Educación en la fe 
La Misa y la Confesión

Autor: Alfonso Aguiló Pastrana

Sitio Web: interrogantes.net

 

  

El chico tiene que ver que se da importancia a la Misa dominical, por ejemplo. Desde luego, si los padres faltaran habitualmente a Misa y su hijo acaba teniendo una buena educación en la fe, habrá sido con poco concurso de ellos. Y si faltan de vez en cuando sin mediar un motivo suficiente, dará a los preceptos de su fe la importancia que ve que le conceden sus padres: o sea, poca.

Si por ejemplo, la familia sale un domingo y, por no levantarse antes, no cumplen el precepto dominical, el chico pensará que esa obligación cristiana no tiene suficiente importancia como para madrugar o para organizarse mejor e ir el sábado por la tarde.

O si otro domingo están de visita en casa de los tíos, que nunca van a Misa, y ve que entonces sus padres tampoco van, pensará que se trata de una mera costumbre sin más trascendencia que puede ceder ante cualquier otra cosa.

También ha de ver la Confesión como una práctica natural y frecuente en toda la familia, acudiendo al Sacramento de la Penitencia al menos una o dos veces al mes.

—A lo mejor con una frecuencia tan alta conseguimos aburrirle...

A esta edad suele resultarle grato confesarse, aunque al principio tenga que vencer una pequeña inercia. Se puede ver de forma clara en las familias, parroquias y colegios donde se les facilita hacerlo. Acuden con gran ilusión y absoluta naturalidad.

Después, a partir de los catorce años, quizá les cueste un poco, por vergüenza más que por otra cosa, pero salen encantados. Es un error privarles de la Confesión por pensar que no tienen malicia todavía, puesto que no hace falta malicia para ofender a Dios. Pueden ofenderle, como pasa casi siempre en la mayoría de las personas, sencillamente por debilidad. Y la ayuda –psicológica y espiritual– que reciben con la Confesión es fundamental.

Explícaselo bien. Haz que vayan a confesarse, aunque alguna vez haya que forzar un poco, de modo amable, como tienes que hacer tantas veces para que estudien más, o para que ayuden en casa, o para que sean más ordenados.

Si las cosas se han llevado mínimamente bien, a esta edad el chico no suele plantear problemas, ni con la Misa ni con la Confesión. Pero puede empezar a haberlos y habría que actuar con rapidez, aunque con prudencia.

—Sí. Por ejemplo, ahora va a jugar al baloncesto cuando nosotros vamos a Misa y tiene que ir luego él solo a otra hora. No sé si controlar esto un poco, no vaya a estar engañándome...

Mejor aún sería, si es posible, acomodar el horario para poder seguir asistiendo a Misa todos juntos, que a lo mejor no es tan difícil. Podéis ir antes, o después, o el sábado por la tarde.

Es muy positivo que ir a Misa sea una costumbre con tradición familiar, que puede ir acompañada de algún pequeño extraordinario que le dé un cierto atractivo. Muchas familias dan luego un paseo, compran unos churros, organizan un desayuno más de fiesta, o lo que sea. Eso no es comprarles, sino darle un natural y lógico aire festivo.