en las gentes cuando se cometen los siguientes errores:

Se clama contra el alcoholismo, la violencia, la ambición de poder y dominio..., y, a la vez, se insta a las personas a cerrarse en sí egoístamente y no abrirse generosamente a los demás. Este bloqueo personal provoca todo género de adicciones patológicas.