Educación de la voluntad y del carácter

El carácter y la falta de carácter

Autor: Alfonso Aguiló Pastrana

Sitio Web: interrogantes.net

 

  

Cada chico tiene su personalidad, una forma de ser que le es propia, que configura su carácter. Afortunadamente las personas no somos todas iguales, sino que hay aspectos que nos distinguen a unos de otros, cualidades, aptitudes y rasgos que componen nuestra personalidad, de la que podemos y debemos estar orgullosos.

Hay aspectos del carácter que siempre serán positivos. Y pensando en los hijos, siempre querremos que se eduquen siendo sinceros, leales, decididos, generosos, emprendedores, responsables, laboriosos, amigos de la libertad, sin miedos, sin timideces, sin temores, sin escrúpulos tontos.

Pero hay otros aspectos, sin embargo, que no pueden considerarse positivos. Podríamos decir, por tanto, que no son particularidades del carácter, sino más bien de la falta de carácter. Si un chico es perezoso, o patológicamente curioso, o un egoísta redomado, eso no puede considerarse positivo. Tampoco, por ejemplo, que sea arrogante o envidioso. Son defectos, y como tales han de procurar superarlos.

Y en esto también importa mucho llegar a tiempo. Decíamos al principio que el carácter no es sólo cuestión de herencia genética, sino que precisa un esfuerzo continuado por mejorarse.

—Pero el tiempo es sabio, dicen, y atempera el carácter...

El tiempo arregla a los que se esfuerzan por mejorar, pero estropea a los que se dejan llevar por su falta de carácter.

El mero transcurso del tiempo, sin más factores, no hace cambiar el sentido de una evolución, sino que la confirma. Si no se hace nada, el tiempo pasa y el chico seguirá en su misma tónica de siempre, o empeorará.

Por eso hay que enfrentarse al problema del carácter antes de que sea tarde y haya cristalizado en defectos difíciles de remover. Es una pena ver a personas que por su edad debieran estar a otro nivel, y que se reconocen impotentes ante su cobardía, o sus arranques de mal genio, o su apatía permanente..., cuando ya, a esas alturas, el arreglo es muy fatigoso.

—Pero..., ¿no te parece un poco antinatural esa lucha? Cada uno es como es, ¿no?

Si has llegado a leer hasta aquí es porque deseas que tus hijos mejoren y no estás aún satisfecho. El proceso de mejora del carácter es algo que requiere esfuerzo. Exige una lucha personal, que no ha de ser crispada ni angustiosa, sino alegre y optimista. Pero una lucha, ineludiblemente.

Y esa lucha es más eficaz
y gratificante
si se plantea
conjuntamente en la familia,
yendo por delante
con el ejemplo.