Sombras en la Iglesia

Autor: Alberto Muller

 


La Iglesia católica en Estados Unidos vive tiempos de revoltura y de sombras...y esta realidad es inocultable. El escándalo de los abusos sexuales cometidos por algunos sacerdotes ha abierto una llaga moral dolorosa en una institución salvífica creada por Jesucristo para el amor, la caridad y el servicio <diaconía> a los más necesitados.


Y no debemos decirlo con tibieza…pues estos señores prevaricadores que han abusado de niños y adolescentes, aunque vistan de sotana, no son sacerdotes. No pueden ser sacerdotes. No han sido nunca sacerdotes a los ojos de Dios…
Precisamente el Código de Derecho Canónico de 1917 define con claridad meridiana que deberá ser suspendido y declarado infame el religioso que cometa actos impuros con menores de 16 años. Posteriormente el Código de 1983, vigente hoy en la Iglesia, reclama el castigo para el eclesiástico que haya cometido delitos con menores de edad contra el sexto mandamiento e incluye la pérdida del estado clerical”.


Estos “sacerdotes” son simplemente malechores que han utilizado su investidura santa para cometer el más depravado y deplorable de los delitos, que es el abuso a menores…Y merecen ser juzgados como delincuentes comunes con la mayor severidad y la mayor prontitud.


Y surge la pregunta: por qué algunos de estos pederastas que deambulan por las calles se refugian en la Iglesia para tanta maldad ?
Para algunos puede ser parte de la revolución sexual que invadió el mundo a finales del siglo XX. 


Otros prefieren centrar su mirada en los traumas sexuales que en ciertos sacerdotes puedan causar las durezas del celibato. Y observadores con una visión más historicista centran su mirada en la sensualidad de placeres que genera el materialismo imperante por todos los rincones de la sociedad.
La Iglesia con su santidad de siglos característica tendrá que realizar una investigación muy seria, muy profesional y muy exhaustiva para determinar las causas que generan estos delitos tan repugnantes. 


Mientras tanto el mundo cristiano se sumerge con devoción y humildad <precisamente en esta semana> en la celebración de la Pasión de Cristo. 
Y también habrá que decir con la misma fuerza y energía, que estos despreciables “abusadores de niños” no podrán borrar el historial de servicio y de amor al prójimo de todas las Iglesias cristianas, que peregrinan por el mundo abriendo dispensarios, hospitales, escuelas, comedores, hospicios y misiones para llevar la palabra de Dios y su amor salvífico a toda la humanidad.


La obra santa y humana de la Madre Teresa de Calcuta que se extiende por todos los rincones de pobreza del mundo es un ejemplo admirable de lo que es el amor de Cristo. 
Y la lista se haría interminable si sumamos las misiones recientes en Alaska, en Africa, en Asia, en el mundo árabe por proclamar la palabra de Dios. También las obras dispensarias y educativas gratuitas de Caritas, de los padres escolapios, salecianos, jesuitas, dominicos, franciscanos, maristas y oblatos <por mencionar sólo algunas> es una muestra que la misión salvífica instituida por Jesús está más viva que nunca.


Precisamente en nuestro Miami local tenemos la obra gratuita escolar y dispensaria maravillosa en la Iglesia de San Juan Bosco del Padre Vallinas, que es todo un ejemplo de santidad, humildad y amor al prójimo admirable.
Y estas obras de amor infinito no podrán ser opacadas por un puñado de abusadores de menores sin escrúpulos que se esconden detrás de una sotana en Palm Beach, Nueva York, Miami o en cualquier otra ciudad…


Su Santidad, el Papa Juan Pablo II, se declaró profundamente conmocionado por los escándalos de abuso sexual y ofreció su solidaridad a las víctimas: “Se trata”, dijo el Pontífice, “de graves escándalos que proyectan una sombra de sospecha sobre todos los demás sacerdotes beneméritos, que desarrollan su ministerio con honestidad, coherencia y heroica caridad”.


La teología de la Iglesia Católica contemporánea fundamentada en la conciencia de Jesús <desde el Concilio Vaticano II> ha insistido en la importancia de reactivar la figura del diaconado que tiene sus raíces en el Antiguo Testamento.


Y el sentido más gráfico del diácono es el servidor que anda en la presencia de Dios…que dialoga con Dios…y que no se esconde en vestimentas para cometer fechorías miserables.


La Iglesia y todos los miembros de su cuerpo místico viven horas de sombras en tiempos de pasión. Y todos confiamos que el amor prevalecerá…entre este puñado de miserias que hoy denunciamos.