Matamoros

Autor: Adolfo Carreto          

    

     Que no y que no. Que este Santiago ni mató a un moro ni se le ocurrió. Los apóstoles no anduvieron por los caminos ni con lanza en ristre ni con espada desenvainada. Posiblemente ni siquiera montó caballo, y menos por los caminos de la reconquista. ¿Así que para qué continuar venerando a un Santiago que no fue matón?. Así que me parece de perlas lo que las autoridades de la catedral de Santiago de Compostela han decidido: sacar al Santiago Matamoros de su hornacina para que luzca su estampa caballeresca en un museo.

     Lo que ya no me parece tan claro es eso de que lo quitan de su sitial para “evitar herir sensibilidades de otras religiones”. Si solamente es por eso, por evitar herir sensibilidades, es poco. Yo creía que las autoridades de la catedral de Santiago tenían más sensibilidad. Y es que no se pueden alimentar leyendas falsas, sobre todo como éstas, por mucho que nos lo enseñaran en la escuela y en las clases de religión. No se puede colocar en un altar a alguien a quien se le hace presumir de corta cabezas.

     Yo prefiero al Santiago peregrino, al Santiago del camino adelante, al Xacobeo, al discípulo de Cristo que se la jugó para predicar la doctrina no para matar a otros creyentes, por muy diferentes que fueran en la creencia. Y es que tenemos que ir desterrando de las religiones, de todas las religiones, estas leyendas épicas y antirreligiosas, no solamente para no herir susceptibilidades sino, simplemente, porque son antirreligiosas. Luego nos quejamos de que pase lo que pasa. La violencia, así sea metafórica, nunca trae buenas consecuencias, y menos si la encumbramos a la altura de los altares.

     Algunos no están de acuerdo con la medida. Han comentado que “retirar la estatua será un despropósito, ya que no se puede ni debe revisar la historia de hace siglos a la luz de valores, criterios y situaciones actuales”. ¿De qué historia se trata?. ¿De qué siglos se trata? ¿De qué España se trata?. ¿Es que nos empeñamos en no enmendar nunca los entuertos, sobre todo los entuertos religiosos, que son, a la postre, los que más desaguisados acarrean?.. La leyenda de Santiago Matamoros no es solamente una leyenda es, sobre todo, un retazo de un cuento inventado con fines políticos. Y ya está.  Se cuenta que el “hijo del trueno”, el fogoso, el exaltado Santiago, se apareció, durante la batalla de Clavijo, en un caballo blanco a las tropas cristianas, en el siglo IX, cuando luchaban contra los árabes. Y claro, los cristianos vencieron. Vencieron porque Santiago los enseñó a matar. Eso es lo que dice la estatua. Pues no. Que seguir comulgando con ruedas de molino no le hace absolutamente nada a la creencia. Ni a la historia. Ni a España. Ni a nadie.