Parlamento de las religiones

Autor: Adolfo Carreto 

   

Si las religiones se entienden entre sí es muy posible que nos entendamos todos. Si las religiones se aceptan entre sí, es seguro que nos entenderemos todos. Así que pareciera que no hay más religión que la del entendimiento, que es la misma que la de la comunión, de la común unión. Religión que no rece en su credo el mandamiento del entendimiento no puede ser religión.

     Hace años se creo el Parlamento de las Religiones del Mundo precisamente para esto, y ahora se han vuelto a reunir por cuarta vez con el lema “Senderos de paz: el arte de saber escuchar, el poder del compromiso”. Y lo han hecho en Barcelona, bajo el contexto de ese Forum de las Culturas, que apunta a ser precisamente un encuentro para el entendimiento, para el diálogo, para la común unión. 7.000 personas en directo podrán participar en mesas redondas, talleres, exposiciones, actuaciones, celebraciones, oración, en fin, en todo eso que las personas de buena voluntad promueven para que no continúe el descalabro en el que nos vemos envueltos.

     Se han escuchado muchas voces, muchas quejas, y muchas propuestas. Desde el gobierno británico, por ejemplo, se ha escuchado la voz del ministro del Interior asegurando: “En breve introduciremos el delito de incitación al odio religioso”. Toda malsana incitación es, evidentemente, un delito, y si se incita al odio, más, pero muchísimo más si se incita al odio religioso. Porque se trata de un contrasentido: religión y odio no compaginan, religión y enfrentamiento no se avienen, religión e intolerancia no son de la misma esencia. Porque, como aseguró el pastor presbiteriano Dirk Ficca “el protagonismo de la fe sólo es negativo si es excluyente”.

     Se han dicho verdades muy diáfanas en este Parlamento, por ejemplo, que no se trata de “unificar rituales, ni fundar una religión,, nos limitamos a facilitar la relación entre las comunidades” y se ha dicho también que “el tiempo apremia porque la religión, en su vertiente fanática, salpica los periódicos de noticias trágicas con una regularidad atroz”.

     Pues sí, el fanatismo, que es antirreligión, que es degradación de la religión que dice patrocinarlo, que es consecuencia de la intolerancia, que está más cerca del ateismo que de una creencia sana, continúa siendo, hoy por hoy, una trágica y regular causa de muerte. Y precisamente por eso se ha dicho también: “Ahora más que nunca, la Iglesia, la sinagoga y la mezquita deben involucrarse. Ni los imanes, ni los obispos y tampoco los rabinos somos mandatarios, pero eso no es obstáculo para que aportemos una dimensión ética”. Que Dios, el único, los ilumine.