Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo

El Señor gobierna desde el amor

Autor: Padre Alberto María fmp

 

 2 Samuel  5, 1-3;  Sal 121,1-2.3-4a.4b-5;  Col  1, 12-20;  Lc  23, 35-43;  

«Demos gracias a Dios que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del Pueblo Santo en la luz».

Con estas palabras comenzaba la segunda de las lecturas para hacer llegar a nuestro corazón la llamada para dar gracias a Dios hoy «porque nos ha hecho capaces de compartir la herencia del Pueblo Santo en la luz».  

Gracias a Dios porque «El nos ha sacado del poder de las tinieblas y nos ha llevado al reino de su amor admirable».  

Debería leer varias veces este fragmento de San Pablo porque nos matiza y nos ayuda a descubrir de dónde es Jesús el Rey, de qué Universo es Jesús el Rey y dónde, cuándo y cómo gobierna Jesús ese Universo.  

 El pasaje de San Lucas del evangelio nos concreta cuál es el trono desde el cual gobierna ese Rey –Jesús- nuestras vidas y el Universo entero. Y –evidentemente- su trono es la cruz porque su cetro, su corona y su reinado es un reinado de amor.  Si las cosas fueran de otra manera, sin duda, como dijo Jesús a Pilato, «si mi reino fuera de este mundo mis soldados hubieran venido y me hubieran liberado».

Pero, como día también Jesús: «Estáis en el mundo pero no sois del mundo».  Por eso, no se trata de un gobierno civil, nacido de unas elecciones, o de un linaje humano; quien gobierna nuestra vidas, nuestro Rey, es «el amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor Nuestro».

Decía el profeta Isaías: «Mira que estoy haciendo algo nuevo, ya está aquí, ¿acaso no lo experimentáis, no lo sentís?» Y ese algo nuevo, o ese reinado nuevo, ese mundo nuevo que Dios está haciendo sobre nuestro mundo, es el reinado de Jesús por el amor, que hace nuevas todas las cosas y que nos confiere la capacidad de ser hijos de Dios y de hacer nuevas todas las cosas por amor, de hacer nuevo nuestro entorno, de hacer nuevos nuestros hogares, nuestras casas, nuestras comunidades, nuestra Iglesia... por el amor.

Y es en ese servicio al amor en donde Dios nos gobierna y en el que Jesús ha sido constituido Rey del Universo. Su reino no es de este mundo, pero si su reino no viene a este mundo -como decimos cada día en el Padrenuestro-, si su reino no viene a este mundo ¿qué sería de nosotros? ¿qué sería de los hombres? ¿dónde llegaríamos?

Su reino, su reinado, verdaderamente no es de este mundo, pero este mundo lo necesita  e incluso clama por él, aunque en muchas ocasiones sea sin darse cuenta, sin saber, por qué. Pero clama la misma necesidad del hombre, la necesidad de amar, de entregarse, de ser él mismo en el ofrecimiento, en la entrega. Porque mientras el hombre no se entrega, mientras no se ofrece en gratuidad, no es él mismo.

Lo necesita pero no descubre el camino, no sabe a qué puerta llamar, y ese reinado de amor que el hombre no sabe donde encontrar, no se puede encontrar más que en Jesús.  

El es el Rey del Universo porque gobierna con amor. Como Dios es el Creador porque creó por amor. Un amor sin límites, sin condiciones, un amor que nos cuesta tantísimo entender que apenas llegamos a atisbar un pequeño reflejo de su inmensidad. 

Por eso el reinado de Jesús sobre toda la Creación es la expresión del deseo de Dios de que el hombre viva bajo el imperio del amor, bajo el gobierno y cuidado del amor, de tal manera que todos los hombres nos pongamos al cobijo del amor de Dios, para ser guardados por el amor, guardados y gobernados por Jesús.  

Por eso mirándonos también a nosotros mismos, no podemos sino dar incesantemente gracias a Dios, porque Él nos ha dado la posibilidad, la capacidad de ser gobernados por el amor, haciendo posible por la Encarnación que el amor pudiera ser visible a nuestros ojos y pudiéramos contemplar al Amado, como dijo el Padre en el Monte Tabor y en el Jordán: «Este es mi Hijo el amado». Y darle gracias también, porque nos ha hecho capaces de poder contemplar estas realidades y poderlas creer por haberlas visto, porque hay testigos.

Por eso hemos de dar gracias a Dios, y proclamar sus alabanzas porque El ha hecho todas las cosas para nuestro bien, para que percibamos ese mundo invisible a los ojos pero sensible al corazón; para que percibamos ese gobierno que aunque no entendemos, es verdad y es real.

Que es la realidad de la cruz desde donde el amor gobierna al mundo y desde donde Dios llama al hombre, invita al hombre a entrar bajo el dominio, bajo el gobierno del amor.

Por eso hoy cantamos las alabanzas de Jesús, porque es el Rey del Universo, pero también elevamos nuestra acción de gracias porque el Señor nos ha llamado a entrar dentro de ese torbellino de amor con el deseo por parte de Dios y la esperanza por parte nuestra de que dejemos libre a Dios para actuar en nuestra vida.  

Necesitamos darle gracias para -mediante ella- ir eliminando todo aquello que nos impide ser gobernados por el amor, para que mediante la acción de gracias y la búsqueda de Dios desaparezcan de nosotros tantas trabas que ponemos al amor de Dios.

Necesitamos dar gracias porque la acción de gracias deja la vía libre al Señor para poder actuar en nuestra vida.

Por Dios, por Jesús fueron hechas todas las cosas, visibles e invisibles, terrestres y celestes, Tronos, Dominaciones, todo fue creado por El y para El, decía también S.Pablo. Bien, pues entremos, supliquémosle al Señor como el mendigo suplica la limosna, supliquémosle al Señor que su amor nos envuelva y nos prenda de tal manera que transforme nuestro corazón de piedra en un corazón capaz de dejarse modelar por Dios, capaz de responder a su cuidado. Que nuestro barro se vuelva fresco, blando, cambiante, capaz de ser moldeado.  

Entonces entenderemos bien la fiesta que hoy celebramos:

Jesús que gobierna desde la más pura expresión de amor y está forjando año tras año un reino nuevo de amor, aunque todavía se nos escapa a los ojos, pero «Mira que estoy haciendo un mundo nuevo. Ya está aquí. ¿Acaso no lo sientes?» (Is).