Serie: El profeta

Poemas de Amos I

Autor: Adolfo Carreto         

LOS DOS MUNDOS

En Jerusalén malviven dos mundos
Como en cualquier parte del mundo.
Vendedores y compradores
Traficantes y traficados
Leprosos y cuerpos de tez lucida
Caras con arrugas y rostros con afeites
Zarcillos y orejas desnudas
Agua y sed, hambre y pan,
Habladores y silenciados.
Y un templo.
Y un Dios.
En Jerusalén el templo es el centro
Como en cualquier parte del mundo
Pero dios es la dispersión de miles de sacrificios
De corderos degollados
De palomas de corto vuelo
De cabritos desnucados
De inciensos inodoros.
Llegó Amós a Jerusalén y se arropó en el Templo.
Observó cómo Yahvé no miraba con idéntico empeño
A ambos mundos.
¿Eres el Dios de todos?.
Y Yahvé le dejó la respuesta en el aire
Para que él la agarrara.
Del mercado al templo hay un trecho
Y Amós penetró al santuario
Con la ofrenda de miles de rostros agrietados.
¿Hay un Dios insensible?.
Y nuevamente el incienso del holocausto
Se revolvió en espirales torcidos.
¿Quién dicta justicia?.
Preguntó el profeta escrutando la altivez de los jueces
Y en el santuario comprobó
Cómo las antorchas chisporroteaban su queja.
Así que salió del santuario
Dispuesto a derribar las murallas
Para hacer de dos mundos, uno.
No pueden contraer nupcias hambre y hartura
La misma trompeta no tiene voz para todos los oídos,
Los cascos de la cabalgaduras no pueden empujar sin discernir
Su hocico no debe azuzar sólo a los de paso cansado.
Así que Amós luego de ver la voz de yahvé, dijo:
Aquí estoy, para lo que sea..

LA FLAUTA

Aquel Pájaro que insiste desde el olivo
Aquella tórtola que responde al celo
Aquel corderilla con pata entablada
Aquel balido de queja mañanera
Aquel manaojo de verde frescor
Aquella briosa trotando desde la colina
Aquel mundo de melodía campestre
Fluye del son de la flauta de Amós:
El señor es mi pastor
Nada me falta;
No tengo ningún mal
Porque tu estás conmigo.
El invernal aullido del lobo
La raposa al acecho
La tétrica respuesta del can
La nieve apelmazando la tierra
La sequía de los días bochornosos
El sigilo de los merodeadores
La campanilla del leproso alertando podredumbre
Gime en el son de la flauta de Amós.
En la flauta de Amós hay lugar para la alegría
Porque ha visto el estallido del capullo
Porque ha revoloteado el primer intento un pichón
Porque la nieve hace el milagro
De tornarse manantial
Porque el cuenco con leche va directo a los labios
Porque en un nido hay tres pichones
Porque el atardecer cae rosado-
La oración de la flauta viene desde David:
Tu visitas la tierra y le das agua
Y le entregas riquezas abundantes.
Los arroyos de Dios están repletos
Preparas a los hombres su alimento.
La flauta, alma de Amós
Entona los borbotones de vid y
A veces también
La languidez de la muerte.

LA VOZ

¡Que me sirvas de voz!.
Ya sabes que no se fijan en mi rostro
Tan claro como lo luzco en la creación.
Ya sabes que no caminan por mi sendero
Tanto que me afano en escardar los abrojos.
Ya sabes que no acuden a mi altar
Tantas veces que he insistido en la promesa.
Pues que mi voz sea la tuya,
Que hable con palabra que entiendan.
¡Préstame tu voz
que tengo que comunicar a este pueblo
catástrofes y esperanzas,
que tengo que aupar al débil
por encima de sus propias fuerzas
y bajar la cerviz del orgulloso,
que tengo que llamar pan al pan
y vino al vino
aunque se les seque la garganta
y se les nuble el entendimiento.
¡Sírveme de voz!.
Allí donde impere la injusticia lanza el latigazo,
Donde se ufane la prostitución rasga las vestiduras,
Donde se arrinconen los huérfanos
Haz padres que los defiendan,
Donde dormiten las viudas
Construye un muro que las proteja,
Donde campee adulación
Pon carcajada de desprecio.
¡Sírveme de voz!.
La voz de Dios no tiene timbre humano
Para la sordera de este pueblo.

EL CASTIGO

Y he preparado arpones para sus lechos
Y he llenado su estómago de aceite
Y he ennegrecido su mirada
Y le he ordenado al sol tono de sangre
Y a la luz voz de oscuridad
Y he confundido sus imágenes
Y he volteado sus caprichos
Y he enturbiado su sed
Y al mosto de buen paladar
Lo he trocado en acidez.

He congelado la madurez del fruto
Y he ahogado el poacer del bosque
Y he trocado rosas por hortigas
Y varas de mimbre por serpientes
Y caricias por lija
Y sombra por bochorno.

He retorcido el camino
Y ampliado hasta el infinito la distancia
Y he cambiado la hierba buena en mala yerba.
He dejado sin efecto
Los mejunjes incorruptibles de las momias
Y he disfrazado al buho con pisada de paloma
Y he hecho del rocío carámbano eterno.
Todo esto lo he hecho
Para que sepan
Que Yahvé es Dios que deshace
Lo que los malvados se empeñan en edificar.

Amós lo grita y Yahvé lo apoya
Y los Baal tiemblan
Aunqie sigan cobrando el peaje
Del corazón prostituido.

LA COMILONA

Uno está acostumbrado a leche caliente
Y a cuajo, y a pan crujiente y a agua de manantial.
...
A esas cosas.
...
Corderillos del rebaño, no.

Uno está acostumbrado a alargar la mano
A empinar el vino
A ofrecer lo poco
A anhelar que la justicia sea tan corriente
Como el agua
Y la honradez tan patente
Como el torrencial
...
A esas cosas
...
Corderillos del rebaño, no.

Uno acostumbró el paladar a casi nada
Y el estómago a lo necesario
Y la necesidad a la sed
Y el corazón al amor.
Corderillos del rebaño para el banquete, no.

Se empeñan en la sangre para la gran comilona.
Necesitan sacrificar corderillos
Para que Baal engorde
A la vez que hay hambre por doquier:
La gran comilona se llena
Con el hambre de los hambrientos.

Uno está acostumbrado a poco
Y la gran comilona roba hasta lo menos
Que exige la necesidad.

Prefiero requesón y leche tibia
Y desgajar el racimo
Y masticar hierba de la ribera.

Corderillos del rebaño, no.