Neruda

Autor: Adolfo Carreto

 

 

Ya todos sabemos que ese no era su nombre pero lo será para siempre, desde que decidió hacer de la poesía su alimento, hacer de la poesía alimento para todos los que deseen alimentar el espíritu, desde que decidió nacer casi desnudo de maternidad desde el primer mes, cuando su madre se fue para un cielo estrelladamente eterno.

     Cien años cumplidos y hablándonos para que lo oigamos porque sus palabras “se adelgazan a veces como las huellas de las gaviotas en la playa”, para que lo oigamos. Cien años eternos sumido en palabras eternas. Los poemas de Neruda se cantan a sí mismos. Algunos hemos tenido el atrevimiento de cantarlos creyendo que los cantábamos, pero fueron ellos los que nos cantaron. Las palabras de Neruda son notas musicales extraídas del alma y dirigidas en cuerpo entero hacia el alma.

     Neruda es el amor cantado, el amor sufrido, el surco donde la simiente florece. Se ha ido sembrando a sí mismo con la simiente de la palabra y lo que ha germinado es el maduro fruto del amor. Neruda es el surco donde crece y florece la poesía viva, donde se ahonda la esperanza y donde se hunde la alegría. Neruda es un torrente de deseo blanco, de verso blanco, de corazón blanco.

     Todos los poemas de amor de Neruda, que son todos, son canciones desesperadas. “¿Se va la poesía de las cosas o no la puede condensar mi vida?.” La poesía se quedó en la vida de las cosas y en la vida del poeta y en el corazón de todos los enamorados de la vida y del amor. Neruda, cantándole al amor, cantó a todo, hasta a un barrio sin luz cantó, hasta a una borrasca cantó, hasta a una lágrima marina y marinera, también a un amigo equivocado, también a un equivocado enemigo, que él los tuvo aunque él no los tuvo. Todos los poemas de amor de Neruda, que son todos, son poemas de amor, porque no hubo más que amor en todos sus poemas. La única venganza que ejerció conscientemente fue amando. Y lo dijo: “Pero cae la hora de la venganza, y te amo”.

     Neruda hace cien años que está eternamente vivo y en el alma de los enamorados. Mar era Neruda y por eso se circunscribió en una isla. Espuma salada era la palabra de Neruda y por eso se sentaba en el acantilado. Y allí “inclinado en las tardes tiro mis tristes redes a tus ojos oceánicos”.

     Me daba miedo recordar por escrito los cien años de poesía perenne de Pablo Neruda. Me daba miedo manchar su verso inmaculado. Pero ya está. Vino a mi sueño por la noche y me dijo: despierta y escribe porque cien años no son más que un sueño. Y comprendí que era verdad. Cien años son el sueño de Pablo Neruda.