Objeciones a a Iglesia católica

¿No es demasiado intransigente?

Autor: Alfonso Aguiló Pastrana

Sitio Web: interrogantes.net

 

—El dogma excluye el debate, y la falta de debate excluye el pluralismo de opiniones, que es indispensable para el sano crecimiento de cualquier pensamiento religioso. La Iglesia debería ser menos intransigente y mucho más liberal, sobre todo porque necesita adaptarse a la evidente diversidad que hay en el mundo.

    Dentro de la teología católica hay, además del dogma, una multitud de otros puntos sujetos a debate, con una pluralidad de opiniones enormemente rica y diversa. Cualquiera que lo aborde con un poco de perspectiva podrá darse cuenta de que siempre ha habido –y continúa habiendo– una gran variedad en las cuestiones que requieren una adaptación a lo cambiante de los tiempos o lugares, y que son cuestiones sometidas habitualmente a un amplio debate, tanto interno como externo, que la Iglesia no rehuye.

    La Iglesia presenta tan sólo un pequeño conjunto de verdades de fe. Y habría que añadir que –como apunta André Frossard– difícilmente puede imaginarse una iglesia sin artículos de fe.

    En todo caso, conviene resaltar que los dogmas no imponen a la inteligencia unos límites que le estaría prohibido franquear, sino que, más bien, esos dogmas empujan a la inteligencia más allá de las fronteras de lo visible. No son muros, sino ventanas para nuestra limitación intelectual. Son ayudas de Dios para poder llegar a verdades a las que nuestra inteligencia, por su limitación (qué le vamos a hacer), no siempre tendría fácil acceso.

    El católico –explica Christopher Derrick– tiene en los dogmas que propone la Iglesia una piedra de toque. Gracias a ella, puede comparar cualquier afirmación teológica con lo que ha venido diciendo sobre ese punto el Magisterio de la Iglesia durante dos mil años; y si hay un choque violento, su fe le dice que esa teoría con el tiempo se convertirá en uno de los numerosos caminos cegados o calles sin salida que siembran la historia del pensamiento.

    —Pero eso muchos lo consideran fundamentalismo.

    Primero tendríamos que acordar qué entendemos por fundamentalismo, porque es un término que muchos usan como un eslogan –a veces, casi más como un insulto– para descalificar, sin debate alguno, todo lo que suponga referirse a verdades objetivas o a un núcleo de pensamiento claro y específico.

    Por ejemplo, llamar fundamentalista a todo aquel que no comulgue con el relativismo, sería una manipulación lingüística y dialéctica que no puede aceptarse. Entre otras cosas, porque si no hubiera una verdad que buscar, poco sentido tendría discutir nada.

    La postura de la Iglesia católica respecto a los dogmas es extremadamente coherente:

    A eso se reduce la intransigencia y el fundamentalismo que algunos achacan a la Iglesia católica. Una caritativa intransigencia que no es otra cosa que una serena y prudente defensa del depósito de la fe, bien alejada de cualquier intemperancia o fanatismo. Lo único que reclama la Iglesia es la libertad de expresar pública y libremente a los hombres la luz que su mensaje arroja sobre la realidad y sobre la vida.