Educación sexual 
Atención a la prepubertad. ¿Le afecta o no le afecta?

Autor: Alfonso Aguiló Pastrana

Sitio Web: interrogantes.net

 

  

Explícale ya lo que es la pubertad. Adviértele de los próximos cambios que se obrarán en él, para que luego no se extrañe. Háblale de cómo aparecerán transformaciones en su cuerpo: el estirón del crecimiento, la aparición de vello, el cambio de voz, el desarrollo y primera actividad de los órganos genitales.

Puedes hablarle de su primer derrame, que se producirá de forma natural un día, probablemente durante el sueño. Debe ya ir comprendiendo que seguirá creciendo y se convertirá en un hombre, con todas sus consecuencias. En su organismo se desarrollará la capacidad para procrear, es decir, para traer al mundo nuevos seres humanos.

La grandeza de esa realidad
le llama poderosamente
la atención
y es probable
que escuche muy atento.

Háblale de cómo los chicos y las chicas, sobre todo a partir de cierta edad (se puede decir que en las chicas es un poco antes, a lo mejor a los once o doce años, y en ellos hacia los trece o catorce), experimentan impulsos y deseos hasta entonces desconocidos para ellos. Ellas se sienten atraídas por los chicos y estos se sienten turbados delante de ellas. Se trata de algo natural, puesto por Dios en nuestro interior para formar una familia y perpetuar la especie, y es algo muy bueno siempre que no se pervierta. Poco a poco irá creciendo en ellos el deseo de buscar pareja, de fundar una nueva familia, de tener hijos.

Es una ocasión para referirse de nuevo a la explicación del sentido del matrimonio y la procreación, como antes apuntábamos. La educación de la afectividad cobra aquí una especial importancia. Se le debe explicar con profundidad la naturaleza del amor, tan importante para afrontar con éxito la etapa adolescente.

Cuando llega la temida pubertad, muchos padres que antes apenas habían hablado con sus hijos, posiblemente entonces no consiguen franquear la barrera de su intimidad. Porque entre los sentimientos nuevos que experimentan los adolescentes está el de no querer dejar entrar a nadie fácilmente en ella.

Sólo hablarán de sus cosas –y aún con dificultad– si sus padres supieron ganarse antes su confianza, si supieron mostrarse en toda ocasión comprensivos y abiertos al diálogo.

Saca experiencia y actúa, ahora que estás a tiempo, que luego de poco vale lamentarse.

No se puede irrumpir
en su intimidad:
hay que ganarse la entrada.

Puedes explicarle con un poco de profundidad en qué consiste la transformación sexual. Por ejemplo, que las glándulas que cumplen la función sexual en el varón son los testículos, y que si, por accidente, un niño perdiera esas glándulas, al hacerse mayor no tendría voz varonil, ni le crecería la barba, ni podría tener hijos.

Cuéntale cómo dentro de poco sus glándulas sexuales se desarrollarán y producirán un líquido que se llama semen, que es la semilla de la que brotará algún día una nueva vida.

Al explicarle el acto conyugal, puedes hablarle también de cómo Dios ha querido otorgar un placer (puede que él aún no sepa que existe, ni de qué naturaleza es), que va unido a ese acto, como si fuera una pequeña compensación al sacrificio y la entrega que exige educar y criar los hijos.

Sé positivo en la explicación, pero adviértele de que sería antinatural buscar ese placer egoístamente, aislado de la función generadora humana. Puedes decirle que esos actos –como la masturbación, por ejemplo–, son antinaturales y suponen un daño a uno mismo, además de una ofensa a Dios.

Debes explicárselo bien, para que no vaya a pensar que todo lo relacionado con el sexo es pecaminoso. Pero sí debe comprender que ese mandato de Dios es importante para la felicidad humana.

Debe entender que el desorden
en lo relativo al sexo
supone un deterioro para la persona,
que conlleva un importante
daño a uno mismo.

—Pero si mi hijo tiene una cara angelical...; no creo que pase por su cabeza nada parecido.

No olvides que a los doce años, la mayoría de los chicos de esta generación saben sobre el sexo diez veces más que los de la anterior a la misma edad. Recuerdo habérselo oído explicar con mucha gracia a una madre en una reunión de matrimonios, que aseguraba que su hijo de once años sabía ya sobre estos temas más que ella misma cuando se casó.

Si en estos años no has estado atento y el chico no ha recibido una buena orientación, a estas alturas es fácil que tenga, por ejemplo, un vicio arraigado de masturbación.

—Imposible, mi hijo no.

Eso es lo que piensan casi todos los padres. A esta edad, si no tienen una formación sexual adecuada, no será infrecuente que los chicos practiquen la masturbación a solas, o a veces en grupos. En colegios de bajo ambiente moral, es noticia a la orden del día, incluso en presencia de compañeras. Y no son casos aislados. Hace poco me hablaba horrorizado un profesor de un colegio público de cómo había visto a niños y niñas de ocho años jugar al acto conyugal.

Es algo que ya pasaba hace años, pero que ahora pasa más. El chico sufre un acoso mucho mayor que antes. Le entra por los ojos. Aparte de lo ya mencionado de la televisión y el cine, piensa, por ejemplo, en lo que ve en muchos quioscos, piscinas, playas, etc.

—Pero es algo a lo que los chicos ya están acostumbrados. Después de contemplar tantos desnudos, apenas les debe afectar.

Eso creo que es también un poco ingenuo por tu parte. Claro que les afecta, como sucede a todo aquel que tenga aún un poco de sensibilidad. Por eso conviene pensar en el tono moral de los lugares a donde vamos.

Si alguien, con la mano en el corazón, asegurara que ya está acostumbrado a esas cosas, y que no afectan a su modo de pensar o de vivir, es probable que se haya sumergido en una peligrosa espiral de permisividad. Muy parecida a la de aquel que piensa que no le afectan tres o cuatro copas, porque para él son lo normal, las que toma cada día; y no se da cuenta de que se está alcoholizando, que acabará siendo un enfermo crónico.