Educación de la voluntad y del carácter

El niño consentido. Educación en la sobriedad

Autor: Alfonso Aguiló Pastrana

Sitio Web: interrogantes.net

 

  

Es bastante llamativa la despreocupación con que van por la vida algunos chicos de esta edad.

A uno no le importa perder sus zapatillas de deporte en el vestuario. Casi lo prefiere, porque entonces le comprarán otras nuevas.

A otro le da igual llegar a casa y dejar todo tirado por donde pasa, porque sabe que su madre –con mayor o menor queja– irá detrás de él recogiéndolo todo.

Otro quizá llegue a clase y diga que le falta un determinado libro, o el compás, "porque mi madre no me lo ha puesto en la cartera".

Y si un día sale de excursión, será igualmente su madre quien le prepare la mochila, y papá quien se encargue de ir a comprar, cual fiel vasallo, todo lo que el niño precise, mientras él reposa cómodamente.

Son ejemplos de chicos consentidos. Aparentemente, por cariño. Pero es un falso cariño, pues el daño que ese cariño mal entendido produce es enorme.

Nada impide que un chico de esta edad, por ejemplo:

 

—Eso me parece muy bien; pero repito que no es nada fácil de conseguir...

Son costumbres que se respiran. El chico tiene una gran capacidad de imitación de costumbres. Es cuestión de ir por delante, y de un poco de autoridad.

Te pongo un ejemplo. Normalmente no hará falta explicarle que debe tratar bien a las personas que nos hacen cualquier servicio. Lo ve, no hay que decírselo. Si los padres se dirigen al dependiente de un comercio, o a la chica de la ventanilla, o a la empleada del hogar, o al agente de tráfico, con la debida consideración, como corresponde, de ordinario no será preciso explicar más.

A lo largo de estos años dedicado a la enseñanza he visto episodios asombrosos de dependencia paterna o materna, y de comodonería consentida. Por ejemplo:

Ojo con el exagerado miedo a que el niño se resfríe, o que se canse, o que se separe de papá y mamá..., porque queriendo proteger tanto al "pobre hijo", le hacemos un inútil, le haremos sufrir mucho en el futuro.

Ojo con mimarle,
que es egoísmo de los padres.
Porque el mimo no es amor;
en el amor te das,
en el mimo te buscas a ti mismo.

El mimo suele encubrir egoísmo. No le llenes de comodidades. No quieras evitarle toda clase de imprevistos y dificultades. Bajo el pretexto de protección le niegas hasta las más pequeñas ocasiones de adquirir experiencia.

La palabra no
también la pronuncia el amor.

Con tantos mimos, carantoñas, caricias y besuqueos... a estas alturas..., no le haces ningún bien.

La vida resultará
muy difícil
a quien haya tenido una infancia
sofocantemente cómoda.

Otro tema importante es el uso del dinero. Cuando se habla de dinero enseguida se pasa a la casuística. ¿Cómo se sabe qué es capricho y qué es necesidad? ¿Cuánto dinero debe tener? ¿Qué gastos costea él y cuáles los padres?

Sería demasiado aventurado proponer un sistema concreto. Depende mucho del estilo de cada familia.

Lo que sí parece siempre recomendable es hacer que el niño no disponga de demasiado dinero y no se acostumbre a despilfarrarlo en tonterías o caprichos. Ojo a los refrescos, las chucherías, las máquinas tragaperras. Ojo a la acumulación de cosas que no necesita.

Es positivo que vaya administrando pronto las pequeñas cantidades que va recibiendo de sus padres, familiares, o pequeños trabajos extraordinarios en la casa. Y que aprenda a ahorrar, sin tacañerías, y conozca el valor de las cosas. Que no acabe sucediendo que sepa el precio de todo pero no conozca el valor de nada. Administrar el propio dinero es una escuela de enseñanzas importantes para la vida.

Pero hay algo que conviene tener en cuenta. Los recados y trabajos ordinarios en la familia son obligación de todos, sin necesidad de que medie el dinero. Premiar o castigar con dinero hace que los hijos se materialicen y acabe siendo necesario incentivar económicamente todo, y esto no es propio de una familia.