Matar por matar

Autor: Adolfo Carreto

          

     A veces un escalofrío te hiela el cuerpo. Es como si te hubiesen inyectado una corriente helada, la cual poco a poco va adentrándose por las venas, apoderándose de todo el cuerpo, dejándote sin aliento, sin saber si el paso siguiente es hacia delante o hacia atrás. ¡Te quedas tieso!.

     Así me ocurrió cuando leí la frase. Esta: “matar es un problema político no un problema moral”. El autor, un terrorista.

     Uno, que tiene miedo a las pistolas y a todo lo que se le asemeja, que siempre ha pensado que las armas ni de juguete, que considera a la vida como un derecho inalienable, que inclusive está en contra de la pena de muerte contra quienes no aparentan merecer la vida, porque nadie, piensa uno, es dueño y señor de la vida del otro, ni de la de uno mismo siquiera, uno, que cree en estos principios como dogma, no puede por menos de quedarse de una pieza: “matar es un problema político, no un problema moral”. Y uno se pregunta: ¿no tendrá que ser la política decididamente un problema moral?. Porque, si en última instancia, lleváramos todos los problemas a la dimensión moral, y no digo moralista, quizá las pistolas sobraran, quizá los terroristas no tendrían geografía para su acción y los seres humanos nos respetaríamos como Dios manda.

     Uno entiende que puede y debe haber ideas de gobierno diferentes, uno sabe que hay pueblos oprimidos, uno está en conocimiento de los tejemanejes de los conflictos internacionales; en lo que uno no está de acuerdo es en eso de matar por matar.

     Porque, si al acto de matar lo descalificamos moralmente, cualquier idea, cualquier giro político, cualquier forma de gobierno, cualquiera que tenga en su haber un poquito de poder por encima de los demás, querrá tener igualmente el “derecho” a usar la pistola. Si el acto de matar carece de implicaciones morales, netamente éticas, ¡qué demonios estamos haciendo en la vida!.

     Y uno, leyendo las declaraciones del terrorista, siente un poco de alivio. Dice: “donde hay una pistola siempre hay un loco que aprieta el gatillo”. Y uno comprende que ya no es matar por matar, que de verdad, en el fondo, sí cuenta la ética del disparo. Inclusive para el terrorista.

     Lo triste es el problema de la locura. Porque también hay “locuras políticas” que disparan contra inocentes éticos.