Serie: El profeta

Isaías: Un político contra la política

Autor: Adolfo Carreto

          

-         ¿Y cómo planteó la cuestión política de su entorno este tal Isaías?.

-         Como que no te simpatiza mucho.

-         ¿Por qué lo dices?.

-         Por el tono que utilizas al referirte a él.

-         Digamos más bien que estoy escudriñándolo. Dime, ¿cómo planteó el tema político?.

-         Dramáticamente. Déjame que te cuente:

 

Eran tiempos malos para los israelitas de Judea. El reino de Asur, es decir, los asirios, llevaban en su entraña agarrotado el dolor que todo pueblo oprimido ha ido almacenando durante siglos, ese dolor que va petrificándose, haciéndose frío, acarambanándose, hasta degenerar en odio o, al menos, en venganza. Los caldeos y los egipcios habían venido sometiendo a los asirios a vasallaje, hasta que el ansia de independencia les dio arrestos para conquistar su libertad. De tal modo lo intentaron que sus reyes, ebrios con las primeras victorias, no se contentaron con desprenderse del yugo de los caldeos y egipcios sino que prosiguieron en su afán de expansión colonizando a su vez a otros pueblos débiles. Y el pueblo de Israel, el reino de Judá, se había convertido en un pequeño, débil y amedrentado reino.

Era tal la confianza que el rey asirio Senaquerib, ya durante el reinado de Exequias en Judá, tenía en sus ejércitos, que envió esta misiva a Ezequías: No te engañe tu Dios en el que confías, pensando: No será entregada Jerusalén en manos del rey de Asiria. Bien has oído lo que los reyes de Asiria han hecho a todos los países, entregándolos al anatema, ¡y tú te vas a librar!. ¿Acaso los dioses de las naciones salvaron a aquellos que mis padres aniquilaron, a Gozarán, a Jarán, a Résef, a los edemitas que estaban en Tel-Basar?. ¿Dónde está el rey Jamat, el rey de Arpad, de Sefarváyim, de Hená y de Ivvá?.

Se trataba de una amenaza con las cartas sobre la mesa. Ni los dioses de las naciones podían contra los ejércitos del rey asirio. ¿Podría el rey de los judeos detener las huestes de Senaquerib?. El propio mensajero de Senaquerib había alzado su voz junto a las murallas de Jerusalén para que lo oyeran los que se asomaban desde las atalayas:

     - Escuchad la palabra del gran rey, del rey de Asiria: No os dejéis engañar por Ezequías porque no podrá libraros de mi mano. Que Ezequías no es haga confiar en Yahvé diciendo que os librará de mí. Yo os digo: haced las paces conmigo, rendios a mí y cada uno comerá de su viña y de su higuera, y beberá cada uno de su cisterna, hasta que yo llegue y os lleve a una tierra como muestra tierra, tierra de trigo y de mosto, tierra de pan y de viñas, tierra de aceite y de miel, y viviréis y os moriréis. Pero no escuchéis a Ezequías porque os está engañando al deciros que Yahvé os librará. ¿Acaso los dioses de las naciones han librado cada uno a su tierra de la mano del rey de Asur?.

 

Los asirios, como vez, de pueblo dominado se convirtió en pueblo dominador, de pueblo amedrentado en pueblo amedrentador, de pueblo esclavizado en pueblo esclavizador. Y usaba las artimañas de los poderosos: ofrecer abundancia de cosas materiales a cambio de la renuncia a la creencia en la salvación de su Dios y al sometimiento a los deseos del invasor.

La historia nos consigna los nombres de los reyes asirios que consiguieron dar identidad, orgullo, entusiasmo y prepotencia a su pueblo: Teglatfalasar, Salmanasar, Senaquerib, Asurbanipal, Asarhaddón y otros.

Isaías entra en escena durante el reinado de Ajaz, rey de Judea, y de su hijo Ezequías. Son dos períodos importantes en la historia del reino de Judá y en la vida de Isaías; son los años de la crisis política del 736 antes de Cristo, y la de los años 701 al 691, cuando Ezequías vence a Senaquerib, siguiendo las instrucciones de Isaías de no ceder ante las presiones del rey sirio.

Sí, se manifestó políticamente Isaías durante estos dos períodos. Inclusive, lo hizo como asesor de los reyes de Judá.

Durante el primer período Isaías no fue escuchado y los ejércitos de los asirios terminaron saqueando a Judá. Ajaz, padre de Ezequías, se había vendido a las exigencias del rey de Asiria. Todavía más, copió las costumbres y los ritos de los súbditos de los dioses paganos. El II Libro de los reyes lo retrata como un pobre rey pecador.

Ezequías es el lado opuesto de su padre. Expulsa de la tierra de Judá todos los ritos paganos y entroniza de nuevo el temor a Yahvé, Dios único y Señor de todo, y cambia los holocaustos indignos y prohibidos por la Ley por los holocaustos dignos de Yahvé. Hasta Yahvé, por mediación de Isaías, obra curación milagrosa en él una vez que la enfermedad le había contado los días.

El reino de Ajaz enfurece a Isaías. Y ese reinado desdichado y cobarde, política y religiosamente, le sirve al profeta para anunciar, contra todo pronóstico, la llegada del Emmanuel.

 

CONTRA LOS IDOLOS

 

Veinte años tenía Ajaz cuando comenzó a reinar en Judá, y su mandato se prolongó por dieciséis amargos años. Isaías despreciaba su majestuosidad pervertida, sus pasos altaneros, sus gestos extranjeros, sus aficiones a la buena vida, sus desacatos a la ley. La casa de Dios, en Jerusalén, se había convertido en la guarida de unos ritos sin fe. Ajaz incorporó a su reinado el esplendor de los ritos paganos. Ya no le importaba el templo. Tampoco el recinto donde permanecía el arca. Ni el altar. Y desobedeció las observancias religiosas descritas en el Deuteronomio: Suprimiréis todos los lugares donde los pueblos que vais a desalojar han dado culto a sus dioses en las altas montañas, en las colinas y bajo todo árbol frondoso. Sólo frecuentaréis el lugar elegido por Yahvé, vuestro Dios.

Ajaz se mofó de estos preceptos. Despreció al Templo. Colocó altares en las colinas, y bajo los árboles, y en las montañas. Más todavía, tomó la plata y el oro perteneciente al Templo, reunió los tesoros de la casa real y se los envió, como presente, al rey de Asiria. El mismo se encaminó hacia Damasco y estrechó la mano del rey pagano Teglatflasar, y se postró de hinojos ante el altar de los dioses asirios, y le gustó la forma del altar, le tomó las medidas, mandó copiar la forma y ordenó al sacerdote Urías construir uno igual para ser enviado a Jerusalén.

Ya en Jerusalén, y ante el altar de confección pagana, ordenó quemar su holocausto y su oblación, hizo su libación y derramó la sangre de los sacrificios de comunión.

Y así cambió Ajaz a Yahvé por los dioses de Damasco. Y mandó cerrar las puertas de la casa de Yahvé y fabricó altares en todas las esquinas de Jerusalén y erigió altos en cada una de las ciudades de Judá, para quemar incienso a otros dioses, provocando así la ira de Yahvé, el Dios de sus padres.

Isaías paseaba por la ciudad, se detenía, hablaba con los albañiles y les decía que detuvieran la construcción de esos altares, pues era profanar la ley de Yahvé. Pero ellos replicaban:

-         Nos lo ha ordenado nuestro rey Ajaz.

Isaías se detenía ante los que ofrecían sacrificios y quemaban incienso y les decía:

-         Esos sacrificios y ese incienso nunca llegará a la presencia de Yahvé, nuestro Dios.

Y quienes quemaban incienso le replicaban:

-         Este incienso y estos sacrificios no son para Yahvé sino para los dioses de nuestro rey, que son nuestros dioses.

Y luego Isaías gritaba:

-¡Cómo se ha hecho adúltera la villa leal!. Llena estaba de equidad, justicia se albergaba en ella, pero ahora sólo hay asesinos.

Y los servidores de Ajaz iban y chismeaban al su rey:

-         Mira lo que está diciendo Isaías, el profeta.

-         ¿Qué dice?.

-         Que has suplantado a Yahvé por ídolos; que tu plata se ha hecho escoria; que tu bebida se ha aguado.

-         ¿Eso dice?. ¡Qué sabe él de bebida!. ¡Escanciad el licor en copas de plata y probad!.

Ellos escanciaron y probaron.

El rey preguntó:

-         ¿Es licor aguado?.

-         Es el mejor de los licores.

-         Pues id y decid a Isaías que si quiere probar, que venga; hasta yo mismo estoy dispuesto a llenarle su copa. ¡Los profetas nunca han sido buenos catadores!.

-         También dice que tú, nuestro rey, te has aliado con bandidos, y amar el soborno, y te procuras regalos...

-         ¿Y vosotros qué decís?.

-         Qué tú eres nuestro rey y estás librándonos de los asirios.

-         Pues díganle a Isaías que aprenda política, que el buen gobernar descansa en las concesiones.

 

¿Y QUÉ LES QUEDA?.

 

Si te postras de hinojos ante los fetiches sin alma, ¿qué te queda, pueblo de Judá?. Si tus calles ven los mismos pecados que veían las calles de Sodoma y Gomorra, ¿qué salvación vas a pedir?. Si los padres carecen de autoridad para aconsejar a sus hijos, ¿qué respeto te queda?. Si las muchachas, en vez de llamar a los ojos de los hombres con sus cascabeles ajustados a los tobillos los llaman con sus susurros al oído, ¿dónde está el pudor de tus mujeres?. ¡Han superado tus niñas, Judá, los descalabros de sus madres!. En vez de collares al cuello para atraer la atención de sus amigos se destapan el pecho para atraerlos con el ansias. ¿A quién van a gobernar tus reyes y jerarcas si ellos han desobedecido los mandatos de Yahvé?.

E Isaías, contemplando la juventud del rey Ajaz, dijo:

-         A mi pueblo lo oprime un mozalbete y mujeres lo dominan.

Y fueron al rey y le dijeron:

-         Esto dice Isaías de ti: Pueblo mío, tus guías se equivocaron y destruyen las rutas de tus sendas.

Y Ajaz les dijo:

-         Díganle a ese tal que no se meta en mi política.

 

¿Qué te queda, entonces, cuando vemos que has institucionalizado el robo, que has legalizado el soborno, que amparas la promiscuidad, que te doblegas ante el poder extranjero, que llenas el palacio real de prostitutas y a tus queridas las engalanas con lentejuelas, anillos y aretes de nariz, vestidos preciosos, mantos, chales, bolsos, turbantes y ropas de gasa y mantilla?. ¿Qué le queda a un pueblo que rinde culto a las favoritas del rey y desprecia a la viuda y a la pobre?. Y mientras unos se solazan con las elegidas, otras tienen que penar se celibato y rumiar una esterilizada forzada.

 

-         Pero llegará el día –dice Isaías- en el que todo eso se acabará; por bálsamo habrá podre; por ceñidor, soga; por peinado artificioso, calvicie; por vestidos lujosos, refajos de sacos; y en lugar de hermosura, marca de fuego.

-         ¿Todo eso habrá?.

-         - Todo.

-         ¿Y quién cambiará lo rico en pobre?.

-         La guerra, que es la venganza de Yahvé, nuestro Dios, contra la maldad de los corazones corrompidos.

 

UNA VIRGEN DARA A LUZ

 

¿Cómo va a ser eso?, piensa Isaías. ¿De un pueblo corrompido y lujurioso, que ha mudado el perfume de las flores por el hedor del estiércol, saldrá una rosa?. ¿Y de esa rosa un polen incontaminado?. ¿Y de ese polen, un salvador?.

     - ¿Será esta inspiración que Yahvé me envía –piensa Isaías- un truco del maligno?. ¿Por qué este rey malvado, este Ajaz constructor de altares paganos, no quiere que Yahvé le dé una señal?. ¿Y por qué Yahvé, mi Dios, se empeña en dársela?. ¿Y por qué me envía para que le dé precisamente ésta?.

 

Isaías siente un escalofrío al discernir el oráculo. Eleva los ojos hacia el Todopoderoso, de quien no podrá reírse Senaquerib. Asiente. Cruza la calle empedrada, toca a la puerta del palacio real, entra en el aposento de Ajaz, no se distrae mirando a los lados, como tampoco ha desviado la vista por los corredores, para no contemplar la fastuosidad de la corte corrompida. No hace reverencia al rey. Le dice:

-         ¿Con que no quieres una señal de Yahvé?.

-         No necesito señales de tu dios.

-         Pues escucha esto:  La Virgen está embarazada y da a luz un hijo varón a quien le pone el nombre de Emmanuel. El niño, luego, se alimentará de leche cuajada y miel silvestre hasta que sepa rechazar lo malo y elegir lo bueno. Porque antes de que el niño sepa rechazar lo malo y elegir lo bueno, los territorios de los dos reyes que ahora te amenazan serán destruidos.

-         ¡Déjate de cuentos, Isaías, y no colmes mi paciencia!. ¿Eso es lo que te ha dictado Yahvé?. ¿Dónde está esa Virgen que me anuncias?. ¿En qué lugar de Judá vas a encontrar una doncella que no haya conocido ya varón?. ¿No te has fijado en nuestras muchachas al caminar por la calle?. ¿A cual de ellas eligió Yahvé, Isaías?. ¿Hay, acaso, alguna temerosa de Yahvé?. ¿No ves cómo a sus madres las adiestran para menear los cuerpos y hacer tintinear los cascabeles?. ¿Qué hombre de Judea tiene el corazón tan agostado y el ojo tan tapado para dejar escapar a una doncella inmaculada?. ¡Di a tu Dios, Yahvé, que te dicte otros oráculos porque ese es para oídos necios.. ¿No hay acaso descendiente para la corona de Judá?. Ahí está Ezequías, mi hijo, quien me seguirá en el trono, y puedo afirmarte, Isaías, que no fue engendrado por hembra virgen.

Isaías escuchó apretando los puños. La ira de Yahvé le escocía interiormente. Lanzó una mirada seca contra las concubinas que acariciaban al trono; otra amarga mirada contra los efebos que abanicaban al rey. Y, por fin, se encaró con Ajaz:

-         ¡Pues yo te digo, Ajaz, rey de un pueblo indiferente y pervertido, que Yahvé enviará contra ti, contra tu pueblo y contra tu familia, días malos como nunca los hubo desde que Efraín se separó de Judá. Y de ese pueblo malvado  solamente perdurará el resto, fiel a Yahvé.

-         ¿Pero quedará alguien fiel a tu Dios?. –se carcajeó Ajaz, y se carcajeraron los efebos, y las prostitutas, la servidumbre y los lacayos. El único que permaneció con el semblante tenso, además de Isaías, fue Ezequiel, hijo de Ajaz.

Isaías salió de la estancia del trono y fue gritando por los corredores de palacio, camino de la salida:

-         Tábanos de Egipto y avispas de Asia meterán el aguijó en vuestras carnes; las quebradas, las hendiduras de las peñas, los matorrales y las praderas se inundarán de moscas, tábanos y avispas, y cubrirán el resplandor del sol y serán tantas que formarán nubes. Y en ese día, el Señor, con una navaja alquilada al otro lado del río, raspará la cabeza, el cuerpo y la  barba de todos los lacayos de Ajaz.

Y para que quedara constancia, Isaías se acercó a su esposa y la dejó en cinta, y le dio un hijo, y le puso por nombre Pronto-Saqueo-Rápido-Botín, porque Yahvé le dijo a Isaías que así lo bautizara.

 

EL MESIAS QUE NACE DE LA RAIZ

 

Isaías vio la salvación del pueblo.

Al borde del camino apareció un tronco seco, cuyas ramas habían ido agostándose. Era viejo y estaba ajado. Más de un caminante lo había utilizado como sostén para su cansancio. Isaías pensó que el tronco se asemejaba al pueblo porque ya en él no había savia para que floreciera una rama verde. ¿Y si ya no hay savia, dónde está entonces el resto?.

Isaías contempló como un rocío  suave bajaba sobre el tronco y lo empapaba, y luego una luz transparentemente cristalina se posaba sobre él y lo fermentaba. Y vio también cómo de una de las ramas, de la más seca, brotaba un tallo, y del tallo florecía con vida de vegetal pureza, y que esa vida iba dando sustancia nueva al resto de las ramas, al resto del tronco incluso.

Isaías, viendo lo que veía, dijo:

-         Una rama saldrá del tronco de Jesé, un brote surgirá de sus raíces. Ahora sé que ese rocía y esa luz es el Espíritu de Yahvé, para darle la sabiduría y la inteligencia, la prudencia y la valentía, el conocimiento de Dios y el respeto; y todo ello lo tendrá para gobernar conforme a los preceptos de yahvé.

Y los discípulos preguntaron a Isaías:

-         ¿Y cómo gobernará ese Mesías que nos anuncias?.

-         No juzgará por las apariencias ni se decidirá por lo que se dice, sino que hará justicia a los débiles y dictará sentencias justas a favor de la gente sencilla.

-         ¿Y cómo nos librará de los asirios y de todos nuestros opresores?.

-         Con su palabra. Será su palabra, y no la espada, el arma que utilizará para aniquilar a nuestros opresores. Tendrá como cinturón la justicia y la lealtad será el ceñidor de sus caderas.

-         ¿Todo lo contrario. Y será superior a cuantos reyes hemos tenido, incluidos los buenos. Porque su nombre será el de Príncipe de la Paz. Y será tanta la alegría de los hombres aquel día que entonarán esta canción:

 

Te doy gracias, Yahvé porque tu estabas enojado conmigo

Pero ya te calmaste y ahora me consuelas.

Mirad todos cómo es él, el Dios que nos salva.

Ya estamos seguros,

Ya no tenemos miedo porque tú eres nuestra fuerza y nuestra nación.

Cantemos a Yahvé, cantemos por todas las maravillas que ha hecho

Y para que todos las conozcan.

Cantemos a Yahvé, cantemos.

Grande es el Santo de Israel

Porque grande es el Príncipe de la Paz.

Cantemos a Yahvé. Cantemos.

 

UNA RELIGIÓN DE PALABRA

 

Un restaurador tenía que llegar e Isaías lo había anunciado. Un restaurador que pusiera en paz todo, pero fundamentalmente el propio comportamiento humano. Los caminos que estaba recorriendo el pueblo, guiado por sus gobernantes, no eran del agrado de Yahvé. Las consignas dadas por los profetas no eran del agrado de las gentes. Protestaron ante Isaías:

     - No nos comuniques esa verdad sino más bien échanos cuentos interesantes, de mundos maravillosos, mundos en los que los manantiales viertan vino por sus caños; mundos en los que los árboles nos proporcionen de inmediato el sabor de las frutas. Leche y miel  queremos para nuestros paladares. No necesitamos promesas. No nos digas más veces que sólo Yahvé nos salva. ¿Acaso no nos damos cuenta de que Yahvé carece de brazo fuerte para liberarnos de nuestros enemigos?. ¿Acaso los dioses de Egipto no proporcionan a sus súbditos alegría y manjares, placeres y días de prosperidad?.

     Isaías replica:

-         ¿Cómo va a librarnos de los enemigos si vosotros ponéis más confianza en ese espantapájaros ocioso que es Egipto que lo que el Dios de nuestros padres os grita?.

-         ¿Y qué nos grita Yahvé?.

-         Yahvé nos dice: en la conversión y en la calma está la salvación. Pero vosotros, en vez de convertiros y en vez de hacer caso a estas advertencias, habéis cargado vuestros tesoros a lomos de burro y vuestras riquezas sobre las jorobas de los camellos para transportarlas hasta un pueblo que no les dará ninguna ayuda. Vosotros habéis seguido los pasos de Ajaz y no los caminos marcados por Yahvé.

-         Llevamos nuestras cosas a Egipto porque Yahvé no nos escucha.

-         ¿No sois vosotros los que no queréis escuchar a Yahvé?. ¿Acaso le habéis implorado salvación?.

-         Le hemos ofrecido sacrificios. Hemos entonados salmos. ¿Qué más quiere de nosotros?.

-         ¡Conversión!. Eso es lo que quiere nuestro Dios, ¡conversión!. Porque Yahvé ha dicho: Este pueblo se acerca a mí tan solo con palabras, y me honra con los labios, pero su corazón sigue lejos de mí. Su religión no es más que costumbres y lección aprendida.

-         Necesitamos una prueba más de parte de Yahvé.

-         ¿Una prueba más?. ¿No han sido ya suficientes?. Pues bien, esto dice Yahvé: Yo seguiré multiplicando prodigios y maravillas en medio de vosotros. Y una vez más Yahvé os librará de vuestros enemigos gracias a la espada de Ezequías.