Sectas y desorientación juvenil

Autor: Adolfo Carreto

          

Hace aproximadamente diez años la Iglesia católica boliviana formuló una grave acusación contra los distintos gobiernos de ese país: se les achacaba la responsabilidad sobre la proliferación de más de quinientas sectas religiosas en Bolivia, una nación terriblemente castigada por la pobreza y la marginación, principalmente en el mundo del campesinado. Precisamente el auge de estas denominaciones religiosas se debe a la pobreza de los ciudadanos y a “la ignorancia de grandes sectores de la población”.

     El auge de estas sectas ha sumido a la población en el terrible caos de la desorientación religiosa y cultural, y esto, a juicio de monseñor Luis Sáenz, arzobispo de La Paz, atenta contra la idiosincrasia de los bolivianos y pone en peligro la estabilidad nacional: “Estos grupos están dividiendo a la familia, desorientación a la juventud, no respetan nuestra propia cultura y por tanto alguien tiene que hacer algo”.

     Para el eclesiástico, la “responsabilidad de hacer algo” compete al Gobierno, al poder  ejecutivo, ya que “es el Gobierno quien ha admitido a estas instituciones otorgándoles personería jurídica, y, por tanto, debe ser el propio Gobierno el que debe reglamentar su acción”.

     No se trata, como pudiera pensarse, de una discriminación religiosa. El ecumenismo es una de las tesis más aupadas por la Iglesia católica a raíz del Concilio Vaticano II. Pero precisamente el trabajo de estas sectas consiste en disgregar más que en unir, en fanatizar más que en racionalizar la fe, en separar del camino salvador más que en encauzar los pasos hacia él. SI lo que la Iglesia católica pretende con este esfuerzo de la nueva evangelización es inculcar evangélicamente, el afán de las sectas es crear el caos: “Es imposible seguir viviendo en este caos de desorientación religiosa y cultural”, insiste el prelado.

     Además del trasfondo político de estas sectas, las cuales pretenden normalizar la vida de las sociedades subdesarrolladas según los patrones más conservadores de la opulenta sociedad del Norte, existe también una manipulación económica, individualista: ofrecen primero prebendas (becas, facilidades de estudio, ayuda material de diferente tipo) para luego cobrárselo según mandato de conciencia, una vez que los adherentes han sido rebautizados: obligar a los seguidores a recolectar diezmos en beneficio de la organización.

     Monseñor Sáenz enfatizó en su momento que “la creciente presencia de las sectas va en contra de la identidad de los ciudadanos, así como de las costumbres de los bolivianos”.