El ambiente familiar 
Tiempo libre, aficiones, deporte y televisión

Autor: Alfonso Aguiló Pastrana

Sitio Web: interrogantes.net

 

  

Para el niño, gran parte de su vivir es jugar. Y el juego puede tener un gran valor educativo y una influencia considerable sobre su formación. Además, es una edad crucial para el desarrollo de las aficiones.

Un juego organizado, por ejemplo, como es el caso de cualquier deporte, desarrolla facultades importantes como la atención, resistencia, disciplina, dominio de sí, razonamiento especulativo, etc.

Existen muchos juegos educativos, que los padres deben procurar conocer y fomentar en la familia, sin dejar que se impongan otros de dudosa conveniencia.

—¿Y qué tipo de juegos y ocupaciones son buenas?

Es difícil de concretar. Hemos dicho que es positivo que hagan bastante deporte, excursiones, que estén con sus amigos y que los traigan a casa, que vean algún buen programa de televisión, que se aficionen a leer –empezando por cosas sencillas–, que practiquen juegos que impliquen creatividad.

—¿Y son buenos los competitivos?

El chico tiene una inclinación natural a la competitividad. Quiere sobresalir y vencer. Eso puede y debe ser algo positivo, si se encauza bien. Por eso conviene cuidar que ese afán de emulación no se convierta en una excesiva rivalidad. Procura inculcar en tu hijo una clara aversión hacia el fanatismo y la obsesión por la victoria a cualquier precio. Hazle ver lo negativo y lo ridículo de esas actitudes.

Debe aprender el arte de ganar y el arte de perder. Tiene que adquirir ese espíritu deportivo, por ejemplo felicitando al vencedor y aceptando la derrota, o llevando con elegancia la victoria.

Resultará positivo todo juego que implique sujetarse a unas normas, respetar el derecho ajeno o entrar en una sana competencia que ayude a relacionar la situación del juego con la realidad de la vida misma.

—¿Y otras ocupaciones positivas?

Es una gran cosa que aprenda a tocar un instrumento musical, o que se aficione al dibujo o a la pintura. A otro nivel, son positivos los juegos de construcciones o mecano, que haga maquetas, o que se aficione a coleccionar. O juegos que enseñan a pensar, como el ajedrez. No son muy adecuados los de naipes cuando su éxito se basa en la simulación, como el póker o el mus.

—¿Y los juegos de mesa?

En principio son buenos, y el niño suele darse a ellos con todas sus fuerzas si captan su interés. Son educativos, pero debe usarse de ellos con moderación, de modo que no le cautiven excesivamente. En todo caso, siempre serán mejores que otros entretenimientos más pasivos, como por ejemplo pasarse las horas viendo la televisión.

Los juegos y el deporte deben ser una escuela de virtudes como la lealtad, el compañerismo, pensar en los demás, reciedumbre, etc. Deben por tanto desecharse desde el principio los enfados y las trampas.

Debe también comprender pronto que el mejor medio para divertirse es hacer que los demás se diviertan.

Los planteamientos egoístas
desembocan
en grandes aburrimientos.

—Oye, antes hablabas de la televisión... ¿No te parece que absorbe demasiado a los chicos?

Es realmente grande la capacidad que tiene la televisión de polarizar la atención. Según un reciente estudio estadístico, un chico de la edad que nos ocupa dedica una media de 214 minutos diarios a ver la televisión: más de tres horas y media al día. Otras fuentes han lanzado una cifra promedio de 13.000 horas de televisión a lo largo de toda su etapa escolar. Con esto puede deducirse que la actividad predominante de ocupación del tiempo no dedicado a dormir, comer o ir al colegio, es ver la televisión. Y esto es algo casi universal, desgraciadamente.

El efecto más negativo de este medio audiovisual en el chico de esta edad es el hábito de pereza que crea, por lo pasivo que es, y por lo que dificulta que aprenda a divertirse con ingenio.

Ver la televisión a granel, sin que medie una selección y búsqueda de espacios determinados que despierten interés, tragándose todo, de un canal a otro, toda la tarde, lo que salga..., eso es llenar una masa de vacío que no se sabe cómo llenar de diversión, una medida del aburrimiento en el que se puede estar inmerso.

La televisión no es mala, evidentemente. Pero su uso indiscriminado, abusivo y sin ser enjuiciado críticamente puede ser bastante negativo. Como hay tantas emisiones que son perjudiciales para ellos, lo más prudente es ceñirse a una programación convenientemente supervisada por los padres. Esto no es desconfianza. Es velar por su bien, igual que cierras bien la puerta de la calle y que no invitas a cualquiera a tu sala de estar. Si no, es la televisión quien educa, en vez de los padres.

—Bueno, tampoco será para tanto...

Cuando son tres o más las horas que un niño pasa ante el receptor cada día, cabe preguntarse ¿y cuántas horas pasará hablando con sus padres...? A lo que desgraciadamente pocos podrían responder siquiera que diez minutos. Entonces se explica cómo realmente esos hijos están más educados por la televisión que por quienes les dieron la vida y tienen la responsabilidad de formarles.

No dejes que sea la televisión
quien eduque a tu hijo.
La televisión
entretiene e informa,
pero sólo a veces forma.

Ante las tradicionales quejas de "¿Pero quién te ha enseñado a ti a...?" (en los puntos suspensivos pueden ponerse las barbaridades que hace, o las que dice, o esos planteamientos extraños que tanto nos sorprenden), cabría comparar cuánto tiempo se dedica al diálogo familiar y cuánto a la televisión y el vídeo.

Recuerda que
todo lo que sale de su corazón
lo ha almacenado antes
en el subconsciente.

Es un error grave que el chico tenga un televisor en su dormitorio. Facilita que aumenten las horas de hipnosis televisiva, ya encerrados cada uno en su entorno individual. Las distancias en la familia aumentan. Ya nadie tiene que ceder los propios gustos en favor de otro. Cada uno tiene su apetencia que sacia solitariamente en su cuarto. Los chicos no tienen dificultad en ver programas que sus padres desaprobarían: "mamá nunca se entera de lo que veo", afirmará luego en clase con una sonrisa maliciosa.

El que ve demasiada televisión se habitúa a un régimen de diversión tan pasivo que luego no tiene fuerzas para entretenerse fácilmente de otra manera. Si en una de esas casas tuvieran que prescindir durante una semana de la televisión, se inundaría de aburrimiento, tendrían que hacer un gran esfuerzo para llenar el tiempo, y eso es síntoma de que falla algo importante, que faltan ideas.

—Entonces, ¿qué aconsejarías en concreto a una familia sobre el uso de la televisión?

Es difícil dar reglas generales, pero algunas recomendaciones prácticas podrían ser: