Pedir perdón

Autor: Adolfo Carreto

          

La primera conexión vía Internet que  realizó el Papa destino Oceanía y el mundo, debía tener picante, y lo tuvo. Periodísticamente lo tuvo. Muchas cosas se dicen en el documento pero solamente un tabú resalta: el del abuso sexual. Casi nada. Protagonistas, obispos, curas y misioneros; damnificadas: monjas obedientes. Y el Papa pidiendo perdón, urbi et orbi más que nunca gracias a la Red, por los desmanes que cometieron algunos, pocos, insatisfechos.

     Voy a decirle, Santo Padre, que su santidad no debió pedir excusas, ni en nombre propio ni en nombre de la Iglesia. Que no. Los desmanes que se cometen no oficialmente, que se abstenga de inferencias la oficialidad. Un gobierno de una nación no es un gobierno terrorista, así lo sean algunos de sus súbditos. Un gobierno no es corrupto solamente porque un ministro lo sea. Una familia no es una degradación únicamente porque un hijo le salió descarriado. La oveja negra siempre ha existido, se dice, aun en las mejores familias. Una religión no es terrorista porque algunos de sus fanáticos lo sean. Eso sí, seríamos cómplices, y esto lo tiene muy claro el presidente norteamericano, si amparamos las vagabunderías, si escondemos a los culpables, si no retiramos a tiempo del puesto a quien se ampara en el puesto para hacer de las suyas. Ya es tiempo de que vayamos poniendo los puntos sobre las íes.

     Dijo su Santidad, vía Internet, que los abusos sexuales perpetrados por algunos clérigos y religiosos han causado gran sufrimiento y perjuicios espirituales a las víctimas. Claro que sí, pero no solo espirituales; también físicos. Su Santidad quiere decir, intuyo, que todo abuso desde el poder, y al parecer estos abusos se han perpetrado desde el poder que da el sacramento del orden, y desde la tonta obediencia que practican algunas religiosas es un desafuero, es un pecado bochornoso. Claro que lo es. Pero no se arrepienta su santidad en nombre de ellos, que si ellos tuvieron la osadía de engatusar, que tengan igualmente la valentía de acusarse y de responder por los resultados. Se trata de un acto de justicia, digo yo. Porque de lo contrario no vamos a adelantar absolutamente nada. Ellos haciendo de las suyas y su Santidad sufriendo penitencia para que la imagen de la Iglesia no desmerezca.

     Entiendo que la Iglesia quiere lavarse la cara. Dijo su Santidad en el Documento que el abuso sexual dentro de la Iglesia es una profunda contradicción de las enseñanzas y el testimonio de Jesucristo. Pues sí, pero no solamente dentro de la Iglesia, fuera también. El abuso sexual es una profunda contradicción de la naturaleza humana, un acto de terrorismo contra las agraviadas, una auténtica sinrazón. Pero, perdóneme, su Santidad no tiene la culpa.

     Quizá, quizá, la culpa la tenga la ideología que se nos ha inculcado acerca de que los sacerdotes son ángeles asexuados, indiferentes, sin inclinaciones, sin emociones. Se lo diría con otras palabras que suenan peor pero que se entienden mejor. Me abstengo. Y eso sí debería ser revisado por la legislación oficial. Abusadores siempre los habrá, por mucho perdón que su Santidad solicite vía Internet. Pero se me antoja que quizá pudiera reducirse sin esa presión absurda del celibato. Quizá por ahí vayan los tiros.