Festividad de Santiago Apóstol (25-julio-2004)

Vivir siempre con Jesús 

Autor: Padre Alberto María fmp  

 

 

Anotaciones a las lecturas: 

Hch 4, 33; 5, 12. 27-33; 12, 2; Sal 66, 2-3. 5. 7-8; 2Co 4, 7-15; Mt 20, 20-28

Reflexionando sobre la figura de Santiago y, en general, sobre la figura de los Apóstoles, de quien él es un exponente claro, pensaba que tanto uno como los otros, son un claro exponente de lo que Dios quiere para nosotros.
Santiago vivió en la intimidad con Dios, vivió adherido al Señor, desde el momento en que el Señor lo llamó, sin separarse ni un momento de El.

Es verdad que en muchos momentos tampoco él sabía a donde lo iba a conducir Jesús, porque no tenía las cosas muy claras, como nos ocurre también, en muchas ocasiones, a nosotros. 

Vivir adherido al Señor supone no saber nunca adonde vas a llegar, porque el Señor te va a llevar por caminos desconocidos después de andar por otros caminos. Pero lo que estaba claro para Santiago y para nosotros es que, lo mejor que nos puede ocurrir en esta vida, es poder seguir a Jesús, pero no a cierta distancia. Santiago decidió seguir a Jesús de una manera ritual, es decir, no ya, en el caso nuestro, yendo a misa los domingos y, ya está. 

El Señor llamó a Santiago y le invitó a estar muy cerca de El, muy cerca de su corazón y poder presenciar todo aquello que iba a ser definitivo para la vida de ellos mismos, para la nuestra y para la de todos los hombres. 

Santiago fue llamado a esa intimidad con Jesús, él era uno de los que siempre se iban con Jesús cuando Él quería estar solo. Andaba por los caminos y entraba en asambleas con Jesús, escuchaba su palabra contemplando la gloria de Dios en el Tabor, contemplando cómo Jesús sanaba a los enfermos y cómo Jesús sanaba los corazones afligidos. Fue testigo fiel de la compasión de Jesús, sobre todo cuando aquella mujer viuda iba a enterrar a su hijo único. Él estaba y vivía siempre con el Maestro, desde el momento mismo que fue llamado. 

Y en ello nos recuerda lo que Dios quiere para nosotros: vivir siempre con Jesús, peregrinando con Jesús, por los caminos de la vida, viviendo, siendo testigo de los momentos más importantes de su vida. 

Hoy, esos momentos más importantes de la vida de Jesús los encontramos en la Palabra; pero también los encontramos en la soledad del corazón, aunque estemos en medio de una multitud. Pero cuando el corazón vive con Jesús, el corazón se hace testigo de las obras de Dios, de todo lo que Dios hace en mi mundo, porque sabe verlo, descubrirlo, se siente en intimidad, sabe que le afecta, que es parte de su vida, parte de él mismo.

Por eso Santiago nos surge hoy como un argumento, como un testimonio, como un ejemplo de esa intimidad que Dios quiere que tengamos con Él. Una intimidad que no se cuaja solamente en la vida monástica, donde en cualquier instante, lo importante es estar, vivir la intimidad con Él. 
Por el contrario, como le sucedió a Santiago, puede ser en medio de una multitud que va al encuentro con Jesús, que va a escuchar su enseñanza, tanto estado sentado en las laderas del Monte de las Bienaventuranzas o puede ser en la soledad del Tabor. Pero nuestro corazón no puede nunca separarse de Él, y aunque nuestras flaquezas son muchas y nuestras debilidades también, nuestro corazón no puede separarse de Él.

La otra faceta de Santiago que también nos atañe muy de cerca es su actitud después de la muerte y resurrección del Maestro: Santiago fue transmisor de la enseñanza de Jesús. Quiso llevar a otros lo que él había vivido y estaba viviendo. También en esto Santiago nos recuerda y nos da un testimonio importante, porque la razón de una vida nunca es el propio ego, la razón de una vida en cristiano siempre son los demás, en cualquier forma, en cualquier modo. .
El camino no es, simplemente, mi propia salvación o mi propia santificación, porque todo árbol que crece, naturalmente da frutos, no tiene que planificarse ni reflexionar para dar frutos, los da naturalmente: cuando llega la edad oportuna del árbol y la estación oportuna, da los frutos que su vida le permite. También así es nuestra vida, su razón y su fundamento son los demás: que los hombres sean reconciliados y llevados a Dios, viviendo en la paz, en el gozo, en la alegría y siendo felices. 
Estas fueron las tareas de Santiago: una antes de la muerte y resurrección de Jesús, la otra, después de la muerte y resurrección de Jesús. Podríamos decir mientras el Maestro estuvo con ellos físicamente, Santiago estuvo en la Escuela de los Amigos de Dios. En ella aprendió a vivir, aprendió a estar con Él, y aprendió a ser uno con Él. 

Cuando el Señor partió hacia el Reino de su Padre, Santiago ocupó el lugar del Señor con los doce, para enseñar a los hombres los caminos de Dios y para enseñarles a recorrer los caminos de Dios, para enseñarles a encontrar esa intimidad con Dios que equipara y compara el sentido de sus vidas.

Pues bien, démosle gracias a Dios, porque nos concede celebrar el patrocinio de Santiago, su testimonio, su ejemplo y también su intercesión.
Y roguémosle a Santiago que interceda por nosotros ante Dios para que seamos capaces también de ser radicales, como él. 

Santiago ni se detuvo a medias ni tampoco hizo nada a medias, hizo en cada momento lo que tenía que hacer y cuando llegó el momento, también dio la vida. Pero esto era como un fruto normal, natural. 

Cuando alguien te pide la vida ¿se la das? Eso hizo Santiago: dar su vida al Señor, en el momento en que el Señor se la pidió, sin con medias entregas, ni con miedos, ni con temores ni temblores de lo que podía o no podría. Simplemente lo hizo.

Así también pidamos a Santiago que interceda por nosotros ante el Señor para que seamos capaces también nosotros, en cada momento, de hacer lo que tengamos que hacer: Dar la vida, por el Señor y dar la vida por los hombres. Responder a la llamada del Señor y vivir felices con Él. 

¿Que hay cosas que no acabamos de entender? Como la madre de Santiago que se acercó a Jesús, un poco despistada, buscando el puesto de ministro de Hacienda para Santiago. Pero bueno, también nosotros, a veces, andamos con nuestras debilidades y flaquezas, con nuestros despistes y sepamos volver, simplemente, volver a seguir el camino con Jesús. Porque lo otro no es importante, en lo otro no encontraremos la vida, en Jesús sí. En lo demás no encontraremos nunca la alegría de vivir, en Jesús sí. Ni encontraremos nunca un corazón lleno, en Jesús sí.