Perdón

Autor: Adolfo Carreto      

   

     Los obispos dicen que “no hay lugar en el sacerdocio para los que dañan a los niños”. ¿Por qué han tardado tanto en decirlo?. ¿Para qué esperar a que se haga oficialmente pública una cifra que causa nauseas, que avergüenza a cualquier sensibilidad, y no solamente a la de los creyentes, que escandaliza porque es escandalizadora y, sobre todo, que se ha procurado ocultar?.

     4.450 individuos, ni siquiera quiero llamarlos sacerdotes, pero si que se han escudado en su condición de consagrados, son demasiados individuos , solamente en Estados Unidos, para que el asunto pase por debajo de la mesa. Porque, lo que indigna es que se han aprovechado de su condición para cometer tales anomalías.

     No sé si se trata de perturbados mentales o simplemente de cobardes. Porque uno puede entender que los sacerdotes, los obispos incluidos, tengan deslices, relaciones sexuales como Dios manda, ya que, al fin y al cabo son hombres pecadores, hijos de Eva, abocados a la tentación. Todo eso uno puede entenderlo. Y perdonarlo. Pero lo de estos tipos, no. Si tenían ganas de pecar que lo hicieran, pero como la naturaleza y sobre todo la sensibilidad ordenan, que hasta para pecar debe haber un mínimo de sensibilidad, un mínimo de ética.

     “Se trata de un pecado gravísimo”, han dicho los obispos. Y claro que lo es. Y la Iglesia, o a quien corresponda en la Iglesia, debe pedir perdón, por encubrimiento, por consentimiento, por querer ocultar lo que de verdad es un pecado gravísimo.

     La Conferencia Episcopal Española termina de hacer público un documento sobre Pastoral Familiar, en el que acusa a la sociedad permisiva, y a los medios de comunicación, sobre todo en lo que respecta a la divulgación de lo sexual, de todos los males que aquejan a la sociedad en general y a la española en particular, incluido el descenso de la creencia y de la práctica religiosa. Entonces, ¿en qué quedamos?. ¿Y esta reiterada permisibidad hacia los curas estadounidenses, abusadores de menores, 4.450 individuos que hicieron de las suyas entre 1950 y 2002? A esto sí llamo yo permisividad. Y mi sensibilidad de creyente me obliga a condenarlo. Así que no nos quejemos y le echemos la culpa a los otros de los desperfectos que tenemos en nuestra propia casa y que, en vez de subsanarlos, los escondemos, los silenciamos, para que no huelan, por aquello de que no cunda el escándalo.

     Lo lamento mucho pero hay que decirlo, aunque nos escueza y yo, en nombre de mi fe, pido perdón, si es que de algo sirve.