El enigma de la muerte

¿Pensar en la muerte?

Autor: Alfonso Aguiló Pastrana

Sitios Web: interrogantes.net

 

Se ha dicho que la historia de la filosofía no es más que un conjunto de notas a pie de página de las obras de Platón. Y es que la profundidad y amplitud de su pensamiento fueron asombrosas.

    Una de las cuestiones que más preocuparon a Platón fue el destino después de la muerte. Afirmaba que el mal deja en el alma una cicatriz patente a la mirada insobornable del juez divino, de manera que los culpables que aún fueran capaces de curación serían conducidos por un tiempo a un lugar de purificación, mientras que los incapaces de curación sufrirían un castigo para siempre.

"Cuando el tiempo apremia
y el hombre se familiariza con la idea de la muerte,
empieza a preocuparse por cosas
que antes no le importaban" (Platón).

    El hecho de que una buena proporción de las personas que practican su fe sean mayores, no tiene por qué verse como un argumento contra la Iglesia o contra la fe. «Para mí —escribe José Eulogio López—, es una prueba de veracidad que sea el viejo quien esté más pendiente de Dios. Temblaré cuando el anciano se aleje de la Iglesia más que cuando lo haga el joven.

    »La razón es bien sencilla. Llegados a cierta edad, la muerte ya no es algo posible, sino probable. No hay tiempo para seguir orillando los grandes planteamientos vitales, ni para despreciar los grandes interrogantes con una broma más o menos ingeniosa. Es la hora de la verdad. Y cuando llega la hora de la verdad nadie se olvida de Dios.

    »Ocurre algo similar al enfermo terminal, que bendice o maldice a Dios, pero nunca se queda indiferente. Y los pocos que se quedan indiferentes son los que han caído en esa especie de infrahumanidad elegante a la que llamamos escepticismo, que tiene mucho más de soberbia que de lucidez».

    La muerte nos mantiene encadenados como a un oso los titiriteros. Es una cadena que tiene, cuando más, tres, cuatro metros de longitud; cuarenta, sesenta, ochenta años. ¿Quién no siente en el tobillo la presión de esa cadena que nos retiene atados a la muerte? ¿Quién no ha sentido muchas veces pasar, más o menos cerca, su sombra temible?

    En su cercanía, la razón humana apenas tiene ninguna experiencia donde hacer pie. Por eso dice Delibes que, tantas veces, al palpar la cercanía de la muerte, "vuelves los ojos a tu interior y no encuentras más que banalidad, porque los vivos, comparados con los muertos, resultamos insoportablemente banales".

    Para algunos, la muerte acaba con todo. Parece como si una persona no fuera más que una simple alta en el Registro Civil, que basta luego con dar de baja, y ya está. O un simple paquete de músculos y huesos, que luego se pudren, y ya está. O un Número de Identificación Fiscal, que también se da de baja después de haber cumplido con sus tributaciones, y ya está.

    Sin embargo, lo único seguro es que la muerte acaba con el cuerpo. Se derrumba todo el edificio biológico, es verdad. Lo que era carne se convierte en polvo y ceniza, de acuerdo. Pero ahí no acaba la persona. Si la persona tiene cuerpo y alma, detrás de la muerte ha de haber un destino para el alma.