¿La fe católica no es demasiado exigente? 
Atascados con cuestiones menores

Autor: Alfonso Aguiló Pastrana

Sitio Web: interrogantes.net

  

—Muchos tienen la impresión de que la Iglesia lanza continuamente mensajes negativos, de prohibiciones, de reacciones defensivas.

Esa impresión depende mucho según las diferentes culturas de las naciones. En tiempos de la opresión comunista en la Europa del Este la opinión pública percibía que la Iglesia anunciaba un mensaje de libertad, que transmitía una energía que también comunicaba fuerza a los no creyentes y les inspiraba grandes valores.

También en África se ve la Iglesia como una gran fuerza dinámica que sale en defensa de los derechos de todos y hace frente a las situaciones de injusticia y corrupción del Estado.

La Iglesia es también el mejor valedor del Tercer Mundo, donde emprende numerosísimas iniciativas y promueve sus derechos y libertades.

Y en Latinoamérica la perspectiva es otra. Si en Centroeuropa se ve a la Iglesia como una instancia severa, quizá se deba a que ahí precisamente denuncia muchas cosas que se aceptan sólo porque resultan cómodas.

Cuando la Iglesia habla, algunos sólo conservan en su memoria alguna prohibición moral –casi siempre en materia de sexo–, y les queda la impresión de que la Iglesia sólo se ocupa de juzgar y restringir la vida. Esto puede suceder por falta de acierto en algunas explicaciones, o por el enfoque o la selección de noticias que hacen los medios de comunicación, o por lo que sea. Pero las prohibiciones encuentran su sentido dentro de un contexto más amplio y positivo que es preciso conocer.

Es una lástima que en muchos ambientes, a veces también en algunos círculos eclesiásticos, el análisis y el debate intelectual se centre en unas cuantas cuestiones menores, mientras se descuidan los grandes retos de nuestro tiempo.

En muchos foros donde se habla o escribe sobre la fe o sobre la Iglesia se acaba discutiendo siempre sobre lo mismo: el celibato opcional, la ordenación de mujeres, el matrimonio de los divorciados, el uso de los preservativos y poco más. Se trata ciertamente de problemas importantes, pero hay muchas otras cuestiones de mayor preocupación para la Iglesia que apenas se toman en consideración: por ejemplo, qué podríamos hacer, como cristianos, para explicar nuestra fe al ochenta por ciento de la humanidad que espera aún el anuncio del Evangelio; qué podríamos hacer para entendernos mejor con ellos, para contribuir más a resolver los grandes retos morales que tiene la sociedad de hoy.

Hemos visto además cómo las iglesias protestantes tomaron hace ya tiempo una opción muy condescendiente en todas esas cuestiones morales tan debatidas, y la experiencia ha hecho evidente que sus problemas no se han resuelto –ni han disminuido– al aceptar esas prácticas que la Iglesia católica no admite.

Esas "soluciones" no han hecho más atractivo el Evangelio, ni han hecho más fácil ser cristiano, ni les ha mantenido más unidos. Tener claro esto es importante para no equivocar el diagnóstico de lo que sucede.