Serie: El profeta

Te habla Oseas, profeta

Autor: Adolfo Carreto

          

EL SANTUARIO DE BAAL 

En los bosques de Israel habían entronizado el culto al dios Baal.. A esos bosques acudían los hijos y las hijas de Israel para prostituirse; habían hecho de la prostitución, además de un negocio, un rito sagrado. Se trataba de una prostitución doble: la del cuerpo y la del espíritu.

Las doncellas no eran prostitutas de calle sino de bosque. No acudían a sus regazos los israelitas solamente a solazarse; también a implorar, por medio del rito de acostarse con ellas, favores al dios Baal para que enviara lluvia a sus sequías e hiciera germinar las mieses con más pujanza.

Las prostitutas que acudían al bosque sagrado no ocultaban ni su condición ni sus encantos. Los israelitas las contemplaban con admiración. Veían en sus cuerpos ágiles y frescos un dos que el dios Baal les había entregado para que, gracias a él, pudieran practicar el culto.

Gomer era una prostituta del bosque sagrado.

Oseas la había contemplado paseando por las calles de la ciudad. Lucía hermosa. Gomer observó la mirada de Oseas. Apreció igualmente sus ansias. Nada dijo. Apuró el paso. Movió graciosamente el cuerpo. Hizo tintinear los cascabeles que adornaban sus muñecas con el fin de que Oseas la siguiera con la mirada. Dijeron a Gomer:

-         ¿Te has dado cuenta cómo te observa Oseas?.

Gomer sonrió. Realizó una mueca con los labios, un quiebro con el cuerpo, un movimiento airoso con los cabellos. Luego disimuló un gesto de indiferencia.

-         Es demasiado temeroso de Yahvé –comentó.

-         Todos los israelitas son temerosos de Yahvé. Sin embargo todos acuden al bosque sagrado en procura de nuestros encantos.

-         Nunca he visto a Oseas por los alrededores del bosque –replicó Gomer.

Y continuó camino del mercado. Una vendedora la detuvo:

-         Mi hijo, Gomer, desea ir al bosque sagrado para implorar el favor de Baal. Últimamente las cosechas nos han ido mal y yo insto a mi hijo para que ofrezca sacrificios a Baal en tu cuerpo.

Gomer no respondió. La vendedora insistió:

-         Mi hijo dice que es difícil conseguirte en el bosque sagrado; ya no acudes allá con mucha frecuencia.

-         Voy cuando se me solicita –contestó Gomer, pero no había demasiada convicción en su respuesta. Aparentaba molestarse esa manera de solicitar de sus servicios.

-         ¿Qué día te puede conseguir mi hijo?.

Gomer mostró un gesto de fastidio. Para quitarse a la vendedora de encima, respondió:

-         El lunes lo espero. Al atardecer.

La vendedora de verduras se negó a cobrarle a Gomer la compra por las verduras. La prostituta se vengó de esta manera:

-         ¿Es un adelanto por el servició que prestaré a tu hijo el lunes?.

La vendedora refugió los ojos entre las verduras. Se sentía avergonzada. Pero Gomer, para quitarle el rojo que le había pintado la vergüenza en las mejillas, le dijo:

-         Mi trabajo es sagrado. Yo no soy una prostituta de calle sino del bosque. Ayudaré a tu hijo a implorar ante el poderoso dios Baal.

 

LOS AMIGOS DE OSEAS LE ECHAN BROMAS

 

-         Si tanto te gusta Gomer, ¿por qué no la solicitas en el bosque?.

-         Una ramera no es una mujer, Oseas; una ramera no es para una sola cama, ni para un solo marido. Una prostituta es para lo que es: para matar el tiempo ocioso de quienes ya tienen asegurada una mujer.

 

A Oseas no le causaban gracia esos comentarios. Entre el afecto que sentían por Gomer y sus aspiraciones se interponían los nombres de Baal y de Yahvé. Eran los dioses los que le estaban jugando una mala partida en su corazón.

Oseas pertenecía a ese pequeño grupo que nunca aceptó los becerros de oro mandados a construir por Joroboan I como sustitutos de los altares del templo de Jerusalén. Joroboan I había propiciado la separación entre los israelitas de Israel del Norte y los israelitas de Judá. Y esa separación política había influido notablemente en el culto. ¿No eran ambas naciones el mismo pueblo elegido por Yahvé?. ¿No eran los habitantes de Israel y los de Judá de la misma descendencia de Abraham, Isaac y Jacob?. ¿No se habían dictado leyes iguales para todos?. ¿Y no era acaso Yahvé el único Dios del único pueblo, ahora dividido por las apetencias políticas de los reyes?. ¿Llegaría también el momento en que ambos pueblos entablaran batalla en nombre del mismo Dios, sólo porque obedecían a reyes distintos?. ¿Por qué los israelitas habían cedido tan fácilmente a las costumbres de los pueblos extraños?. ¿Por qué becerros de oro cuando el único dios era Yahvé?. ¿Por qué santuarios en las lomas cuando el único santuario era el Templo?. ¿Por qué no seguir poniendo la mirada en Jerusalén como se había hecho desde antiguo?. ¿Había que vengarse de Yahvé porque su templo permanecía en Jerusalén de Judá inventándose un bosque sagrado para que las hijas de Israel se protituyeran en honor a Baal?.

-         Una cosa es Yahvé y otra las mujeres –le decían a Oseas.

Pero Oseas tenía en mente los mandamientos de Yahvé, entregados en el Sinaí a su pueblo en la persona de Moisés, y sabía que todos eran mandamientos y que gozar con una ramera dedicada al culto de Baal equivalía a prostituirse ante los ojos de Dios.

Y Oseas decidió aquella noche no poner más los ojos sobre el cuerpo de Gomer.

- Me lo dijo Yahvé con voz de mando. No era suposición mía. Yahvé insistió varias veces ante mi asombro. Me dijo: Anda y cásate con una de esas mujeres que se entregan a la prostitución sagrada y ten hijos de esa prostituta. Ni siquiera me nombro a una. Pero yo inmediatamente me acordé de Gomer. Me fui al bosque donde ellas trabajaban para el dios Baal y me acerqué hasta Gomer. Le dije: Yahvé me manda tomarte por esposa.

 

Gomer explotó en carcajada. Se lo comentó a sus compañeras. Se rieron.

-         Me dijeron que si Yahvé me había señalado directamente el cuerpo de Gomer. Confesé, atontado, que Yahvé no me había señalado cuerpo alguno pero que mi corazón se inclinaba por Gomer. Se rieron más. Una dijo que qué tenía Gomer que no tuvieran las demás. Otra que me casara con todas a la vez, porque si Yahvé no lo permitía, Baal sí, y ellas, al fin y al cabo, dependían más de Baal que de Yahvé.

-         ¿Sabes?. Baal nos da nuestro pan y nuestro vino y las monedas para acudir al mercado. Lo que Yahvé, tu dios, nos prohibe, Baal nos lo concede en abundancia. Cuanta más sequía haya en la región mejor para nuestros bolsillos: los israelitas acuden a ofrendar en nuestro cuerpo holocaustos para Baal.

-         Le encantan a los israelitas estos sacrificios que ofrecen al dios de la naturaleza –se mofaron.

-         A veces hasta creemos que prefieran que Yahvé arrase las cosechas para que puedan venir a implorar a Baal.

 

Baal había perdido la iniciar timidez. Se encaró con las prostitutas:

-         Todo el país se ha prostituido al apartarse de Yahvé. Todo Israel es un gran bosque pagano que se solaza entre los senos de Baal y desprecia las promesas de nuestro Dios. Y escuchen esto, que es palabra de Yahvé: No te alegres, Israel, no te regocijes como las naciones paganas, porque tú te has alejado de tu Dios para irte con otros. Y, con tal de que te dieran algo, te entregabas en cualquier era donde se trilla. Pero ni la era ni el lagar les proporcionarán el sustento necesario, y hasta el vino les faltará.

Las mujeres no se asustaron con el oráculo. Una de ellas dijo:

-         Anda, Gomer, ¡cásate con un profeta!.

Otra dijo:

-         Anda, Gomer, ¡de ahora en adelante te sustentará Yahvé!.

Y otra:

-         Anda, Gomer. ¡Oseas no es de mal ver!. ¡Hasta puede que te relacione con los sacerdotes de Yahvé y con otros profetas!.

Oseas tomo a Gomer por el brazo y la obligó a que lo siguiera hasta su casa.

 

Y SE CASARON

 

Y nos casamos. Yo la amaba a pesar de los obstáculos que me imponía su profesión. Dí muestras durante toda mi vida de que la amaba. Tuvimos hijos: tres. Los nombres de los hijos me los dictó Yahvé. Cada cual tiene su explicación simbólica. El primero fue un niño. Yahvé me dijo:

-         Ponle el nombre de Jezrael.

-         ¿Casi como Israel?.

-         Casi.

-         ¿Y cual es su significado, mi Señor?.

-         Destruiré la familia de los que reinan en Israel. Y ese día yo hará que Israel sea derrotado en el valle de Jezrael.

Luego, Gomer me dio una niña. Yahvé me ordenó que la nombrara No amada. Un nombre extraño porque denotaba confusión, como así sucedió. Pero Yahvé me aclaró que el nombre de la niña nada tenía que ver con mi matrimonio con Gomer sino con mi profesión de profeta. Me dijo:

 

-         Se llamará No amada, porque yo no tendré más compasión de Israel para seguir perdonándolo.

 

Comprendí las intenciones de Yahvé. Tanto para conmigo y para con mi familia como para con el pueblo. Mi familia sería una familia de contradicción, una lucha constante entre mi vida íntima y la vida del pueblo de Israel. Lo comprendí a cabalidad cuando nació mi tercer hijo, un niño al que Yahvé me ordenó que le pusiera por nombre No mi pueblo.

-         Porque ustedes no son mi pueblo, ni yo soy Dios de ustedes.

Sabía que esta respuesta de Yahvé no iba dirigida a mi vida privada sino a lo que mi vida privada tenía de semejanza con la vida pública de Israel. ¿No parece paradójico que siendo mi esposa una prostituta tuviera yo que acusar al pueblo y a sus dirigentes de prostituidos?. Y para colmo, como se verá, ni siquiera mi esposa se enmendó. ¿Con qué derecho podía yo entonces alertar al pueblo?. Más de una vez me lo echaron en cara. Tenía que bajar la mirada, avergonzado. Mi vida familiar no se diferenciaba de la vida del pueblo. Y yo, entonces, tenía que gritar en la plaza:

-         ¡Acusen a su madre!. ¡Acúsenla!. ¡Porque ella ya no es mi esposa, ni yo soy su marido!. ¡Ya no querré a mis hijos porque son hijos de una prostituta!.

 

EL AMOR DEJA LA PUERTA ABIERTA

 

Y cuando más se divulgaba que Gomer continuaba engañándome, cuando más me criticaban mis vecinos, cuando más se burlaban de mí las rameras del bosque sagrado, volvía de nuevo Yahvé y me decía:

-         Vuelve a querer a tu mujer aunque te haya engañado con otro.

-         ¿Qué vuelva a admitirla en mi casa?

-         Eso digo. Que vuelvas a tenerla.

-         Señor, si hasta mis hijos sufren la vergüenza a causa de su madre...

-         ¿Y no sufro yo de vergüenza a causa de mi pueblo?. ¿No se prostituye Israel continuamente con Baal?. ¿No los anatematizo hoy y mañana los perdono?. Igual que tu sigues amando a Gomer, a pesar de sus infidelidades, yo sigo amando a los hijos de Israel, a pesar de que me han dejado por otros dioses.

Hice caso a la voz de Yahvé. Y para recuperar a Gomer tuve que cancelar, como indica la ley, quince monedas de plata y una carga y media de cebada. Me dirigí al bosque de Baal, tomó a Gomer del brazo. Le dije:

- Ven, que te quedarás conmigo por un buen tiempo, sin ofrecerte a nadie, sin traicionarme con ningún otro. Y yo me portaré igual contigo.