Domingo V de Pascua, Ciclo B

Necesitamos orar más

Autor: Padre Alberto María fmp  

 

 

Anotaciones a las lecturas:   

Hch 9, 26-31;   Sal 21, 26b-27. 28 y 30. 31-32;   1Juan 3,18-24; Juan 15, 1-8  

La parábola es muy sucinta y muy clara. La clave está en permanecer unidos a Jesús. Y entonces sabemos que mientras estemos unidos a El, daremos frutos de una o de otra manera. Porque cuando haya algo en nosotros que no dé frutos, el Señor lo podará para que dé frutos. Y cuando haya en nosotros algo que dé frutos, lo podará, lo limpiará para que dé más frutos.

En verdad es un resumen bastante claro de lo que es la vida cristiana en general: vivir unido a Jesús. Y con todo lo que eso de alguna manera supone, porque de Jesús recibimos la vida e incluso el deseo de hacer bien y la capacidad de hacerlo, incluso la capacidad de vencer al Malo y la capacidad de vencer el mal haciendo el bien.

En realidad dos cosas se muestran, pues, desde la alegoría de la vid y los sarmientos. Dos elementos se muestran como importantes: uno la unidad con Jesús y otro los frutos que produce esa misma unidad. Jesús nos dice en muchos lugares cómo esa unidad se fragua a través del amor, a través de la oración y de las buenas obras; tratando a los demás como a Jesús. Porque de esta manera las obras de misericordia emergen en nosotros, como decía el mismo Jesús refiriéndose a los niños: «Cuando a uno de esos se lo hacéis a Mi me lo hacéis». Y en otro lugar: Cada vez que habéis dado comida al que tiene hambre, posada al peregrino, cuidado al enfermo, visitado a los presos, vestido al desnudo… a Mí me lo habéis hecho.

Jesús es muy práctico. No nos da lecciones teóricas para la vida, sino que nos enseña a vivir y nos lo concreta en esas dos áreas fundamentales: la oración y la vida. La oración en la comunión con Jesús y en la comunión con Dios. Y esa misma oración nos conduce a la vida que, de esta manera, se convierte en fruto de esa oración.

A veces queremos hacer obras buenas pero no llevamos una vida interior ordenada y nos resultan difíciles las obras buenas. Vivamos pues una vida interior ordenada. Vivamos de verdad una vida con Dios. Mantengamos nuestro corazón unido a Jesús y entonces haremos obras conforme al corazón de Dios.

La parábola de la vid y los sarmientos representa para nosotros una llamada de Dios que nos hace reconsiderar aspectos concretos de nuestra vida, en particular en esta ocasión, la oración y los frutos de esa oración.

 La oración que produce la verdadera unión con Dios, la verdadera unión con la cepa. Sabiendo que el Señor en la oración nos va a podar, va a ir limpiando nuestras partes secas, nuestras acciones, pensamientos u omisiones, que no corresponden con el plan de Dios. El va a ir limpiando, va a ir podando para que demos fruto y que el fruto permanezca.

Que demos fruto, pues, y a través de él se vea la gloria de Dios. Y nuestro fruto permanezca porque la gloria de Dios se asiente en el corazón de los que nos rodean, de aquellos que se benefician de nuestra unión con Dios.

Es cierto que hay cuestiones que pueden sernos más costosas, pero Pablo dice: «Todo lo puedo en Aquel que me fortalece» Y la experiencia nos demuestra que, cuando nos mantenemos más unidos a la vid (oramos más), nuestra vida da frutos, frutos de vida eterna y frutos que permanecerán.