Tiempo de Navidad

Tiempo de Navidad: La aparición del Angel a Zacarías

Autor: Adolfo Carreto   

 

 

  Era lógico que Zacarías se mostrara incrédulo: ¿cómo, después de toda una vida anhelándolo, precisamente ahora, cuando la naturaleza hace imposible lo que antes era posible, pudiera producirse el fenómeno? Por eso, cuando el ángel Gabriel anuncia a Zacarías la inminencia de su paternidad, el viejo sacerdote no tiene más remedio que dudar: ¿Cómo puedo estar seguro? Porque yo soy viejo y mi mujer es de edad avanzada.
Este es precisamente el relato que Domenico Ghirlandaio ha elegido para pintar este cuadro.
Aunque sea arriesgado decirlo, para mí no se trata de un cuadro religioso: hay demasiada gente conocida para serlo, hay demasiado espectador importante, que no están precisamente allí para atestiguar el milagro sino para posar para la posteridad: toda una muchedumbre de los personajes más importantes de Florencia, incluidas sus mujeres y amantes. Y el lugar, el templo fastuoso, más de raigambre pagana que de raigambre cristiana. Podrá argüirse que entonces el cristianismo no existía, lo que es absolutamente cierto, pero los pintores religiosos, en casos como éste, cuidan hasta esos detalles.
El lugar del anuncio es de una suntuosidad impresionante: arquitectura marmórea, escenas de batallas, arcos y columnas renacentistas son el cobijo de todos esos personajes que parecieran escoltar a los protagonistas del misterio pero que, en vez de eso, se muestran a sí mismo, están allí porque son ellos. Todo lo contrario precisamente de lo que cuenta el relato bíblico: que el sacerdote Zacarías se encontraba él solo en el interior, ofreciendo el incienso ritual, y que la muchedumbre del pueblo estaba fuera, rezando durante la ofrenda del sacerdote. Cuando salió había cundido en él la mudez como prueba que el anuncio era realidad.
No son muchos los pintores, la verdad, que se han atrevido con esta escena, quizá porque en ella no interviene ninguno de los protagonistas del nacimiento de Jesús. Aunque, en realidad, sí interviene: el ángel Gabriel da continuidad a todo un proceso de anuncios milagrosos que nos llevan de la mano hasta el pesebre de Belén.
No sé cómo hubiese pintado El Greco esta escena, pero estoy convencido que le hubiese sacado partido, a través del arcángel, a ese mundo que desciende de lo alto para animar a los mortales a alzar la mirada. Se trata de un cuadro de toma fotografía protocolar de personeros de estado posando para ellos mismos. Poco convincente.