Tiempo de Navidad

Los Magos de El Greco

Autor: Adolfo Carreto   

 

 

     Entre todas las representaciones de la Adoración a los reyes magos me quedo con la de El Greco, no tengo remedio. Y es que El Greco, en forma y contenido, es distinto. Creo que lo he dicho ya: para mí, El Greco es uno de los pintores más espirituales de todos los tiempos; tema que pinta lo convierte en espíritu, en alma, en algo que trasciende. Es su forma de visualizar la realidad, esa realidad que es doble, que está aquí pero que su destino es el más allá, la altura, el lugar donde debe reposar todo.

     Me sorprende esta representación de El Greco del acontecimiento bíblico dela adoración de los magos. ¿Son magos estos individuos?. Reyes desde luego, no. Sus vestimentas los identifican más con pordioseros que con gente de poder. Si han tenido que caminar buen trecho para llegar hasta donde se encuentra la Familia Sagrada, queda patente en su atuendo. El Greco, la verdad, no se preocupa mucho por los presentes. Quizá individuos así no puedan presumir de mucho, no tengan mucho que dar. Adoración, sí, eso queda patenta. Reverencia mucha. Pero no la reverencia del poderoso sino la reverencia del humilde. En este cuadro lo que importa es la adoración, el resto sobra.

     El Niño, es niño de verdad, como mandan los cánones, y María y José son dos humildades palpables. No hay visualizado prácticamente escenario, ¿para qué, si no es del escenario de lo que se trata?. El Greco no es pintor de escenarios, lo suyo es la interioridad de los personajes, de todos los personajes. El escenario de El Greco es la tierra y el cielo, y cómo faltar el cielo en este escenario espiritual... Ahí están ángeles y arcángeles como la corte única y necesaria que da validez al misterio. Ahí están los ángeles y arcángeles también adorando, sosteniéndose en esa altura donde solamente puede sostenerse lo inmaterial.

     Como siempre, toda la luz que dimana de la escena la irradia el recién nacido, porque este sí es un recién nacido de verdad, recostadito sobre ese pañal que la madre muestra.

     Digo que me quedo, entre todos, con este cuadro porque lo que El Greco está pintando es el misterio, es la adoración. No hay curiosos. No hay séquitos. No hay riquezas de por medio. Hay solamente espíritu encarnado en unos magos que han perdido por el camino toda su magia, incluida la de la vestimenta, para postrarse como Dios manda, sin nada, con las manos vacías. Pero con el corazón lleno. Por eso me quedo con este cuadro misterioso que intenta ahondar en el misterio.