Domingo XVIII Tiempo Ordinario, Ciclo A

Solamente vivir desde el amor 

Autor: Padre Alberto María fmp  

 

 

Anotaciones a las lecturas: 

Ecl 1, 2; 2, 21-23; Sal 89, 3-4. 5-6. 12-13. 14 y 17; Col 3, 1-5. 9-11; Lc 12, 13-21;

«Vanidad de vanidades, todo es vanidad»
Es decir, nos ilusionamos con muchas cosas, ponemos muchos deseos, muchas ilusiones y muchas esperanzas en muchas cosas y «solamente una es necesaria». Yo diría que solamente el corazón es necesario. Solamente aprender a amar es necesario, solamente vivir desde el amor, es lo único necesario.

Por eso Jesús se hace necesario en nuestro tiempo, porque Él sí vivió desde el amor y en el amor. Y por eso Él, sí es el Maestro que puede acompañarnos por el camino de la vida. Pero sobre todo lo es porque ha vivido de tal manera, que ha hecho posible que el amor de Dios llegue a nuestro corazón y rebrote en él, aportando y dando nueva vida a cada uno de nosotros y al mundo en que vivimos.
Y cuando nos detenemos a observar tantos deseos, tantas reflexiones y tantas metas como en nuestro tiempo y en nuestra vida somos capaces de ponernos, nos damos cuenta, como dice el libro del Eclesiastés, que nada permanece, todo se esfuma y termina desapareciendo como el humo. También nuestra vida.

Nos damos cuenta, de que también vale la pena agarrarse fuertemente a aquella realidad, que es la única que va a permanecer y que nos va a sobrevivir: El amor.
Porque el amor es el único que nos ayuda a cruzar el umbral de la esperanza, el umbral de la muerte a la vida con la ilusión y la esperanza, con recibir ese don que es la nueva vida acá en la tierra y después en el Reino eterno.

La Palabra del Señor nos ayuda y empuja a que volvamos a ubicar, todas las cosas que hay en nuestra vida, para que pongamos lo importante donde lo es y para que desechemos lo que no es importante, por mucha que sea la importancia que le estemos dando.

Nos recuerda cómo y con qué fuerza muchas veces le damos importancia a muchas cosas que no la tienen, cómo ponemos en ellas nuestro corazón en lugar de ponerlo en el amor, en la vida, en la esperanza, en Dios. Cómo en multitud de ocasiones nos entretenemos en cosas que pasan y nos olvidamos de las cosas más importantes, y cómo en otras muchas dejamos que nuestros ojos y nuestro corazón se vayan tras de otros compañeros (como dice el Cantar de los Cantares), en lugar de adherirnos más fuertemente donde está la vida y la esperanza, donde está la luz y la paz, donde está el amor verdadero. 

Cuando nos dice: «Vanidad de vanidades, todo es vanidad», la Escritura nos llama la atención para que sepamos distinguir, para que diferenciemos las cosas que merecen el corazón y las que no merecen el corazón, porque toda nuestra vida, a fin de cuentas, sigue siendo una cuestión de amor y nuestro corazón no podemos ponerlo en nada que lo dañe. Por eso nos invita a diferenciar lo que merece ser amado y lo que no merece ser amado, lo que merece la pena considerar y lo que no merece la pena considerar, dónde poner el corazón y la esperanza y dónde, simplemente, no ponerlo, porque se pierde la vida, se pierde el tiempo. 

Nos enseña y recuerda aquello que San Pablo, dirá: «discernirlo todo y quedaos con lo bueno», y así nos enseña a elegir y a quedarnos solo con lo bueno, con aquello que construye nuestra vida, que realmente nos va a hacer felices, que realmente va a llenar nuestro corazón, y lo demás, lo demás... aprender a dejarlo al lado del camino, para que no dificulte ni sea un estorbo para nadie.

De esta manera, nos devuelve la visión sencilla y simple de la vida tal y cono nos la muestra el evangelio, la visión sencilla y simple de la vida cristiana, donde en realidad, como dijera Jesús de otra manera, todo se reduce a amar con todo el corazón. Y por amor, hacemos absolutamente lo que sea. Cuando ama hace maravillas. Cuando regatea el amor no hace nada, no puede nada, no alcanza nada, todo es difícil, costoso, todo viene cuesta arriba. Pero cuando uno ama hasta lo más costoso se vuelve simple, fácil, accesible y llevadero. 

De esta manera el Señor nos enseña la importancia de la vida y la importancia de vivir como Él, porque nuestra vida es un don, un regalo, que no podemos dejar arrinconado en una librería de la casa. Nuestra vida es un regalo que no podemos desperdiciar porque tiene un valor incalculable. Nuestra vida es el mejor regalo que Dios nos ha podido hacer y la ha iluminado, la ha adornado, la ha revestido del amor para que la vida tenga luz propia, tenga sentido, tenga fuerza. 

Por eso, demos gracias a Dios, porque una vez más nos enseña a diferenciar dónde está la vida y dónde no lo está. Porque una vez más nos enseña el verdadero valor de la vida, que tenemos un corazón para amar, nos recuerda que los demás están esperando y aguardando también nuestro amor. Están necesitando de nuestra esperanza, de todo aquello que hay en nuestro corazón.

Demos gracias a Dios por enseñarnos lo que merece la pena en nuestra vida y lo que no merece la pena entretenerse en ello. 
Ocupémonos pues de las cosas de Dios, ocupémonos pues de amar de verdad, que «lo demás se nos dará por añadidura».