Un mundo extraño

Autor: Adolfo Carreto      

   

 Juan Pablo II suele dejarnos, en frases muy escuetas, grandes tratados teológicos, grandes compendios de lo que el ser humano debe ser, y sobre todo, de lo que debe ser el cristiano. En esta oportunidad, el día de la Epifanía, es decir, el día de los reyes magos, nos regaló esta frase: “Si el mundo se siente extraño al cristianismo, el cristianismo no se siente extraño al mundo”. El cristianismo, como religión, no, pero ¿los cristianos?. Porque el cristianismo, sin los cristianos, no existe, o no tiene razón de ser, entre otras cosas porque el cristianismo no es una teoría, o no debe de serlo, sino una práctica de vida, de comportamiento social, de lucha hacia la liberación.

     ¿Es que el cristianismo ha perdido terreno en el mundo, y en el mundo actual?. Puede ser que parte del mundo, inclusive del mundo cristiano, se haya alejado de la creencia, pero sobre todo de la práctica cristiana. Y no solamente cristiana, también de otras muchas creencias. Pero, ¿no será porque los creyentes de acá y de allá han dejado de ser fiables, es decir,  no dejan traslucir en la práctica de su diario quehacer lo que su religión les dicta?.

     No pocos escándalos, y a todos los niveles de la convivencia social, vienen siendo protagonizados por representantes del cristianismo al igual que representantes de diferentes denominaciones religiosas, los cuales hacen tambalear en no pocos la eficacia de sus creencias. También los hay, es verdad, que se aprovechan de estos personajes escandalosos, y de sus fechorías, para meter a todos los creyentes en el mismo saco. Y eso tampoco. Como los extremos siempre son los que llevan la voz cantante, en estas andamos.

     El cristianismo, según el Papa, no se siente extraño al mundo. Y es que no puede sentirse. Es que el cristianismo existe porque lleva en su entraña un proyecto de salvación y sin el mundo tal proyecto no podría efectuarse. Lo dicho por su Santidad está en el contexto de la fiesta de la Epifanía, que no es ni más ni menos que la fiesta de la manifestación de Jesús al mundo. De ahí que adquiera valor fundamental esta precisión del mismo Pontífice: “La misión del cristianismo entre la humanidad es una misión de amistad, de comprensión, de aliento, de promoción, de elevación: es decir, una misión de salvación”.

     Así que ya sabemos de qué va eso de que el cristianismo no se siente extraño al mundo. Sería no obstante tanto mejor que el mundo tampoco se sintiera extraño ni al cristianismo ni a los cristianos. Porque la culpa no es de la religión sino de quienes no la practican como debiera ser.