Simpatía y talento social 
Talento social

Autor: Alfonso Aguiló Pastrana

Sitio Web: interrogantes.net

  

Es la hora del recreo en la guardería y un grupo de niños está corriendo por el patio. Varios tropiezan, y uno de ellos se hace daño en una rodilla y comienza a llorar. Todos los demás siguen con sus juegos, sin prestarle atención..., excepto Roger.

Roger se detiene junto al chico que ha caído, le observa, espera a que se calme un poco, y después se agacha, frota con la mano su propia rodilla y comenta, con un tono comprensivo y conciliador: «¡vaya, yo también me he hecho daño!».

Esta escena es observada por un equipo investigador que dirigen Tomas Hatch y Howard Gardner, en una escuela norteamericana.

Al parecer, Roger tiene una extraordinaria habilidad para reconocer los sentimientos de sus compañeros de guardería y para establecer un contacto rápido y amable con ellos. Fue el único que se dio cuenta del sufrimiento de su compañero, y también fue el único que trató de consolarle, aunque sólo pudiera ofrecerle su propio dolor: un gesto que denota una habilidad especial para las relaciones humanas y que, en el caso de un preescolar, augura la presencia de un prometedor conjunto de talentos que irán floreciendo a lo largo de su vida.

Al término de su estudio sobre el comportamiento infantil en la escuela, estos investigadores propusieron una clasificación de las habilidades que reflejan el talento social de una persona:

El conjunto de esas habilidades –que, insistimos, son al tiempo innatas y adquiridas– constituye la materia prima de la inteligencia interpersonal, y es el ingrediente fundamental del encanto, del éxito social y del carisma personal.

Como ha señalado Daniel Goleman, esas personas socialmente inteligentes saben controlar la expresión de sus emociones, conectan más fácilmente con los demás, captan enseguida sus reacciones y sentimientos, y gracias a eso pueden reconducir o resolver los conflictos que aparecen siempre en cualquier interacción humana. Muchos son también líderes naturales, que saben expresar los sentimientos colectivos latentes y guiar a un grupo hacia el logro de sus objetivos. Son, en cualquier caso, el tipo de personas con quienes resulta agradable estar porque hacen siempre aportaciones constructivas y transmiten buen humor y sentido positivo.

—Pero habrá personas con gran éxito social, muy populares, pero que están insatisfechas por dentro, supongo.

Sin duda, pues las habilidades sociales no deben ser un fin en sí mismas, sino un medio para hacer el bien, a uno mismo y a los demás. Si una persona busca ese éxito en sus relaciones humanas quebrantando los valores morales o traicionando sus principios, podrá ser un experto en causar buena impresión (en expresión de Mark Snyder, será un auténtico camaleón social), pero fracasará rotundamente en su vida personal.

Algunas personas caen en ese error como consecuencia de un deseo excesivo –a veces patológico– de ser querido y apreciado por todos. Ese deseo les lleva a aparentar de continuo lo que no son, y, en esa enfermiza carrera por ganarse el afecto de los demás, caen en una especie de mercantilismo emocional. Son personas que pueden llegar a tener una imagen excelente, pero unas relaciones personales muy inestables y poco gratificantes.