Educación de la afectividad 

Tendencia a prejuzgar negativamente

Autor: Alfonso Aguiló Pastrana

Sitio Web: interrogantes.net

 

  

En el fondo de todo chico hay una serie de buenos sentimientos que la naturaleza ha impreso en él, y a los que hay que saber sacar brillo. Debemos fomentar todo ese conjunto de valores positivos que irán configurando un carácter y una personalidad de la que broten, sin necesidad de órdenes, todas esas cosas que nos agradaría ver en él.

Para ello, primeramente
hay que suponer en el chico
las cualidades
que se quieren ver en él.

Cuando se le acusa continuamente de tener un determinado defecto, acabará por pensar que es algo tan arraigado en él que es inútil luchar por corregirlo.

Conviene apoyarse en ese sentimiento natural que tiene de agradar y de ser útil, de sentirse valorado. El chico da mucha importancia a lo que opinan de él y es muy sensible a los estímulos. Hay que saber apoyarse en esos sentimientos propios de la edad para ayudarles a superarse en su mejora personal.

Se trata,
por decirlo de alguna manera,
de poner a su amor propio
del lado del bien.

Otro principio sabio es creer firmemente en las buenas intenciones de los chicos. Tenemos a veces una lamentable tendencia a pensar mal, a prejuzgar negativamente. Una extraña manía que reduce a cenizas las mejores esperanzas de los chicos. El viejo aforismo de piensa mal y acertarás lo corrobora tristemente. Es preciso romper con ese modo de pensar o de actuar.

Conviene respetar
este elemental principio jurídico:
el bien debe ser supuesto,
el mal debe ser probado.

A veces nos fijamos más en lo negativo que en lo positivo de las personas, y tenemos propensión a agrandar el mal con la medida de nuestra propia mezquindad, trivializando las razones de las cosas y buscando dobles intenciones donde no las hay.

Es mala política etiquetar al niño:
si ha sido sorprendido
en una mentira,
no es por eso un mentiroso.

Y si ha cogido dinero del bolso una vez a mamá no es por eso un ladrón.

Las personas dominadas por esa tendencia al prejuicio negativo suelen enarbolar con sorprendente frecuencia quejas de este estilo:

Estas afirmaciones tajantes y malpensadas con que algunos se adelantan a prejuzgar negativamente, acaban con la esperanza de cualquiera. Es una hostilidad impertinente que llena de conflictos la familia y enfría el calor del hogar.

—O sea, que se trata de pensarlo bien antes de decir algo negativo.

Sí, pero no suele bastar con pensar mal y no decirlo.

Cuando se tiende
a pensar mal de los demás,
esos pensamientos críticos
van gestando una actitud negativa,
y esa actitud acaba fraguando
en comentarios y conductas
también negativas.

Por eso es mejor juzgar positivamente también de pensamiento. Se trata de evitar esa actitud que refleja aquel conocido chiste, del automovilista que sufre un pinchazo en plena noche en una carretera desierta y se da cuenta de que no lleva gato para cambiar la rueda.

Ve a lo lejos la luz de una casa de campo. "Me acercaré y les pediré un gato", se dice. Se dirige hacia la casa y va pensando por el camino: "Mira que si tienen gato pero no me lo quieren dejar...". Y continúa debatiéndose en ese pensamiento todo el trecho que le separa de aquella casa, hasta el punto de obsesionarse.

"Mira que como no me lo dejen, no sé que les digo...". Llega a la casa y llama al timbre, ya notablemente enfadado. Una señora le abre la puerta y el caminante le dice sin más preámbulos: "¿Sabe lo que le digo? ¡Que si tienen gato, que no lo quiero, que se lo coman!".