Los milagros de la pasión

Autor: Adolfo Carreto      

   

       Mel Gibson, con su Pasión, no solamente se ha convertido en el gran evangelizador moderno sino en el gran milagrero. Su escalofriante película no solamente toca los corazones hasta llevarlos al infarto, se han dado ya varios, sino también la conciencia y lleva a la conversión, al cambio de vida que era, ni más ni menos, lo que el predicador de Galilea perseguía con su predicación.

     Tengo tres casos milagrosos sobre el escritorio: un  ex neonazi delincuente arrepentido, un joven asesino y un joven ladrón. A buen seguro las agencias internaciones de noticias continuarán aportándonos casos y en el listado nos toparemos con prostitutas, personajes no ajenos a los relatos evangélicos, con banqueros, que también deambulan por aquellos caminos, con políticos, que nunca faltan ni faltaron, con estafadores, a la orden del día, con adúlteras y con toda la gama de desviados sociales quienes, luego de presenciar el horror de la crucifixión, y luego de comprobar lo que la saña hace con el inocente, deciden el cambio de vida, esto es, la conversión.

     El joven ladrón, de Arizona, acudió con su mamá a ver la película, la cual “le causó un ataque repentino de conciencia y eso fue lo que lo motivó a entregarse”, según el dictamen de la policía. El joven asesino, también norteamericano, había asesinado hacía dos meses a su novia, la cual estaba embarazada, lo que implica dos asesinatos a la vez, “e hizo creer a su familia que fue un suicidio”; este individuo confesó que se arrepintió de lo hecho luego de ver la película La Pasión de Cristo, y aconsejado por un amigo, llegó a la conclusión de que “para redimirse debía confesar su crimen”. El neonazi es noruego y confesó haber participado en dos atentados dinamiteros; kuego de ver la película, dijo: ¡Jesucristo vive!. Me distancio de mi pasado y del neonazismo”.

     Y vuelvo a las andadas: ¿cuál es el milagro realizado por Gibson?. Uno muy sencillo: el de ser fiel al mensaje y el de exponerlo como mandan los cánones de la comunicación moderna y de la moderna evangelización. Porque Mel Gibson nada inventa sino que expone, no ideologiza sino que objetiviza. Y posiblemente ahí esté el truco de este río de arrepentimientos y conversiones, de cambios de vida que, a buen seguro, continuarán prodigándose. Ya lo verán.