¿La fe aleja de la "vida real"? 
¿Es una vida más cómoda?

Autor: Alfonso Aguiló Pastrana

Sitio Web: interrogantes.net

  

—Pero la vida sin fe suele ser más cómoda...

Habría que matizar eso. La voz de Dios está dentro de cada hombre. Quien vive en el nihilismo o el ateísmo se enfrenta constantemente a preguntas sin respuesta. No es verdad que la vida sin fe sea más cómoda. Al contrario, la falta de fe hace la vida más oscura, con menos esperanza.

Cuando una persona vive bien su fe, encuentra en ella una felicidad que no se consigue de ninguna otra forma. Pero ha de ser una fe bien vivida, entendida no como un paquete de obligaciones y prohibiciones, sino como una luz que ilumina hacia dónde podemos ir.

La conquista de la libertad
es un camino de conocimiento
y de exigencia personal.

El conocimiento es importante porque favorece la libertad. Si un navegante conoce la proximidad de un temporal, puede cambiar el rumbo, y sortearlo, o bien refugiarse en el puerto. Pero si lo ignora, se pondrá en peligro, y aunque se sienta muy libre, está camino de perder su libertad. Por eso, escoger el error, aunque la elección sea libre, no puede llamarse propiamente libertad.

Para ser libre hay que ponerse en guardia contra el influjo de la masificación y las corrientes de pensamiento de moda. No hay que olvidar que gran parte de nuestro acceso a la realidad es a través de medios de comunicación que poseen una gran capacidad de persuasión, y si una persona se descuida puede hacer lo que le viene en gana creyéndose muy libre al seguir esa imperiosa espontaneidad, sin darse cuenta de que está siendo dirigida por los mensajes de una ingeniosa propaganda. Por eso dice José Antonio Marina que la libertad es siempre cautelosa y algo desconfiada, y en cambio el hombre excesivamente espontáneo es carne de agencia de publicidad.

Y luego, además del conocimiento, está la exigencia personal, pues

la verdadera libertad
empieza por ser capaz
de obedecer a los propios mandatos.

Querer liberarse de la exigencia es un engaño utópico. Kant contaba la parábola de la paloma que creía que sin la resistencia del aire volaría con más libertad. Pero esa resistencia es, precisamente, lo que la mantiene en vuelo.

Las cadenas surgen al hombre como a la tierra los abrojos, dice Martín Descalzo. Crecen y rebrotan a poco que uno se descuide. Lo comprobamos a diario cuando sustituimos la libertad por el capricho, por los prejuicios, por lo más barato de nosotros mismos. ¿Soy yo libre cuando "libremente" hago el idiota? Cuántas veces la única libertad que ejercemos es la de elegir nuestra propia servidumbre.

La libertad es cara y dolorosa,
y por eso a veces elegimos
una cómoda esclavitud
frente a una costosa libertad.