Necesitamos un ángel

Autor: Adolfo Carreto      

   

A pesar de los desastres inexplicables, de las muertes absurdas, de los peligros a flor de vida...; a pesar de las guerras incontroladas, de los aviones secuestrados, de los niños secuestrados, de los accidentes automovilísticos, de los atracos a mano armada, de los terrorismos inconfesables...; a pesar de las violencias verbales, de las inquinas partidistas, de los camuflajes evasivos...; a pesar de todo esto, que es real y lo sufrimos, que es parte del mundo y de nosotros mismos, tiene que existir un Ángel de la Guarda. No sé ni cómo es, ni cómo debe ser, pero intuyo para qué debe de servir. Y para qué sirve.

     Cuando contemplo la desbordante fantasía de mi sobrinito, su incontrolado descubrimiento del mundo y sus cosas. Cosas que pueden llamarse escaleras, aceras en las calles, playa con sus olas no aptas para menorcitos de edad, cuchillos y tenedores que quedan sobre la mesa mientras la mamá acude al fregadero, ventanas abiertas, puertas no cerradas...; cuando observo este mundo ante la desbordante fantasía de mi sobrinito, tengo, necesariamente, que concluir que el Ángel de la Guarda existe.

     No sé cómo es ni cómo hace para evitar lo inevitable. Pero está ahí, al lado del chiquillo, para que el escalón no se convierta en tropiezo, para que su pie no resbale  contra la mesa del comedor, para que un viento invisible llegue oportunamente y tranque esa ventana abierta que está a ocho pisos de altura.

     A estos invisibles Ángeles custodios la Iglesia les concedió un día en su calendario litúrgico: el dos de octubre. Dicen que esta devoción por los ángeles invisibles ya prosperaba en España, allá por el siglo XV: eran ángeles cuyo trabajo, supuestamente, consistía en proteger a una ciudad entera o a un reino completo. Dicen igualmente que fue en el siglo siguiente cuando el pueblo, además de esos ángeles cuidadores de ciudades y reinos, necesitó ángeles particulares, para que nos protejan individualmente a a tí, a mí, a él. Y dicen también que la fiesta del ángel custodio personal fue instituida en Rodez (Aveyron), por el bienaventurado Francisco de Estaing, en 1518.

     Pues en buena hora y bienvenidos sean. Porque, hoy con más urgencia que nunca necesitamos de esa protección especial durante todos y cada uno de los minutos del día. No solamente para que protejan a mi sobrinito y todos los de su condición. También para usted, para mí, para la ciudad, el reino, la república, el mundo. Porque hoy más que nunca estamos amenazados: por atracos personales y por cataclismos sociales. Y por ese despiadado auge de terrorismo y fanatismo.