Liderazgo
V. El liderazgo propio de la familia y la escuela
Autor: Padre Alfonso Lopéz Quintás
La familia es la primera institución que ha de liderar la formación humana del niño. Padres y hermanos mayores deben cuidarse de crear en torno al bebé un espacio de acogimiento, un campo de juego en el que se establezcan incesantemente relaciones de encuentro y ámbitos de convivencia. La familia es el lugar adecuado para que el niño se haga consciente de que no es un objeto sino un ser ambital, ambitalizable y ambitalizador porque se siente amado y ama, es invitado y responde, recibe dones y los acepta con agradecimiento -es decir, con voluntad de estar a la recíproca en cuanto a benevolencia-; es ayudado a vivir como persona y a incrementar su ámbito de vida personal, y él ayuda a los demás a lograrlo. La vida familiar se va tejiendo de ámbitos y tramas de ámbitos, dentro de las cuales el niño adquiere confianza en el entorno y se prepara para relacionarse con lo distinto, distante, externo y extraño sin miedo a alienarse, sino con la esperanza de tornarlo íntimo.
En el hogar, todas las realidades son vividas como ámbitos. En primer lugar, las personas allegadas y el hogar que forman; luego, el pueblo, el paisaje, las obras culturales que se viven, las oraciones que se rezan, los proyectos que se elaboran, por sencillos que sean; en tercer lugar, los utensilios, que no son meros objetos sino fuentes de posibilidades para realizar las tareas cotidianas... "Ah, el horno, dice la mujer; y el horno empezó a calentar como si fuera el primer día" (29) . Max Picard advierte lúcidamente que en el hogar todas las realidades adquieren una especial vivacidad, toman la iniciativa en cuanto nos ofrecen las posibilidades que albergan para que podamos crear vida de convivencia. En un hogar auténtico se vive el encuentro, y esta vida creativa lo transfigura todo.
La familiaridad con los ámbitos y las experiencias reversibles de todo orden -sobre todo las de encuentro interpersonal- preparan el ánimo del niño para abrirse a otras realidades más difíciles de captar, por darse en un nivel de realidad no asible, no perceptible con los sentidos. Pensemos en la verdad, la bondad, la piedad, la justicia, la belleza, la libertad... El niño aprende en la familia a utilizar términos que aluden a estas realidades: habla de un día bello, un traje bonito, una acción buena, una persona cariñosa... Siente la alegría que entraña un día libre de obligaciones escolares y añora constantemente la libertad de las vacaciones. Pero se verá en perplejidad si alguien le pregunta qué significa, por ejemplo, la belleza, en abstracto. Es la pregunta que alguien le hizo un buen día a Sócrates en la plaza y que motivó su búsqueda de la esencia de la belleza en el Hipias mayor (287a-287d).
El liderazgo de la escuela
1. El descubrimiento de la importancia de la relación (30) .
Ayudar al niño a pasar de la experiencia espontánea de los ámbitos a la experiencia de cuanto los mismos implican es la tarea propia de los centros escolares. Éstos deben constituir para los niños un segundo hogar, en el que sientan la calidez del acogimiento, la alegría del encuentro, la seguridad de la confianza en el entorno y descubran la importancia decisiva que tales sentimientos encierran para su vida. El niño está sintiendo desde antes de nacer la fecundidad de las relaciones. Viene de la relación amorosa de sus padres y debe su existencia a una llamada de éstos. Su vida de hogar y de colegio es, en condiciones normales, una trama de relaciones acogedoras. Pero el niño a solas no logra ver el alcance que tienen las interrelaciones. La escuela está llamada a revelárselo a través de las actividades que en ella se realizan.
El matemático introduce al alumno en el conocimiento de las estructuras y fórmulas, y suscita su asombro ante el poderío y la belleza de las mismas.
El físico le hace ver que todo el universo, en lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño, se compone de energías estructuradas, interrelacionadas.
La relación se halla en la base del arte, y, desde la Grecia clásica hasta la Ilustración europea del siglo XVIII, la Estética fue impulsada por el afán de investigar las relaciones generadoras de belleza y expresarlas en lenguaje matemático.
Los profesores de Ciencias explican que el método de conocimiento científico es una camino abierto por el hombre para descubrir un aspecto de la realidad física, el aspecto cuantificable, expresable en lenguaje matemático. Precisamente por haber acotado un objeto de conocimiento muy preciso, el método científico ha obtenido éxitos insospechados, pero esto no nos autoriza a considerarlo como la única vía para conocer la realidad. Existen otros métodos o caminos para acceder a otras tantas vertientes de la realidad que no pueden ser sometidas a cálculo y medida, por ejemplo el valor ético de una acción, la belleza de una obra artística... Estos métodos de conocimiento tienen su modo propio de rigor y de racionalidad. Pueden crear estructuras inteligibles y, a su través, dar a conocer ciertos aspectos de la realidad. Al advertir esto, el profesor libera al alumno del riesgo de practicar un modo de pensamiento unilateral, reduccionista -que reduce el ser del hombre a lo que conoce la ciencia- y lo orienta hacia un pensamiento integrador, que se esfuerza por hacer justicia a todas las dimensiones del ser humano. Con ello estructura la mente del alumno de modo flexible y rico.
El profesor de Historia debe subrayar el influjo que han ejercido en todo tiempo sobre la configuración de la personalidad humana la situación económica, los vaivenes políticos, los conflictos bélicos..., pero no ha de olvidar que la persona humana puede alzarse sobre esas circunstancias y modelar su vida interior con soberanía de espíritu. De modo semejante, debe destacar el valor incondicionado, absoluto, de la persona cuando analice su inserción en un pueblo y una raza. Que la raza y el pueblo tengan mayor amplitud que cada una de las personas no indica que puedan imponerse a éstas y considerarlas como meros medios para el logro de sus fines. La persona no es un caso de los universales hombre, raza, pueblo. Está subordinada a ellos en muchos aspectos, pero ostenta un valor absoluto que la convierte en un fin. El profesor que ejerce función de líder procura guardar el debido equilibrio en la explicación de estos conceptos. De lo contrario, no formará a los jóvenes para la paz y la tolerancia.
El alumno que, a través de las distintas áreas, va descubriendo la importancia de la relación y de las diversas interrelaciones se ve sobrecogido al sentir que toca fondo en la realidad. Cuando el profesor de ética le haga ver que el hombre es "un ser de encuentro", que vive como persona, se desarrolla y madura como tal creando toda suerte de encuentros -que son modos elevados de relación-, advertirá, asombrado, que el hombre se halla en la línea de todo el universo pero con una inmensa diferencia: Los seres inferiores al hombre viven en relación y, por eso, tienen una realidad consistente y perdurable, pero no lo saben ni lo quieren. Sólo el hombre es consciente de ello y de que la unidad con los demás seres no le viene dada del todo sino que en buena medida debe él crearla. En ello consiste su gran privilegio y su máximo riesgo.
2. Urdimbres que constituyen la trama de la vida humana
Para que el alumno se haga cargo de que la principal tarea de su vida consiste en crear relaciones, la escuela debe ayudarle a captar las diferentes tramas o "urdimbres" que van constituyendo su ámbito personal y que él en buena medida debe colaborar a fundar a fin de cobrar confianza en el entorno y crecer como persona. Entre ellas destacan las siguientes:
1. La urdimbre formada por los padres -al fundar una familia por amor- y el niño al que llaman a la existencia. Los seres humanos venimos del amor que crea un lugar de encuentro estable -el hogar- y de una llamada amorosa.
2. La urdimbre que se crea entre los familiares y el niño ya nacido. Es la "urdimbre afectiva y tutelar" (J. Rof Carballo) que constituye la base del desarrollo personal del ser humano. Empezamos a vivir como personas al sentirnos acogidos y amados. La necesidad natural de verse rodeado de afecto otorga al niño el derecho a tener padres vinculados en un auténtico hogar, entendido -al modo latino- como "focus", "lugar donde arde el fuego del amor".
3. La urdimbre que van formando los distintos modos de realidad -el biológico, el fisiológico, el psíquico, el espiritual...- que integran el ser del niño cuando éste los aúna para conseguir la meta de la vida, el ideal que le da sentido. El ideal otorga al ser humano el impulso necesario para ensamblar todas sus energías en la realización de una misma tarea: vivir plenamente la vida personal. La capacidad de poner todas las fuerzas del propio ser al servicio de un ideal elevado define la auténtica libertad, la libertad interior o libertad creativa.
4. La urdimbre creada por el yo, así integrado, al vincularse al mundo de las ideas, los valores, los ideales, las obras culturales, los pueblos, las instituciones... Esta urdimbre da lugar a la vida ética, estética, cultural... Se manifiesta en experiencias tan comprometidas vitalmente como la "ob-ligación" moral, la apertura creadora a las obras culturales, la participación en instituciones, la asunción de ideales... Tales experiencias tienen en nuestra vida una calidad y una eficacia proporcionales a la autenticidad de los vínculos que cada uno creamos con la verdad, la bondad, la justicia, la belleza (nivel 3).
5. La urdimbre formada entre el Creador y la criatura cuando ésta responde positivamente a la oferta de amor que Aquél le hace al llamarla a la existencia y cultiva (31) la experiencia religiosa como una forma de religación radical (32) .
Estas urdimbres y la vinculación entre ellas debe el ser humano crearlas a lo largo de la vida, y, al hacerlo, descubre por sí mismo las posibilidades inmensas que alberga su existencia cuando establece las debidas relaciones con el entorno. Ese descubrimiento le inspira un profundo respeto a su propia persona y cuanto ella implica. Tal actitud de asombro ante su misma realidad personal, por sencilla y menesterosa que le parezca en principio, lo dotará constantemente de la energía espiritual necesaria para vivir de forma creativa, asumiendo activamente las posibilidades que le ofrecen las diversas realidades que forman su habitat físico y espiritual: los padres y familiares, la vida escolar, el pueblo, la tradición cultural, las creencias religiosas...
Esta es la forma en que el niño y el joven asumen los grandes valores de modo activo, por el convencimiento -ganado a lo largo de múltiples experiencias- de que las realidades valiosas les ofrecen las posibilidades que necesitan para vivir de modo pleno y feliz. Asumir activamente posibilidades de vida es -como sabemos- la raíz de la creatividad. Uno actúa creativamente cuando no se cierra en sí, antes se abre con sencilla espontaneidad a cuanto le ofrece posibilidades para crear las distintas formas de urdimbre que tejen su ser de persona, con todas las relaciones que implica.
Esa apertura sencilla, que reconoce humildemente la necesidad de vincularse a las realidades externas y hacerlas íntimas, es anulada radicalmente por la voluntad de dominar, poseer, manipular, considerar las realidades externas como objetos disponibles. Por eso la formación de los niños debe empezar por el descubrimiento de que, al lado de los objetos -realidades mensurables, pesables, asibles, dominables...-, existen realidades -los ámbitos- que no presentan estas condiciones, pero son reales en grado eminente porque abarcan cierto campo y son fuente de iniciativa.
La escuela debe desarrollar la personalidad del alumno
Los centros escolares que elaboran su ideario y su método de enseñanza a la luz de una idea parcial del ser humano -al que ven como un mero "ciudadano", un medio al servicio de la sociedad- no suelen tener como meta lograr un desarrollo pleno de la persona del alumno, sino formarlo en orden a desempeñar una determinada función en la vida social. Debiera la escuela preguntarse si ese ciudadano que está siendo preparado para ser una pieza útil en la sociedad cuenta con las urdimbres necesarias para llevar una vida personal armónica y plena. De día en día, la investigación pedagógica descubre con mayor claridad que la escuela debe ayudar a niños y jóvenes a unirse activamente a las realidades que les ofrecen posibilidades de vida. Se trata de ámbitos con los cuales pueden crear ámbitos de mayor envergadura.
Esa inmersión no resulta fácil actualmente pues en buena medida se han roto los puentes que unían al hombre con algunas de tales realidades: el otro, visto como un tú -como una realidad estrictamente personal-, las instituciones, la verdad, la trascendencia religiosa... Esos puentes son restaurables si el niño y el joven descubren por su cuenta que su vida es un proceso de "ambitalización" que se va tejiendo con experiencias reversibles de diverso orden. Ello les permite captar el carácter real y fecundo de la verdad y comprender el sentido preciso que tiene la afirmación de que "debemos vivir en la verdad y de la verdad" . Y lo mismo sucede respecto a la justicia, la bondad, la belleza... (33)
Al disponer de tal formación, el niño y el joven ganan un poder de discernimiento suficiente para neutralizar el posible efecto negativo que ejercen sobre su ánimo las "escuelas paralelas": "la calle", los medios de comunicación, las amistades... De ellas reciben a menudo multitud de ideas y orientaciones banales e incluso destructivas, en las que no pueden encontrar un modelo de vida coherente y lleno de sentido. Al no captar el sentido de cuanto se oye y ve, se siente uno perdido intelectualmente y acaba pensando que nada vale la pena. Esta apatía se extiende incluso a lo que encierra un notable valor y degenera fácilmente en indiferencia.
La escuela tiene aquí una tarea decisiva: ayudar a niños y jóvenes a distinguir lo noble y lo ruin, lo esencial y lo secundario, lo valioso y lo deleznable. Ese poder de discernimiento les permitirá modelar su vida desde su centro, desde la necesidad básica que tienen de crear formas elevadas de unidad con las realidades del entorno. Esos tipos de unión se instauran a través de las experiencias de creatividad o éxtasis, y se anulan de raíz cuando uno se entrega a las experiencias de fascinación o vértigo. Al distinguir nítidamente estos dos procesos -vértigo y éxtasis-, niños y jóvenes tienen luz suficiente para discernir, entre el cúmulo de ofertas que reciben del exterior, las que impiden su desarrollo personal y las que lo fomentan. La experiencia nos confirma a diario que los alumnos estiman y agradecen profundamente todo método de enseñanza que les abra los ojos al ofrecerles claves de orientación.
Diversos autores afirman actualmente que la tarea de la vida escolar consiste en convertir "el valor persona en referente de lectura y de interpretación de la realidad" (34) . Esta afirmación es justa, pero debe ser matizada con una teoría de los ámbitos para que muestre toda su eficacia. La persona humana es un ámbito que se desarrolla creando relaciones con otros ámbitos -personales e infrapersonales- y dando lugar a diversos modos de encuentro. Con ello se dignifica a sí misma y a las realidades a las que se vincula mediante toda suerte de experiencias reversibles. La persona humana, por ser un ámbito y tener capacidad de ofrecer y recibir activamente posibilidades para actuar con sentido, puede "ambitalizar" otras realidades y ser "ambitalizada" por ellas (35) .
Al hacerlo, cobra sentido y da sentido. Dado que la persona adquiere sentido al crear ámbitos con otras realidades ambitales y, a la vez, les otorga sentido a ellas, se desarrolla en medida directamente proporcional a la importancia del mismo. Este desarrollo personal es el objeto de estudio de la ética como disciplina. A esta luz se comprenden perfectamente las siguientes afirmaciones: “En la relación interpersonal -escribe J.M. Coll- se nos abre, junto con el horizonte de sentido y el mundo de los valores, el campo de lo ético”. “Como el encuentro es el lugar privilegiado de la experiencia metafísica, así también es el lugar privilegiado de la experiencia ética”(36) . En efecto, los valores éticos, asumidos por la persona y convertidos así en virtudes, hacen posible crear las diversas formas de encuentro, que constituyen la trama dinámica de la vida personal.
La teoría de los ámbitos nos permite comprender a fondo y de cerca la actividad creativa de los seres humanos, que no sólo crean formas de unión elevadas con otras personas sino también con realidades infrapersonales que les ofrecen diversas posibilidades creativas (37) . Los poetas de todos los tiempos lo han intuido y expresado bellamente. Es hora de exponer tal intuición de forma filosófica aquilatada. Ello permitirá analizar las cuestiones éticas de modo más preciso y penetrante.
La escuela debe colaborar al cambio de mentalidad
Esta aplicación del concepto de ámbito exige un cambio de mentalidad, de estilo de pensar y de orientar la vida. Si estimamos que el único conocimiento seguro, sólido y preciso, es el conocimiento de meros objetos - por ser realidades mensurables, delimitables, asibles, sometibles a análisis científico...-, tenderemos a estimar que el conocimiento de los ámbitos -realidades difusas, indelimitables con métodos técnicos, difícilmente asibles con el entendimiento por ser ambiguas...- no puede darnos dominio sobre lo real y, por tanto, seguridad en la vida. De ahí la obsesión por reducir todas las realidades a objetos, a medios para los propios fines. Esta reducción empobrece injustamente la vida humana.
Frente a este empobrecimiento, debemos adoptar una actitud de generosidad a la hora de conocer las realidades del entorno y nuestra propia realidad. Ante una persona, no debemos desear dominarla para disponer de ella, sino colaborar con ella a fin de enriquecer su vida. Entonces respetaremos su condición de ámbito y la estimaremos y valoraremos debidamente. La renuncia a movernos en el plano de la posesión y el dominio nos da el ciento por uno: nos sitúa en el centro dinámico de la vida personal, que es el encuentro.
Este cambio de mentalidad -cambio de la actitud objetivista, dominadora de objetos, por la actitud ambital-relacional, que concede suma importancia a la creación de ámbitos mediante la relación de encuentro- nos pone en la vía regia para vivir plenamente la impresionante riqueza de la vida personal. Mostrarlo de modo persuasivo es la nobilísima tarea de la escuela. A ella se alude cuando se afirma que el cometido de los centros escolares es "educar en valores y creatividad". Tal educación no se reduce a "enseñar" valores y "describir" lo que implica la actividad creativa. Supone una labor mucho más radical y provechosa: "descubrir" en qué consisten la creatividad y los valores. Para realizar tal descubrimiento, debemos mostrar la necesidad de ajustar nuestra mentalidad a las exigencias de la vida personal y ayudar a los alumnos a llevarla a cabo.
No tiene sentido afirmar que "transmitir valores en la escuela es una indoctrinación imperdonable" ya que "la escuela debe ser axiológicamente neutra" (38) . Esta posición olvida que los valores -igual que las virtudes- deciden la marcha de la persona hacia su pleno desarrollo, y no es opcional tenerlos en cuenta o dejarlos de lado cuando se habla de formación humana. Ayudar a los alumnos a asumir los grandes valores y practicar las virtudes es sugerirles la realización de experiencias que los van a entusiasmar debido a su interna riqueza y fecundidad. Significa, por tanto, colaborar a que descubran por su cuenta en qué consiste la verdadera libertad humana.
La tendencia a politizar todas las vertientes de nuestra existencia suele llevarnos a plantear las grandes cuestiones de la vida de forma no realista sino "ideológica", sometida a los rígidos dictados de una concepción partidista de la vida. Urge que nos unamos en el estudio imparcial de cuanto afirma sobre la realidad personal la investigación actual más cualificada en Biología, Antropología filosófica, Ética, Teoría de la creatividad y otras disciplinas afines. Con razón advierte Xavier Zubiri que, "en el fondo de toda moral, lo importante no es el sistema de deberes que la sociedad determina; lo que importa es la idea que se tenga del hombre" (39) .
La idea del hombre que ha delineado la filosofía más lúcida del siglo XX es ambital ("inobjetiva", según los pensadores existenciales: Jaspers, Marcel, Heidegger ). (40) El ser humano se desarrolla entre realidades no sólo "objetivas" sino "ambitales", realidades que se abren a otras, se tejen entre sí, dan lugar a nuevos ámbitos de distinta envergadura, alumbran mundos de sentido, se perfeccionan incesantemente a través de la creación de modos diversos de encuentro... Al aceptar su condición "abierta", colaboradora, propicia a toda suerte de encuentros, el ser humano se siente "centrado", ya que su modo de realidad consta de dos centros: el "yo" y el "tú", o -dicho con más amplitud- el "ámbito del yo" y "todo ámbito que pueda entrar en relación creadora con él".
Cuando se concibe así la realidad personal, con sus inmensas posibilidades de crecimiento, se adquiere una profunda estima de sí mismo y de los demás, y se orienta de modo justo la propia conducta. Al advertir esto, se comprende la inmensa injusticia que uno comete consigo mismo y con los demás al reducir el amor personal a mera pasión, la libertad creativa a libertad de maniobra, la formación a información, el ejercicio del poder público a un recurso para el propio medro.
La escuela ha de orientar a los alumnos hacia el verdadero ideal
Es tarea ineludible de la escuela comunicar a los alumnos no sólo los conocimientos "seguros" que aportan la ciencia y la técnica sino la profunda sabiduría que adquirimos al movilizar otros métodos de conocimiento, dotados de un modo propio de rigor y de seguridad. Colabora, así, eficazmente a la renovación ética de la sociedad, pues lo decisivo para realizar un cambio en la conducta es descubrir el verdadero sentido de la propia vida y determinar cuál es la vocación y la misión a que uno se siente llamado por su misma realidad personal. De esa concepción de la vida se derivan las leyes de su desarrollo y el ideal hacia el que tiende.
Bien conocido y asumido el ideal auténtico de la vida, tiene uno energía interior suficiente para encauzar la existencia de modo recto y evitar toda suerte de corrupción. La corrupción procede siempre de la actitud egoísta de quien no atiende al bien de la comunidad sino a sus intereses particulares. El egoísmo arrastra a los distintos modos de vértigo, y éste anula la vida de comunidad. Ver esto con claridad es poner la segur a la raíz de la degeneración personal y social. No basta, por ello, delatar las distintas formas de corrupción. Debemos mostrar de forma convincente que el único modo de libertad que nos reporta felicidad auténtica es el que consiste en elegir, no lo que más nos agrada, sino lo que mejor nos conduce a la realización del ideal, que es fundar modos valiosos de unidad con las realidades circundantes. Esta es la gran tarea que la escuela ha de realizar día a día a través de todas las actividades que realiza, desde la educación física hasta las matemáticas, pasando por las artes, la historia, la filosofía...
Toda conducta degenerativa responde a un descentramiento interior, y éste se debe al olvido de que la vida humana -como acabamos de ver- no tiene sólo un centro -el yo aislado, desvinculado de las realidades que le ofrecen posibilidades de vida creativa-, sino dos -el yo y todo cuanto en su entorno enriquece su vida mediante el aporte de posibilidades, desde las alimentarias hasta las culturales y religiosas-. La tarea de renovar éticamente la sociedad debe abordarse en la raíz de la vida auténtica del hombre, y esta raíz es su condición de ser ambital abierto al encuentro. He aquí el canon que ha de guiar su conducta en esta sociedad que habla de globalización pero se halla atomizada al máximo, ha eliminado las distancias físicas pero no ha unificado sus criterios de vida, antes ha diversificado arbitrariamente los modos de interpretar el mundo y la existencia humana. ¿Cómo conseguirán los niños y jóvenes hallar, en esta "cultura de la complejidad y el desconcierto", un criterio firme para escoger como meta de la vida un ideal que responda a su más genuino modo de ser como persona? (41)
Esta es la pregunta clave de la formación escolar en la actualidad, si queremos que la escuela no sólo imparta conocimientos y saberes sino que forme personas que puedan configurar una sociedad abierta y valiosa en el aspecto humanista. Si los jóvenes se ven a sí mismos como teselas que constituyen un mosaico cuyo sentido no aciertan a descubrir, quedarán sumidos en un inquietante vacío intelectual, que se traduce inmediatamente en un vacío moral o existencial. El psicólogo vienés Viktor Frankl dedicó su vida a mostrar que este vacío es la causa primordial de multitud de desarreglos psíquicos que angustian al hombre contemporáneo (42) .
El vacío de sentido y la correlativa angustia se superan cuando se descubre que el hombre es un ser de encuentro y halla su plenitud y su felicidad en una vida de relación inspirada por un amor auténtico. Esta idea se alumbra en nosotros y se afirma cuando prescindimos de prejuicios y malentendidos y oímos nuestra voz interior, que, como a Sócrates, nos indica lo que es nuestra vida esencialmente y cuáles son sus exigencias. Sólo de esta forma superamos el escollo del relativismo y la indiferencia, el pensar que no es posible descubrir la verdad de nuestro ser en un medio social disperso y dislocado intelectualmente por defender un pluralismo desconcertante. En principio, el pluralismo implica una inmensa riqueza de opiniones y perspectivas, pero actúa de forma perturbadora si nos impide hallar un hilo conductor hacia nuestra propia realización personal.
Lo antedicho nos confirma en la idea de que la escuela debe dar claves certeras a los alumnos, dotar su mente de un estilo riguroso de pensar, acercarlos al área de irradiación de los grandes valores, ayudarles a elegir el ideal auténtico de la vida (43) . Resulta, por ello, desazonante leer que "el primer problema con que se enfrenta la educación democrática es la debilidad ideológica, al no tener nada que ofrecer o que la oferta sea demasiado vacilante" (44) .
Frente a esta "educación débil", debemos subrayar que, si la escuela se ha ocupado preferentemente de transmitir contenidos, proponer y seguir ciertos métodos, preparar a los alumnos para conseguir un determinado status social y promover el igualitarismo..., ahora debe cuidarse de fomentar en los alumnos una auténtica personalización. La educación debe ser personalizadora, no sólo personalizada (45) , término que puede ser interpretado como equivalente a individualizada, en sentido de no masificada.
Condensando todo lo dicho, podemos afirmar que la gran tarea de la escuela no consiste sólo en facilitar conocimientos a niños y jóvenes -con vistas a la productividad y competitividad- sino en ayudarles a unirse activamente a las realidades que les permiten ensamblar armónicamente todas sus energías y actividades. Entre tales realidades se destaca el "ideal de la vida", el valor que desempeña la función de "clave de bóveda" del edificio de la personalidad. Como sabemos, el "ideal" no es una mera idea; es una idea motriz que da impulso a la propia vida. Si el ideal es auténtico, le otorga además sentido. Por eso el ideal de la unidad constituye el referente por excelencia que tiene el niño para orientar debidamente su vida.
La vida escolar resulta verdaderamente formativa -no sólo informativa- para el niño si le lleva, con la palabra y el ejemplo, a descubrir el auténtico ideal, que es crear formas elevadas de unidad, es decir, de encuentro. La escuela que es un lugar de encuentro personal, una auténtica "comunidad de vida", pone al niño en condición optima para descubrir los valores, las virtudes y el ideal. La escuela debe constituir una forma peculiar de familia y ayudar a vivir plenamente la vida del hogar. Sólo así creará un campo educativo a una con la familia de cada alumno.---------------------------------------------------------------------------
(29) Max Picard: Die unerschütterliche Ehe (El matrimonio inconmovible), E. Rentsch, Zurich 21952, p. 23.
(30) Las ideas expuestas en este parágrafo son ampliadas en mi obra Cómo lograr una formación integral, San Pablo, Madrid 21997.
(31) “Las cosas surgen -escribe R. Guardini- por el mandato de Dios; la persona, por su llamada. Esta, empero, significa que Dios llama a la persona a ser su tú, o más exactamente, que Dios se determina a ser el Tú del hombre" (Mundo y persona, Encuentro, Madrid 2000, p. 123; Welt und Person, Werkbund, Würzburg 1950, p. 113).
(32) Xavier Zubiri ha sabido condensar en el término "religación" la relación constitutiva del ser humano con el Creador. Cf. Naturaleza, Historia, Dios, Alianza Editorial, Madrid 91987, págs. 417-455; El hombre y Dios, Alianza Editorial, Madrid 1984, págs. 362-383.
(33) Sobre este tema puede verse mi obra El espíritu de Europa, Unión Editorial, Madrid 2000, págs. 159-167.
(34) Cf. Abilio de Gregorio: "La educación en valores en el proceso de personalización de los alumnos", en La educación en valores, PPC, Madrid 21997, p. 110. "Si (...) el crecimiento del ser se lleva a cabo mediante una relación dialógica con la realidad, será preciso disponer de alguna línea de horizonte o referente estable en torno al cual integrar significativamente la aprehensión de dicha realidad, y, en consecuencia, poder tomar posición creativa ante la misma. Creo que precisamente uno de los problemas que caracterizan al pensamiento de nuestra época es su instalación en la disociación o en la atomización. No hay una realidad, sino que hay infinitas realidades. Cada una de ellas parece explicar su sentido por sí misma, lo que es tanto como afirmar que carecen de sentido... Se presenta así el mundo de la realidad, en el cual se incluye la existencia personal, como un rompecabezas de infinitas piezas sin modelo. No hay manera de construir con las mismas un dibujo coherente: no hay manera de llegar a construir una personalidad coherente y unificada". (O.cit, págs. 109-110).
(35) José María Coll, en su espléndida obra Filosofía de la intersubjetividad, 2 vols., PPU, Barcelona 1990, indica que la persona humana debe "humanizar" el entorno (Cf. O. cit., I, págs. 28, 89, 97, 124). La idea es justa, pero, a mi entender, conviene utilizar más bien el término "ambitalizar" porque, en realidad, la actividad creadora del hombre no "humaniza" las realidades del entorno que asume en su proyecto de vida -un bolígrafo, una partitura musical, un edificio, un paisaje...-; los convierte en "ámbitos" al tomarlos como fuente de posibilidades para actuar con sentido, y esta conversión implica una elevación de su rango como realidades -o sea, rango "ontológico"-, pero no los convierte propiamente en algo "humano". Los introduce en el área de un proyecto creador humano, pero conservan su modo de ser infrahumano, aunque hayan superado su mera condición de "objetos" -realidades mensurables, asibles, ponderables, situables en el tiempo y el espacio...-. Una pluma se "ambitaliza" al usarla como fuente de posibilidades para escribir una obra. Deja de ser mero "objeto" para convertirse en "utensilio", un ser más cercano al hombre que un simple objeto -que es la condición de la pluma cuando se halla entre otras muchas en la tienda-. Pero no puede decirse que se ha "humanizado", a no ser de modo laxo. Es más riguroso, por tanto, hablar de "ambitalización".
(36) Cf. O. cit., p.30.
(37)“Desde la relación interpersonal (...) se colabora al verdadero ser de las cosas: en el fondo, sólo se las puede llevar a su verdadero ser si nos relacionamos con ellas creativamente, es decir, re-creándolas desde su raíz más original” (O. cit., pág. 89).
(38)Cf. Esta opinión de ciertos profesores es comentada por J.A. Marina en el artículo "Modelos ocultos", ABC Cultural, 17-2-95.
(39)Sobre el hombre, Alianza Editorial, Madrid 1986, p. 425. "El hecho de que en toda sociedad haya una idea del hombre arranca de que los hombres que componen esa sociedad son realidades abiertas, en virtud de la inteligencia sentiente. Por ser inteligencia sentiente, el hombre se ve forzado a estar proyectado ante sí mismo, y a concebir una cierta idea de sí" (O. cit., p. 428).
(40)Una interpretación amplia del pensamiento existencial puede verse en mi Metodología de lo suprasensible, Madrid 1963, págs. 189-249.
(41)Sobre estos temas puede verse mi obra Necesidad de una renovación moral, Edicep, Valencia 1994.
(42)Der Mensch vor der Frage nach dem Sinn, Piper, Munich 71989, p. 141. Pese a su coincidencia en el título, esta obra es distinta de El hombre en busca de sentido, Herder, Barcelona 171995. La versión original de ésta es Man´s search for the meaning, Pocket Books, Nueva York s.f.
(43)Al subrayar la importancia de la relación y el ideal, los profesores colaboran a configurar los referentes de interpretación de la realidad, los "modelos conceptuales" que necesita el ser humano para orientar de modo eficaz el desarrollo de su personalidad (Cf. Abilio de Gregorio García: "La educación en valores en el proceso de personalización de los alumnos", en La educación en valores, PPC, Madrid 21997, págs. 111-112).
(44)Cf. V. Camps: Virtudes públicas, Espasa-Calpe, Madrid 1990, p. 129
(45)Educación personalizada es el título de la biblioteca pedagógica publicada bajo la dirección de Victor García Hoz por la editorial Rialp, Madrid.