Politica y revista del corazón

Autor: Adolfo Carreto         

 

El papa se quejaba estos días de que la televisión estaba exhibiendo demasiada pornografía conyugal, es decir, demasiados casos, unos ficticios, como en las telenovelas, y otros reales, como en los de las revistas del corazón y en la política farandulera, en los que se alardea de la infidelidad. Y es verdad, no solamente se alardea de la infidelidad conyugal apoyándose en el sexo sino como argumento de lucro. Y eso es lo que asquea.

Que las tipas sean bonitas (que a veces ni lo son), y que los tipos tengan poder (que a veces ni eso), viene siendo un lugar tan común para el lucro y la sinvergüenzura, que produce dolor de estomago, por decir lo menos.

Estoy con quienes defienden la privacidad de las personas, y estoy con todos los que quieran hacer de su capa un sayo. Pero no puedo estar con quienes se rasgan las vestiduras cuando un periodista les pregunta tal cual, cuando ellas, o ellos, han provocado que se les pregunte tal cual. Estoy convencido de que han logrado inventar el gran negocio del escándalo: cuanto más se escandalice, más se cobra; cuantos más divorcios vengan, más pagan las exclusivas. Hoy día, montar un escándalo es tanto como montar una empresa, y a veces, más lucrativo.

Lo del ex alcalde de Marbella, y lo de su ex esposa, es algo que no solamente da risa sino indignación. Él puede andar con cuanta Pantoja le apetezca, y ella se lo permita, y su ex esposa con cuanto chaval tenga bríos para zarandearla a su gusto. Pero eso de escribir una carta a Aznar para que le eche una mano, y eso de peregrinar nuevamente ante la Virgen de la Candelaria, para seguir sacándole chica al escándalo, ¡pues no!.

Uno se pregunta, tanto que la jerarquía eclesiástica española se queja ante otros menesteres, ¿por qué ante éstos, que son de espectáculo público, hace mutis?. Y no es porque yo crea que los curas y los obispos deban meterse en la vida privada de las personas, ¡por Dios que no!, es porque creo que estos “creyentes” de romería y Vírgenes Gitanas utilizan a la religión para medrar en su negocio de escándalos. Y eso ya es mucho consentir.

Así que, señores obispos, a evangelizar, a predicar a tiempo y a destiempo, a no condenar los pecados abstractos y escondidos, sino los concretos y a luz pública, con nombre y apellido. Y a perdonarlos, por qué no, si ha menester. El silencio, en asuntos morales y públicos, también es complicidad, y terminan pasando factura. Defender menos clases de religión en la escuela pública y con nota, y más clases de religión en el público escándalo cotidiano de los que tanto enseñan. ¡A ver si vamos enterándonos!.