Los nuevos pecados

Autor: Adolfo Carreto    

 

Pues sí, cada época tiene que lidiar con sus defectos, con sus exageraciones, con sus apariencias. Aunque posiblemente no sean los textos los que varían sino los contextos, porque no estoy tan seguro que eso que han dado en denominar nuevos pecados, sean realmente nuevos; son simplemente variantes de algo que la naturaleza humana ya conocía, como es el robar, como es el entregarse irreflexiblemente a la lujuria, más que al sexo digo a la lujuria, o a eso que otros prefieren llamar más laicamente pornografía comercial multimediatizada. No creo que ni la gula, ni la pereza.

     Si hay que decirlo, la ira está más presente que nunca en nuestro entorno social, una ira que ha saltado lo estrictamente personal para convertirse en venganza social, que es a lo que yo llamo terrorismo y todos los sucedáneos del mismo. ¿O es que acaso la soberbia no campea en forma descarada desde el poder y los poderes, los políticos, los económicos, los religiosos inclusive, disfrazada inclusive en ropaje de bien?. Estoy refiriéndome a los soberbios que nos venden destrucción a mansalva bajo el dogma del mar menor o de las inocentes muertes necesarias.

     Pues sí, no hay nuevos pecados sino nuevos escenarios donde protagonizar los viejos, los de siempre, aquellos que ameritan la redención.

     Les han dado el nombre de pecados informáticos. Y lo son. Se han elegido los nuevos medios, Internet en concreto, el correo electrónico para más señas para hacer de nuestro entorno el lugar globalizado donde todo cabe y a todo se puede acceder. Inclusive, todo se puede robar.

     Un grupo de teólogos reunidos en el Santuario de San Gabriel del Gran Sasso, a unos 120 kilómetros de la ciudad de Roma, han llegado a la conclusión de que “piratear programas informáticos, bajarse música, películas o documentos ilegalmente de Internet o crear virus y/o propagarlos adrede por correo electrónico son comportamientos pecaminosos”. No lo dudo. El problema es que muchos de estos comportamientos ante las nuevas tecnologías ni siquiera pueden ser considerados ilegales al no estar reglamentados. Así que, ¿quién puede sentirse realmente pecador?.

     No se trata de nuevos pecados, es obvio, pero como los vemos reflejados en otros contextos pareciera que estamos reinventando otra vez el drama del paraíso terrenal. Pero hay un pecado, sobre el resto, que a mí personalmente me ofende sobremanera: el de la manipulación de la verdad. Y ese pareciera no entrar en el listado de esos cuarenta teólogos reunidos cerca de Roma en un simposio sobre penitencia.