Prohibido mentir

Autor: Adolfo Carreto             

    

     Se trata de un aparatico pequeño, un aparatico que usted puede guardar en su bolsillo. El objetivo de este instrumento es detectar al mentiroso. Parece que estos inventos son necesarios en un mundo de mentiras, o de medias verdades, que es casi peor, o de rumores interesados. Dicen que se coge antes al mentiroso que al cojo, lo que no parece muy cierto, de ahí que tenga que venir la ciencia para solucionar este entuerto. El aparatico detecta en la forma siguiente: por medio de las vibraciones de la voz descubre si lo que usted dice es verdad o pretende engañar.

     Se le asignan muchos usos. Puede ser utilizado por la policía, puede ser utilizado por el jefe de personal de una empresa a la hora de contratar a un posible empleado, puede ser empleado por el padre cuando formula esa pregunta indiscreta al hijo, h hasta puede ser utilizado por usted mismo, únicamente para comprobar si lo que le cuentan es verdad o camuflaje.

     Tiene algunos pequeños inconvenientes: el primero que todavía es costoso; el segundo, que no caza las mentiras de los psicópatas, puesto que éstos se creen como verdad sus propias mentiras; y el tercero que tampoco capta las mentiras de los drogadictos, porque “el hachís y la cocaína, entre otras drogas, cambian tanto los sonidos humanos que es imposible distinguir la verdad de la falsedad”. En definitiva, que no sirve para tanto.

     ¡Y es una lástima!. Porque ante estos resultados, los mentirosos, para no ser descubiertos, tendrán que acudir a la droga lo que ha resultado peor el remedio que la enfermedad.

     Lo que más llama la atención de esta noticia es que tengamos que recurrir a aparatos así para poder creer en la gente. Aquello que antes de decía con tanta solemnidad: “¡te doy mi palabra!”, ha desaparecido como confiable en nuestra tecnificada civilización. Ahora, en vez de decir, “te doy mi palabra”, tendremos que decir: ten este aparatico para que veas que lo que digo es cierto. Esto es, por principio estamos partiendo de la desconfianza. Tendremos que cargar un detector de mentiras para andar por el mundo: por el mundo de la política, por el mundo de las finanzas, por el mundo de la religión, hasta por el mundo del simple andar por la calle.

     No me gustan estos inventos. Lo único que pretenden probar es que estamos al borde de la incomunicación más descarada, de la desconfianza más absoluta.