Domingo VII del Tiempo Ordinario, Ciclo B

En el silencio habla el Amor (apéndice)

Autor: Padre Alberto María fmp  

 

 

Anotaciones a las lecturas: 

Is 43, 18-19. 21-22. 24b-25;  Sal 40, 2-3. 4-5. 13-14;  2Cor 1, 18-22;  Mc 2, 1-12  

En estos textos podéis encontrar los casados un verdadero proyecto de vida, simple y sencillo, pues os ayudará a vivir como el Salvador, a vivir como el Señor, haciendo y siendo instrumentos de ese algo nuevo de Dios que comenzando en vosotros cada día desborde vuestra historia y se comunique en vuestro entorno hasta donde Dios quiera. Pero, eso sí, no siendo Dios el tercero en vuestra vida, el que está entre uno y otro, porque –como muchos afirman como un magnífico deseo- «nos hemos casado los tres». No. Os habéis casado vosotros; pero Dios está por delante de vosotros, Dios es el primero. Primero que tu esposa y primero que tu esposo.

Muchas veces los casados toman la palabra de El Cantar de los Cantares: «Yo soy para mi Amado y mi Amado es para mí», como expresión de su amor mutuo, si bien Dios la emplea para hablarnos de su amor personal, aplicando el símil humano. Y, por consiguiente, más allá del símil humano, el amor de Dios por cada persona es algo que no puede cambiar. Es una palabra dada que está escrita en el Libro de la Vida.

Desde esta perspectiva cobran fuerza las palabras de san Pablo: «Amarás a tu esposa como Cristo ama a su Iglesia» y a la esposa le dice: «Vivirás sometida a tu marido», como al Señor, porque vives sometida al Señor. La esposa amará a su marido porque Dios es el primero. Desde esta perspectiva, todo cobra un nuevo sentido: la razón de amar al esposo/a no es simplemente la relación física, ni el sentimiento que nace, ni el amor humano. La razón es: porque eso es lo primero que tienes que hacer, porque tú amas a Dios primero y Dios te dice: ama a tu marido.

San Agustín decía que el que obedece nunca se equivoca, porque a fin de cuentas siempre hace la voluntad de Dios: que manda obedecer. El que manda es el que corre todos los riesgos y puede equivocarse muchas veces. La responsabilidad dice san Agustín es del que manda. En este caso –el de los esposos- la responsabilidad sería de Dios si vosotros os amáis porque los dos tenéis a Dios en primer lugar, por delante de las ofensas, y normalmente siempre será por delante de los dos. Entonces, entre los esposos, no habría fricciones ni fisuras insuperables, porque los dos tendréis claro que Dios os conduce y que seguís al Señor juntos. Pero seguís al Señor, no seguís al otro conyuge, sino al Señor y El quiere que lo sigáis juntos, con un solo corazón y una sola alma. Esa es la vida y esa es la clave, para que los esposos crezcan en el amor, crezcan en santidad y en unión porque crecen unión con Dios

Por eso el Señor sigue aplicando el ejemplo del amor humano a la vida y relación de la Iglesia con Dios.  

Es el ejemplo que nos propone el Señor para aplicar a la vida de la Iglesia. Es como un matrimonio donde cada uno tiene claro que Dios es el primero, pero sin separarse del de al lado, de su hermano. Desde el momento que los esposos han dicho sí al Señor,  

ya tendrán que estar juntos toda la vida y tendrán que amarse por encima de sus defectos y contando con ellos, porque eso es lo que Dios quiere. Sin ese compromiso -valga la expresión-

Dios no podría ser lo primero aunque lo quisieran. Porque el compromiso es la voluntad de Dios. Desde ahí el camino está para hacer. Por ello no  pueden dejar la oración sin cesar. El Señor sanará siempre esas situaciones interiores que uno vive con sus muchas fantasías e imaginaciones, serán perdonados todos sus pecados y por vuestra confianza en El alcanzarán la meta, ese algo nuevo. Y con el silencio, con la humildad el Señor perdonará vuestros pecados por vuestra fe y vuestra confianza pero en cualquier caso siempre por el silencio. Para que cuando Dios hable los dos escuchéis y hagáis lo que Dios quiere.